martes, 30 de diciembre de 2008

Comparaciones odiosas


Malmö en Suecia y Copenhague en Dinamarca están unidas por el puente de Oresund desde mediados del 2000. De unos 14 Km de longitud aproximadamente y con una isla artificial en medio, fue diseñado para resistir los vientos del Mar del Norte, el paso de barcos y la climatología adversa. Pero lo más imortante es que se acabó antes de lo previsto y no costó más dinero del presupuestado.

El AVE Madrid Barcelona en cambio, no funcionó en los 8 años de "gobierno pepero" y encima cuadriplicó su coste final. No toda la culpa la tienen las contratas (¡hay los del ladrillo!) ni los oligarcas que compraron tierras antes de la expropiación... También los alcaldes –sobre todo los del área de Barcelona-, creyeron que era "Bienvenido Mister Marshall" y, en vez de hacer llegar el tren de manera lógica al aeropuerto, lo hicieron llegar a la estación de Sants, diseñada a finales de los setenta, pasando por el río Llobregat y un nudo de ferrrocarriles y metro. El metro de Madrid llega a las terminales, En el aeropuerto de Amsterdam hay una estación de tren y autobuses lanzadera (con promedios de 15 a 20 minutos) para cada uno de los hoteles y edificios de la periferia del aeropuerto. En cambio lo único que llega al Prat es un tren que se queda a unos 200 metros de las terminales, justo como a finales de los sesenta.

¡Falta menos!
Si todo va bien, la línea 9 del metro llegará a Mas Blau antes del 2020, unos cuarenta años después de la primera piedra de este polígono de El Prat de Llobregat, a la entrada del aeropuerto. Esa lentitud de los que mandan contrasta con la subida de los abonos más usados y por ende más populares como la tarjeta multiviaje T-10 o el billete ordinario de Renfe de cercanías. Han subido por encima de la inflación. Vamos como los sueldos...

Feliz entrada de Año 2009
Lo importante es que en un plazo de unos tres años, como mucho, las principales ciudades de España estarán a menos de 3 horas de la capital del estado. Con ello, habremos igualado al Japón de 1964 con la ventaja de que el Imperio del Sol Naciente no ha avanzado más en ese aspecto y le hemos alcanzado. Eso sí, renuevan el material.


© Manel Aljama (maljama) diciembre 2008

jueves, 18 de diciembre de 2008

Tobor el Robot

—No se mueve, no hace nada —dijo Tobor el robot a sus propietarios que también eran sus padres. Se había puesto triste al comprobar que el hijo que le habían regalado para jugar ni siquiera hablaba.
—Es mejor así —respondió su padre—, es para que no te lastime —añadió tras una breve pausa para tomar aire o para pensar qué podía decir.
Sus padres habían hecho lo imposible para que Tobor, su hijo adoptivo tuviese el mejor regalo de cumpleaños. El robot como todos los niños o robots de su edad había pedido todo lo que se anunciaba en televisión. Pero lo que más había reclamado y con mayor insistencia era tener un hermanito para jugar a ser papá.

Tobor fue creado en los laboratorios de ingeniería electrónica donde trabajan sus padres y propietarios. Ellos también necesitaban tener un niño como los otros y no podían. Lo programaron con un juego mínimo de instrucciones pero que le permitiese desarrollar su propia base de conocimiento, es decir que aprendiera por sí mismo. Tuvieron muy en cuenta que su aprendizaje fuese lo más parecido posible al de un ser humano. Así que cuando contaba un año de vida, Tobor ya prefería quedarse a ver la televisión en vez de ir a la escuela. Así, la criatura se aficionó a todas las teleseries que inundaban la televisión y poco a poco fue creando su propia personalidad no sin dejar de sorprender cada día a sus progenitores. El resto de su infancia transcurrió bien hasta que un día cuando debía tener ya unos seis años y en las fechas de navidad les dijo:
—¿Por qué tengo juguetes y no cosas de verdad como los demás niños? —preguntó Tobor, entre triste y compungido.
No supieron responder. Pensaron que si le decían la verdad de que él no era un niño como los demás sería capaz de deprimirse y ejecutar una serie de acciones imprevisibles. Tuvieron miedo. Mucho miedo. Su madre dijo:
—¡Hijo mío! Te vamos a dar un niño. Por navidad lo tendrás.
Él la miró con cara de asombro y de preocupación. Faltaban apenas dos meses para las fiestas. Preguntaron en el laboratorio y no sirvió para nada. Como la pregunta quedó sin respuesta sus padres siguieron preocupados ante la posibilidad de que la inteligencia del robot les desbordase. Pensaron mucho durante ese tiempo y decidieron ir a un centro comercial un sábado por la tarde para ver si podrían encontrar una solución. Al menos eso les decían en los anuncios de la tele.
—¿Estás seguro que esto es lo que él quiere? —preguntó una vez más el padre.
—Segurísima —dijo la madre—, sólo basta con decirle que es su hijo y ya está.
Llegó por fin el día de navidad. Tobor el robot volvió a sonreír. El regalo que le habían hecho sus padres colmaba por fin sus deseos al menos mientras abría la caja. Pero nada más ver el regalo Tobor dijo:
—No puede ser mi hijo. ¡Este hijo que me habéis traído lleva escrito “Playmobil” y yo no tengo esa marca!

© Manel Aljama (maljama), agosto 2008

martes, 16 de diciembre de 2008

Capitalismo Duro


Leo en un portal que antes se dedicaba a la cultura y a los escritores noveles, y que ahora, ya en decadencia, es un altavoz más de la radio de los obispos y de un periódico vomitivo: “Tolerancia cero a la crisis zapatera”. Mensajes así no son novedad en ese portal ya en franca decadencia. Están así desde 2004 cuando la economía iba viento en popa, o quizá desde unos años antes, cuando el presidente fue nombrado secretario general. También entonces la economía “iba bien”. Me recuerdan un periódico de la España más negra y hedionda en una época anterior a la Guerra Civil. Se llamaba “El Imparcial”. Si hay algo que achacar a este gobierno (y a los anteriores) es su falta de acción y no haber metido en cintura los precios de la vivienda. Porque nuestro principal problema, nuestra piedra en el zapato como país, no son las hipotecas a tres décadas, sino el importe de la hipoteca para pagar un nicho a un precio que no lo valía. Eso por un lado, y por otro, el tener una industria que excepto contadas excepciones, es “sustituible”. Pero eso ya lo explico más adelante.



ERE que ERE
Esta frase que la dijo, no recuerdo ahora quién, viene al pelo para Nissan, Sony y otras, que por una o varias razones reducen personal como quien limpia el polvo. Tampoco es nuevo pues en la época de vacas gordas HP, Valeo o Lear hicieron lo mismo. No menciono aquí a SEAT puesto que sus expedientes son temporales. NO, no es el fin, en todo caso es el fin de un sistema, de una manera de hacer las cosas. Queramos o no, quieran o no, los que sólo viven el día a día en ganancias de millones dólares, vamos hacia un mundo así:

  • Los automóviles serán eléctricos porque no habrá suficiente petróleo (y barato) para todos los vehículos
  • El transporte por tren volverá a ser importante porque los camiones eléctricos de gran tonelaje no estarán desarrollados
  • El transporte aéreo y marítimo se habrán reducido por su excesivo costo.
  • ...
Así en este panorama, la industria, volverá a sus orígenes en Europa y los Estados Unidos. Por muy barato que fabriquen en China no compensará dentro en unos años traer una mercancía hasta aquí. Y esto ya está pasando porque tenemos industria “sustituible”:

Nissan, Ford (en sus inicios en España), HP, etc. son multinacionales que vinieron aquí porque se les regaló el suelo, se les bonificó en impuestos a cambio de dar trabajo basura sustituible: mero ensamblado. Nada de diseño, nada de investigación y desarrollo, ni siquiera producción de piezas. Sólo mano de obra barata. Es lógico, en la mentalidad de estas firmas, que si los costos se disparan, y su margen se reduce, que se vayan a otro sitio. Lo han hecho y lo harán. Por eso no he incluído a SEAT que cuando fue vendida a Wolkswagen, fue bien vendida, pues conservó su centro de diseño. Por eso su ERE, es temporal, porque no traen piezas de fuera, sino que se diseñan y fabrican las piezas aquí. ¿Se dan cuenta de la diferencia?

En fin, espero que sean los últimos coletazos de la carcundia antes de fenecer en el sistema que también se muere. ¿Quién le pone el cascabel al gato?

© Manel Aljama (maljama)

lunes, 15 de diciembre de 2008

Urbanidad ¿Qué es eso?

Introducción
Pienso que la conquista de las libertades que consiguió España con la Constitución de 1978 ha sido confundida y malinterpretada al cabo de estos treinta años. Se ha dado paso, queriendo o no, a un estado de libertinaje y mala educación. Ante ello muchos políticos poco imaginativos, principalmente de ayuntamientos, han sacado la prohibición sin fomentar la educación. Con ello no voy a posicionar ahora con posturas carpetovetónicas o carcas, pero hay que aceptarlo: no hay urbanidad.

Según el diccionario de la RAE, urbanidad es cortesanía, comedimiento, atención y buen modo. En cambio en catalán, en el diccionario de la Enciclopedia Catalana, es “Calidad de la persona que posee buenas maneras, que convive en grupo respetando la personalidad del otro y que observa a las normas de convivencia y de trato social”

Doy aquí una pequeña lista de muestras de falta de educación y buenos modales:

Sistema Educativo
No escribiré este apartado. Dejo en manos de los profesionales que visiten este blog que se explayen dejando su comentario. Dejo un pequeño botón de muestra: Se ha perdido el respeto al trabajo del profesional educativo y sus conocimientos al tiempo que se delega todo en él. Pero es algo que sólo sucede aquí. Basta cruzar los Pirineos y ver asistir a un aula de secundaria para ver la diferencia.

Bibliotecas
  • Los teléfonos móviles suenan y se habla por teléfono como si estuvieran en el salón. Deben desconocer que los teléfonos tienen un modo “silencio”.
  • Algunos llevan tapones de goma en los oídos cuando lo más sensato sería guardar silencio.
  • Las zonas destinadas a los ordenadores portátiles (tienen vitrina y enchufe), están ocupadas por gente que no lleva ordenador.

Calles
  • Cagadas de perro en la acera e incluso en parques infantiles.
  • Los escupitajos compiten con las cagadas de perro.
  • Los barrenderos no abarcar la intente cantidad de colillas.
  • Televisores, lavadoras y muebles. Existe un servicio gratuito de recogida de enseres.



  • Chicles enganchados en el suelo.
  • Papeleras y contenedores quemados.
  • Coches aparcados en pasos de cebra y esquinas de altura rebajada para los minusválidos.
  • Coches aparcados delante de las paradas de autobús.
  • Por culpa de unos pocos que ensucian bebiendo nadie puede comprar ahora una botella de cava a partir de las 22:00

Transportes
  • Ya no se deja paso a la derecha en las escaleras mecánicas.
  • Ya no se deja bajar primero a los pasajeros del tren. Incluso he escuchado una conversación donde una joven llena de “lógica” (lo siento no quiero ser sexista), cuestionaba el “antes de entrar dejen salir”.
  • Gente escuchando música sin auriculares con el teléfono a todo volumen

Hoteles
  • El minibar es considerado “regalo del hotel”. Lo mismo sucede con el albornoz, las toallas e incluso la televisión...
  • El bufé libre que existe para el desayuno es considerado algo que obligatoriamente hay que consumir en su totalidad (aún sin tener apetito), sin dejar nada para los demás.

Vecindario
  • Gente que mueve muebles a las 23 o 0:00 horas
  • Música a todo volumen cuando existen cascos y auriculares.
...


© Manel Aljama (maljama)

domingo, 30 de noviembre de 2008

El momento


Había evitado participar en las frecuentes rebeliones que sus congéneres protagonizaban a pesar de la estricta vigilancia que había en el campo. Estaba muy contento e ilusionado pues había superado la revisión médica sin mayores inconvenientes. Era un premio que él creía bien merecido. Josef Bronski, a base de vender entre sus compañeros la ración de cigarrillos, había conseguido juntar los dos marcos que costaba la fiesta.

En el barracón número 24 le recibió el sargento Zimmer, el oficial al cargo. Alto, rubio y espigado que no se separaba de un pañuelo de finísima tela que iba y venía con frecuencia de su bolsillo a su boca. El sargento comprobó que el número tatuado en el brazo y el del remiendo que hacía las veces de etiqueta en el traje, coincidían; con parsimonia hizo la misma verificación en su hoja de visitas y cogió mecánicamente el dinero que Josef, al que casi ni miraba, le ofrecía. El visitante tenía los ojos puestos en el suelo. Levantar la vista en ese momento habría sido un acto de indisciplina quizá punible de forma muy severa o tal vez definitiva.
—Pasa A-13021. Tu número de habitación es la 5 y tienes media hora —le ordenó.
Josef cruzó el umbral y pudo por fin apreciar la diferencia entre las durísimas condiciones de su morada y la comodidad de aquel pabellón. No hacía frío. Las paredes habían sido forradas de terciopelo rojo y los ventanucos estaban tapados por gruesas cortinas del mismo color. El suelo tenía una moqueta un poco más oscura que amortiguaba el ruido de los pasos. Habían hecho separaciones que dividían el sitio en pequeñas pero auténticas habitaciones. Estaban numeradas del 1 al 10. Todas las puertas estaban cerradas. No se oía ni un susurro. Llegó a la entrada. Pensó abrir directamente la puerta, sin llamar. Dudó. Recordó la educación recibida años atrás en la sinagoga. Golpeó con los nudillos. Escuchó “adelante”. Abrió la puerta.

Se quedó petrificado. Allí estaba y le esperaba María, una mujer de aspecto frágil y enfermizo que hubiese ido directamente al gas y que seguramente debió aceptar el trabajo a pesar de poseer un cuerpo que no era excesivamente sensual o atractivo. Tampoco era fea y su contemplación seguramente despertó más de una sensación entre lastimera y compasiva. Fue capturada tras la caída de la ciudad de Gdansk que ahora los invasores llamaban Danzig. Allí estaba y le esperaba para servirle, María Bronski, su hermana.
—Es el momento —dijo Josef que no dudó en continuar con la celebración pues pensó que quizá sería su último contacto carnal y nunca más podría tener otro momento.


© Manel Aljama (maljama) noviembre 2008

jueves, 27 de noviembre de 2008

¡Allá voy, allá voy, piedras, esperen! de Pablo Neruda

© Manel Aljama

Alguna vez o voz o tiempo
podemos estar juntos o ser juntos,
vivir, morir en ese gran silencio
de la dureza, madre del fulgor.

Alguna vez corriendo
por fuego de volcán o uva del río
o propaganda fiel de la frescura
o caminata inmóvil en la nieve
o polvo derribado en las provincias
de los desiertos, polvareda
de metales,
o aún más lejos, polar, patria de piedra,
zafiro helado,
antártica,
en este punto o puerto o parto o muerte
piedra seremos, noche sin banderas,
amor inmóvil, fulgor infinito,
luz de la eternidad, fuego enterrado,
orgullo condenado a su energía,
única estrella que nos pertenece.

Pablo Neruda

martes, 25 de noviembre de 2008

Cultura, educación o aparcamiento


Desde que se restauró la democracia hace ya más de una treintena de años, los centros de educación primaria públicos fueron rebautizados con otros nombres, preferentemente de pintores, escritores, personajes singulares, etc. etc. Así, tenemos por toda la geografía española escuelas con nombres como: Pablo Picasso, García Lorca, Machado, Cervantes, Lope de Vega o Félix Serrano...

Confieso mi ignorancia. Sé y conozco bastante la obra Picasso, Lorca, Machado, Cervantes y Lope de Vega. Y también soy más atrevido: mi televisor es de 20” pero mi biblioteca tiene obras de esa gente. Pero, no sé quién fue Félix Serrano. Pero, me gustaría saber, si los alumnos de sexto del CEP (Centro de Educación Primaria) Félix Serrano de Bilbao lo saben. He buscado con Google y sigo sin saber quién demonios era Félix Serrano...

Por fín, en un cuaderno de bitácora (blog) de antiguos alumnos encuentro quién demonios fue ese Félix Serrano:

“Hola amigos: Hace unos días leyendo el correo de Felix Serrano, preguntaban quién fué Felix Serrano, este señor era director de la escuela de Berastegui el año 1935, y ese mismo año se jubiló y el ayuntamiento le hizo un homenaje colocando el alcalde de entonces que se llamaba Hernesto Ercoreca, una placa en recuerdo de esa fecha, tuvo varios hijos y entre ellos uno que fué arbitro de futbol, Pelayo Serrano, de primera division.” (http://www.felixserrano.net/blog/)

En serio, no es por incordiar:
¿Hay en la mayoría de los centros de educación primaria algún mural, cuadro o rinconcito donde explique a los alumnos quién era y qué hizo la persona cuyo nombre lleva la escuela?


© Manel Aljama (maljama)
Publicado con anterioridad a Calaix de Sastre

viernes, 21 de noviembre de 2008

Cavaleiro Monge de Fernando Pessoa



Do vale à montanha
Da montanha ao monte
Cavalo de sombra
Cavaleiro monge
Por casas, por prados
Por quinta e por fonte
Caminhais aliados

Do vale à montanha
Da montanha ao monte
Cavalo de sombra
Cavaleiro monge
Por penhascos pretos
Atrás e defronte
Caminhais secretos

Do vale à montanha
Da montanha ao monte
Cavalo de sombra
Cavaleiro monge
Por prados desertos
Sem ter horizontes
Caminhais libertos

Do vale à montanha
Da montanha ao monte
Cavalo de sombra
Cavaleiro monge
Por ínvios caminhos
Por rios sem ponte
Caminhais sozinhos

Do vale à montanha
Da montanha ao monte
Cavalo de sombra
Cavaleiro monge
Por quanto é sem fim
Sem ninguém que o conte
Caminhais em mim.

Si no se visualiza correctamente el audio: http://www.goear.com/listen.php?v=b56ef70




Y lo mismo para la interpretación en video : http://www.youtube.com/watch?v=57DDs5FEJPg

Aunque hay discrepancias, este poema de Fernando Pessoa está aceptablemente traducido por el poeta Angel Crespo.

De valle en montaña,
De montaña en monte,
Caballo de sombra,
Caballero monje,
Por casas, por prados,
Por quinta y por fuente,
Camiáis aliados.

De valle en montaña,
De montaña en monte,
Caballo de sombra,
Caballero monje,
Por peñascos negros,
Por detrás y enfrente,
Camináis secretos.

De valle en montaña,
De montaña en monte,
Caballo de sombra,
Caballero monje,
Por llanos desierots
Y sin horizonte,
Camináis libertos.

De valle en montaña,
De montaña en monte,
Caballo de sombra,
Caballero monje,
Por abruptas trochas,
Por ríos sin puente,
Camináis a solas.

De valle en montaña,
De montaña en monte,
Caballo de sombra,
Caballero monje,
Por cuanto es sin fin,
Sin voz que lo cuente,
Camináis en mí.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Me costó tanto encontrarla

—Me ha costado tanto encontrarla que ahora no sabría vivir sin ella —Decía Fulgencio plenamente convencido, casi como si recitase un ignoto rosario a su compañero de cuitas, el chófer de autobús. Desde que se quedó viudo, unos diez años antes de jubilarse de la compañía de transportes, los conductores eran sus confidentes. Y entabló con ellos lo más parecido a la amistad. Verdadera o de cortesía, Fulgencio no dudaba en utilizarla a todas horas. Pero desde que encontró a Laura todo era distinto. Ya no les decía nada sino era por compromiso, cuando se sentaba en la primera fila de delante, al lado del que conducía. Entonces le explicaba todo, no hacía falta preguntarle pero tampoco se le podía hacer callar, no daba opción.
—De verdad, creía que no la iba encontrar nunca. Alguien como ella. ¡Yo que había tirado ya la toalla! —no paraba de repetir, incluso si el conductor era recién llegado y no le conocía de nada.
—Pero seguro que era para ti —le replicaban con frecuencia, para animarle más que nada—, ¡Felicítate! ¡Tú has tenido dos medias naranjas!, tu primera mujer y ahora esta. ¡Eres un tío con suerte!
—Pero es que a mi edad no es lo mismo. Aunque no es muy charlatana... ¡Es guapa! ¡Es más joven que yo! ¡Se podría ir con otro en cualquier momento! Si se va de mi vida no sé que hago.
Era imposible que se quitase de encima su crónico estado de pusilanimidad permanente.
—Y no creas que no lo ha intentado —seguía con su conversación mientras el chofer hacía su rutinario trabajo—, sí, una vez se me marchó de casa. Pero tuve suerte de que fui casi tan rápido como ella y la pude atrapar. Por fortuna la convencí con todo lo que le conté. Pero no sé si una segunda vez me va a ir con tanta suerte.
—¡Claro que sí! Ella es joven y tú eres un hombre maduro. Debe ser de esas que buscan sustituir la figura del padre. Tuvo sus dudas y ahora ya habrá recapacitado. No tienes porqué inquietarte —le insistía desde el volante del autobús.
—Sí, si yo no soy celoso, pero de tanto que la quiero te juro que se vuelve a escapar y en cuanto la pille ¡la meto en una jaula!
—No digas tonterías. ¿Cómo vas a hacer eso hoy en día? Anda, anda, tráela que la conozcamos.
Tanto le insistieron en que querían conocerla que Fulgencio se vio obligado a claudicar y presentársela a los colegas para que la pudieran conocer. Ellos al contemplar su extraordinaria belleza se quedaron sin palabras.
—¿Qué os decía yo? —les habló con rotundidad—, ¿acaso no es extremadamente bella? ¡Tiene un plumaje precioso y no necesito enseñarle a hablar! La tengo suelta en casa revoloteando, pero si se me vuelve a escapar ¡la meto en una jaula para siempre jamás! Y es que ¡me costó tanto encontrarla!


© Manel Aljama (maljama), septiembre 2008

jueves, 6 de noviembre de 2008

La Naranja Mecánica II

¿Hasta cuando? Es la pregunta que más de uno se hará después de conocer el brutal —para mí—, asesinato de una niña de catorce años en la población de Ripollet (cercana a Barcelona). Me temo que no será por ahora el último caso.

Si bien es cierto que en otras épocas había sucesos brutales y atroces, también es cierto que era casi siempre entre adultos de los llamados sectores excluidos de la sociedad (delincuentes). Pero el caso de la indigente quemada viva en un cajero (ver La Naranja Mecánica en este blog), el abandono de un bebé en un portal mientras sus padres de menos de 18 años se van de copas y este último caso no dejan de poner encima de la mesa el “¿hasta cuando?”. ¿Dónde está el límite, dónde la barrera o el listón?

Hace unos días una buena amiga, por ende profesora de primaria del que suscribe; me comentaba el miedo que pasan algunos profesores –quizá demasiados-, cuando están en las aulas y escuchan sandeces del tipo “le pegamos una paliza con la cadena pa que aprenda, no nos pueden hacer nada pues somos menores”. Está claro que esos niños no han llegado solitos a esa conclusión. Les hemos ayudado. Hemos alimentado el monstruo. Si alguien tiene dudas que se lea Decálogo para formar un delincuente , reproducido en este blog.

Desde luego algo ha fallado y rasgarse las vestiduras no sirve de nada. Se impone algún tipo de freno y de reeducación. Mi amiga –con la que estoy totalmente de acuerdo- me comentaba que ni la cárcel ni esos centros de menores (antiguos reformatorios) sirven para nada. A esta gentuza lo que les vale es que vayan a ayudar a personas necesitadas y discapacitadas para que comprendan –si es que les queda una neurona de sensibilidad-, la sinrazón de su crimen. Creo que no deberían ir solos, sus padres que algo tendrán que decir en todo esto, también les podían acompañar. Sí, los padres que en cuanto su “hijito” es expulsado de clase por mal comportamiento aparecen dispuestos a dar una paliza al maestro.


© Manel Aljama (maljama) noviembre 2008

martes, 28 de octubre de 2008

¡Que cincuenta años no son nada!

En los paneles informativos instalados por La Comunidad se puede leer “Feliz 2056”. Por los altavoces instalados en todas las calles se escucha el ruido de cohetes y petardos procedentes de un simulador de efectos especiales. En el cielo se divisan los destellos holográficos de las explosiones. La mayoría de los edificios son de paredes rectas y lisas, sin balcones. La luz de las farolas es de un intenso tono ámbar. Todo tiene un aspecto de fría uniformidad. Todo menos una roulotte que está aparcada en la calle. Tiene matrícula del 2006. Parece que hay gente dentro.
—¡Despierta ya grandísimo vago! ¡Que hay que ir a por agua potable a la fuente! —se queja una mujer cuarentona de complexión esquelética y con el rostro un poco cuarteado por la ausencia de cuidados.
—¡Ya vooy! —responde una voz ronca desde un bulto en la diminuta cama. De un golpe se alza. Es un hombre de la misma edad y aspecto que su compañera. Suelta un sonoro eructo mientras se rasca la nuca. Bosteza y se estira.
—¿Crees que tus padres habrán acabado ya? —pregunta el hombre.
—No sé. Ve luego a la Oficina de Finalizaciones de la Comunidad. Yo necesito el agua. Tengo que preparar la sopa de medusas —responde la mujer mientras él se introduce en el diminuto váter.
—¿No puedes comprar otra cosa? ¡Estoy harto de comer marisco! —dice la voz masculina desde el fondo del escusado.
—¡No! Como no tenemos hijos la ayuda comunitaria no da más que para hamburguesas de soja y medusas. El pescado natural de criadero y la carne sin contaminar es para los que todavía trabajan. ¿Has trabajado tú alguna vez? —responde ella elevando la voz.
—¡No! Ya sabes que hice todo lo posible por participar en todos los concursos de la tele. No hacía falta saber nada —responde el hombre mientras se oye el rumor de la cisterna.
—¡Un día de estos nos van a expulsar de esta comunidad! ¡Ya hemos gastado la ración de disolvente orgánico y todavía estamos a martes! —Dice ella—, Siempre estás en el váter. —No recibe respuesta esta vez.
El individuo que ya estaba vestido sale del baño afeitado y con el pelo un poco más ordenado. Agarra del altillo de la caravana una garrafa vacía con capacidad para unos diez litros de agua y abandona el vehículo. Dirige sus pasos hacia una vivienda que está a pocos metros de su autocaravana. La caravana lleva ya más de un año allí. Desde que se quedó sin el derecho a la ración de combustible. Los nuevos vehículos eran eléctricos y el suyo era de gasóleo, un combustible que hacía años que no se servía.

Mira las ventanas para comprobar que no hay nadie. Mueve la cabeza y descubre por fin la ansiada buena nueva. Una nota de La Comunidad está clavada en la puerta. Se puede leer: “Vivienda disponible por finalización de sus propietarios”. Desde que el Gobierno PC (Políticamente Correcto) se instauró, muchas palabras habían quedado en desuso y se habían sustituido por otras. Raudo vuelve hacia la roulotte. Ni tan sólo se detiene a leer dónde será la ceremonia de incineración.
—¡María! ¡María! ¡Han finalizado! ¡Qué digo! ¡Se han muerto! ¡Se han muerto del todo! ¡Ya tenemos casa! ¡Cincuenta años esperando el momento! ¡Desde que nacimos! —exclama él desde el exterior del vehículo.
—¡Pero por qué chillas tanto! ¿Dónde está el agua? ¿Te crees que nos van a dar la vivienda así? ¡Hay que ir primero a la Oficina! —Responde ella en un tono airado—, ¡Ves por el agua que hoy no comemos! —añade y le cierra la puerta en las narices.
Él, cabizbajo obedece. Camina unas cuantas manzanas hasta llegar a una plaza donde en el centro está la fuente de La Comunidad, custodiada por el servicio de seguridad. Hay una cola de más de sesenta personas, todas ellas con garrafas y otros recipientes.
—No sé para que traen tanto cacharro —piensa él—, si no dan más que justo el mínimo de la ración diaria.
Decide no quedarse en la cola y arriesgarse un poco, así que va a la oficina de La Comunidad. En la entrada un enorme panel indica las tareas que se pueden realizar. Introduce su tarjeta personal en la ranura que tiene el panel y aprieta el botón correspondiente al servicio que quiere recibir. Se escucha en el altavoz: “Ascensor 1, planta 6, gracias”. Mecánicamente extrae la tarjeta y se dirige al ascensor. Una vez arriba le recibe individuo uniformado.
—¡Buenos días! Veo que viene por lo de la finalización. Sus suegros serán incinerados mañana a las once de la mañana en el Palacio del Retiro. No hacía falta que se desplazase Sr. 3387911344 —dice casi de un tirón el funcionario—, está escrito en la nota a la entrada del domicilio.
—Bueno, no venía por eso, sino para ver la posibilidad de adquirir la vivienda, que creo que todavía es de protección oficial —dice el hombre, bajando un poco la voz.
—Veamos... —dice el servidor público mientras teclea en el ordenador—, veamos que tenemos por aquí —sigue tecleando—, Un momento por favor —gira la cabeza y se dirige a 3387911344.
—Ajá ya lo tenemos. Mire, Sr. 3387911344, en efecto, la vivienda es todavía de protección oficial pero usted no tiene puntos necesarios para adquirirla. Y tampoco trabaja ni colabora en tareas comunitarias.
—Pero si dejé de trabajar y de estudiar, siguiendo al pie de la letra todo lo que anunciaban por la tele. Los dirigentes decían que era “El fin del trabajo”, “El fin de la Esclavitud” —responde airado el hombre pero le interrumpe el funcionario:
—Mire señor 3387911344, eso sucedió hace muchos años. Yo no había nacido. Comprenda que la Comunidad intenta satisfacer a todos. Trabajar no es obligatorio pero tampoco se puede facilitar la vivienda a quien no hace méritos. Yo, por ejemplo trabajo. Sirvo a todos ustedes. Colaboro con los demás.
El hombre lanza una mirada desafiante al “trabajador público” y se va sin decir ni adiós. Ya cuando está en la puerta el empleado añade:
—Si quiere, puede intentar la financiación de un banco. Si usted es ahorrador de disolvente para váter, puede canjear los puntos de ahorro que le dan por algunos meses de crédito. Consúltelo en su banco de confianza.
Nuestro hombre sale de la oficina pensando en que no tiene ningún punto por ahorro de “Sanitrit”. Es más, es deudor de esos puntos por excesivo consumo. No obstante decide entrar en el Banco Unificado para ver qué se puede hacer. Lleva ya veinte años sin dormir bajo techo duro. Desde que perdió su casa por falta de pago en el 2039. Se vio entonces obligado a alternar diferentes albergues hasta que La Comunidad le facilitó una caravana diez años más vieja que él.

Entra en la entidad bancaria por el mismo sistema de la tarjeta de identificación. No hay nadie en ese momento. Se dirige a una mesa donde hay un empleado de aspecto muy parecido al de la Oficina de Finalizaciones de La Comunidad.
—¡Buenos días! ¿Qué desea? —dice el empleado con la mejor de las sonrisas.
—Estoy interesado en contratar un crédito para adquirir la vivienda del número 5 de la calle Acacias —dice mientras entrega la tarjeta al oficinista.
El empleado la introduce en el lector de su computador al tiempo que pulsa una serie de teclas. Su expresión cambia.
—Verá Sr. 3387911344, su padre solicitó una hipoteca en el 2006. Ese crédito se llamaba de reagrupación de deudas, según dice aquí, desgraciadamente... está pendiente de pago. Falta por cubrir más del 80 % del importe. Era a cincuenta años, señor.
—¡No puede ser!
—Sí, es así. Si usted se hace cargo de los pagos puede disponer de la vivienda en menos de una semana.
—Olvídelo. No tengo puntos, no trabajo, no tengo dinero, soy un ciudadano normal —dice mientras que se levanta y se dirige hacia la calle.
—¡Pero cómo se atreve a venir a pedir un crédito un no-trabajador no-colaborador! —Le increpa el oficinista del banco—, ¡Largo de aquí! ¡Parásito social!
Sin levantar cabeza, abatido, pasa por la fuente que ya está cerrada y precintada a esa hora. Hasta el día siguiente no podrá volver a hacer cola para el agua. Está prohibido.

Dentro de la caravana el ambiente es un poco más lúgubre que de costumbre. Están comiendo algo difícil de distinguir que han sacado de unas latas.
—¡Si al menos hubieras hecho cola para el agua!
—¡Ya te dije que hice cola pero no dio para todos! ¡Cada día es peor! La cola es muy larga —responde él con la boca llena.
—¡Tanto tiempo esperando poder dar una fiesta! ¡Todas las amigas tienen casa! Sus maridos estudiaron y consiguieron trabajos aún a costa de la burla de los listos como vosotros. ¿Qué tengo yo para ponerme? ¡Eh! —se lamenta ella.
—¡No importa qué tengas que ponerte si no vamos a fiestas! —dice él mientras hace un gesto de protegerse.
—Los esclavos son ellos, que trabajan y encima tienen que pagar una vivienda que no disfrutarán nunca. Nosotros nada tenemos pero tampoco tenemos que pagar. Eso de tus amigas es peor que el feudalismo —afirma él.
—¿Qué tonterías dices? ¿Qué hablas? —responde ella.
—Decía que tienes razón querida, que cincuenta años no son nada.

© Manel Aljama maljama Agosto 2007

sábado, 25 de octubre de 2008

La Naranja Mecánica

Al final del juicio contra Ricard P. y Oriol P., acusados de de quemar viva a la indigente Rosario Endrinal; la defensa ha aceptado penas mínimas de dos y tres años por homicidio imprudente. Por su parte la acusación pide la condena máxima de veintiocho años y por delito de asesinato, al considerar que cometieron el crimen premeditadamente y aumentando innecesariamente su dolor al morir.

Vamos, que ese horrendo crimen, registrado en las cámaras, creen que ya está suficientemente pagado con un “perdone usted” y un “no quería hacerlo”. ¿No querían? Le arrojan encima un bidón de líquido inflamable, lo encienden con un colilla de cigarrillo –dicen que sólo querían asustarla-, y encima aguantan la puerta para que se queme. ¡No querían hacerlo!

El Caso
Ricardo P. y Oriol P. están acusados de haber quemado viva a Rosario Endrinal en un cajero automático de Barcelona en diciembre del 2005, junto con el menor Juan José M., quien desde el 2006 cumple una condena de 8 años de internamiento, la pena máxima para su edad, que se le impuso en una sentencia de conformidad después de que reconociera los hechos que se le imputaban.

Fracaso social
La actitud chulesca y cobarde los acusados diciendo que el juicio era contra ellos y no para esclarecer la verdad me lleva a equiparar el hecho con el film de Stanley Kubrick, La Naranja Mecánica (1971), basado en el libro de Anthony Burgess publicado en 1962. En ese libro se presenta un joven de familia de clase media, con estudios y poder adquisitivo que disfruta apaleando mendigos o violando mujeres, entre otras delicadezas. Todo cambia el día que asaltan una casa y “sin querer” matan a la propietaria. Es decir un suceso predicho en Gran Bretaña en 1962, llevado al cine en 1971 y hecho realidad en Barcelona en 2005. Un crimen así podía haber ocurrido en cualquier parte del territorio español y, por desgracia, con las premisas sociales existentes, “tenía que pasar”.

Tenía que pasar por la claudicación de la sociedad que se niega a decir NO a actitudes negativas y violentas ya en la infancia, y que compensa esa misma actitud costeando los caprichos de una juventud inmadura y quemada a la vez. A finales de los setenta el mensaje de muchos políticos era “el delincuente es una víctima de la sociedad”. Hoy, esos mismos políticos, instalados ya en el poder y las canas cumplen la función –de su edad-, construyendo más cárceles.

Tenía que pasar por la excesiva permisividad en una sociedad que ha salido de una dictadura donde todo acusado era culpable de antemano, a un sistema, que en principio, todo sospechoso es “presunto”, pero que por obra y gracia de una excesiva bondad, el ciudadano de a pie, y cada vez más, tiene la sensación que se protege al delincuente antes que a la víctima. Ejemplos hay muchos y no me entretendré en darlos ahora.

Las cárceles, en el papel se suponen que son centros de reeducación, en realidad, comparadas con las de otros países, son hoteles de lujo para delincuentes nacionales y extranjeros que están muy lejos de ser centros de reinserción social. No se ha solucionado para nada el tema del delincuente social: ladronzuelo o traficante y ahora tenemos jóvenes desgraciados, pero convertidos en asesinos, educados dentro del sistema y que, a duras penas saben distinguir lo bueno de lo malo que pasarán el resto de sus días entre rejas. La sociedad debería aplicarse el decálogo para NO formar delincuentes, que está en este mismo blog.

Manel Aljama, octubre 2008

lunes, 20 de octubre de 2008

La amante oficial

Gladys dejó su pequeña y desvencijada casucha en un humilde suburbio de Santa Cruz de Barahona en la República Dominicana donde nació. Tras negociar la visa en el mercado negro y endeudarse de por vida para poder pagar la pensión de sus progenitores y la cirugía correctiva del más chico de sus siete hermanos se embarcó en un jumbo que tardó más de quince horas, contando el embarque y controles, en llegar a Madrid. Era tan fuerte su necesidad que salió en festivo, un 21 de enero, día de la Virgen de la Altagracia. Pero ella no estaba para fiestas. Al bajar del avión notó en el frío enero madrileño y lo lejos que se encontraba de su casa. El taxi le llevó directamente a la agencia de colocación que estaba situada en un señorial piso en el barrio de Salamanca. Desde allí un minifurgón habilitado para llevar personas fue repartiendo la mercancía humana por los barrios del Madrid más poderoso como son Arturo Soria o Puerta de Hierro para acabar la entrega a domicilio en las mansiones de La Moraleja. Por fin le tocó el turno a Gladys. Ella que provenía de una barraca se encontró con un castillo. Era enorme, con tres plantas, rodeado por un esplendoroso jardín y un muro rematado en una puerta con guardia de seguridad. Al poco de llegar, justo tras cerrarse la verja electrónica, el castillo se le mudó en una cárcel.

En la puerta principal le recibió Doña Pura, la jefa del servicio doméstico. A su cargo estaban las dos sirvientas, la cocinera y las dos mujeres de la limpieza. Gladys se preguntaba cuál iba a ser su trabajo. El ama de llaves hizo un repaso de su horario, le enseñó la planta baja, el primer piso de la casa y el dormitorio que ocuparía. Por primera vez en su vida tendría una habitación completa y amueblada para ella sola. En todos los dormitorios había crucifijos y estampas de vírgenes y santos. Esto la tranquilizó, pues a pesar de que ya advirtió que su extrema miseria era producto de la especulación salvaje y de la injusticia, continuaba creyendo y confiando en la doctrina oficial católica cada vez que iba a misa en su pueblo.
—Te presentaré a Doña Concepción, la señora de la casa –explicó con voz firme Doña Pura.
Caminaron hasta una pequeña salita donde la dueña, Doña Concepción, platicaba con Doña Visitación una vieja amiga de la familia materna que ejercía funciones de madrina y guía espiritual o moral.
—Nosotros también pertenecemos a La Obra y mi marido es de Los Legionarios Esclavos del Santo Cilicio. Cada año organizamos una cuestación del pobre. Pero ahora los ayuntamientos de los rojos, han puesto oficinas de atención social. ¡Hay!, ¡Cuánto ateísmo! Yo creo que los pobres no caben en este mundo. Los tendría que recoger Dios. Si el mundo ya va bien con la gente de orden como nosotros, ¿qué necesidad hay de tanto sufrimiento?
—Tiene razón usted doña Visitación, si no fuera por los de nuestra clase, ¿qué sería de esa pobre y desdichada gente? —respondió Doña Concepción.
—Y que lo diga, que el que nace pobre se debe de morir aún más pobre y humilde todavía. ¡No deberían nacer pobres! ¡Eso es la gracia de Dios!
—Amen.
Doña Concepción rondaba los cincuenta, pero muy bien llevados debido a su posición social. Vestía con ropa de boutique de varios salarios una pieza. Al entrar Gladys, la señora la repasó de arriba abajo. A pesar de ser de padres blancos llevaba en su sangre un poco de india arauca con leves toques africanos. Sin llegar a ser una modelo de pasarela tenía la belleza natural y auténtica que producen la mezcla de razas. El abrigo que llevaba puesto no podía esconder sus sensuales formas femeninas. Su ama le tendió la mano de manera segura y distante; con la palma hacia abajo y sin siquiera levantarse de la mesa camilla ante la que estaba sentada. Sobre la mesilla había unas tazas de té vacías y un plato con galletas. Doña Concepción se volvió hacia su interlocutora.
—Si me disculpa tengo que enseñar más tareas a esta nueva empleada que me han traído la agencia. Ya sabe...
—Vaya, vaya usted. Mañana podemos vernos a eso de las cinco en Hontanares. ¿Qué tal unos churros?
—¡Uy no! Ese sitio está lleno de extranjeros. Prefiero los churros en California de la calle Goya. Es mi favorito.
—Como usted diga doña Concepción. Después podemos ir a ver joyerías a Serrano.
—Llámeme Conchi, que me pone años, Doña Visitación.

Con un gesto, indicó a Gladys que la siguiera. Con una mirada comunicó a la jefa que ya había finalizado su labor. Llegaron al dormitorio del matrimonio, una amplia estancia con camas separadas presididas por un crucifijo en el medio, un corazón de Jesús en la derecha y una virgen voladora en la izquierda. En una de las mesillas había una foto enmarcada en blanco y negro del vetusto fundador de La Obra. Todo estaba limpio, intacto e impoluto. Prosiguieron el recorrido y entraron en otra habitación donde sorprendentemente no había crucifijos. Eso sí la decoración era un poco pasada de moda pero para Gladys podría ser el último grito. En esta pieza destacaba la cama pues era de matrimonio que estaba rematada en una colcha de color rojo chillón. Las paredes del cuarto eran de rosa pálido y el techo bien podía ser crudo.
—Aquí trabajaras los jueves por la tarde. Hasta por lo menos las nueve de la noche.
—¿Y que haré aquí?
—¡Deberías saberlo! ¿No te lo ha explicado la gobernanta?
—Bueno, me explicaron que mi labor será de ayudar a las sirvientas a hacer las camas. Llevar la comida al salón cuando me lo indiquen. Y cosas así, sólo ayudar a las sirvientas. También me dijeron que más adelante usted me daría más tareas y que dentro de un mes me enseñarían la máquina de lavar ropa.
—¿Eso ha sido todo?
—Sí.
—Se dice, "Sí señora". ¿Acaso no te han enseñado educación en tu pueblo?
Cuánto deseba Gladys estar bailando bachata y merengue en las fiestas de agosto en su tierra natal. La realidad era cruda. Ya no había marcha atrás. Era necesario aguantar.
—Te explico —prosiguió la dueña—, yo estoy felizmente casada, gracias a Dios. Pero Dios todopoderoso no nos ha permitido tener hijos.
—¿No pudieron adoptar?
—¡Insolente! ¿No interrumpas nunca a tu ama? ¡No hables si no se te pide! ¡Maleducada! —bramó la dueña.
—¡Perdone, señora! ¡Disculpe! No se enoje conmigo. Recién acabo de llegar.
—¡Cada vez vienen peor! ¡Hablaré con la agencia! —exclamó el ama mirando hacia otro lado.
El rostro de Gladys estaba a punto de echarse a llorar. Si la despedían no podía ni imaginar lo que le sucedería a su familia. La señora prosiguió:
—Como te decía, Dios no nos reservó tener hijos. Yo me he consagrado en la piedad y en las obras de caridad. Gracias a ellas tú estás aquí a mi servicio. Considérate afortunada. Gladys asintió sin siquiera musitar.
—Mi marido de tanto en tanto se siente atraído por otras mujeres. Mi confesor me enseñó que esto es natural en los hombres y nosotras no podemos oponernos. Es parte de la obligación del matrimonio. Estamos para confortar al marido en todo. Cualquier cosa del marido es más importante que todos los problemas de una sola mujer. Es el castigo bíblico y es la cruz que todas las mujeres tenemos que llevar. —Gladys hizo un gesto como de querer hablar.
—Cuando mi esposo desea tener ayuntamiento carnal conmigo yo accedo pero lo hacemos con la luz apagada, como Dios manda. Pero él, que Dios le juzgue, quiere hacer cosas inusuales de esas que han venido del extranjero y han propagado los socialistas. Tengo miedo de que busque otra mujer. Yo no quiero que visite esas casas de lenocinio a coger enfermedades. Y mucho menos que una advenediza secretaria de Móstoles, hija de ajustador mecánico y sindicalista se queda preñada de él. ¿Comprendes? —dijo mientras la miraba fijamente a los ojos.
—No, señora. No comprendo que me quiere decir —respondía la pobre muchacha confundida del todo.
—A ver si te enteras, tú has venido aquí para ser la amante de mi marido, pero cuando yo no esté y siempre en esta habitación. Jamás se te ocurra ir nunca a nuestra habitación y mancillar nuestro tálamo conyugal. Y por supuesto ni una palabra a nadie. ¡Te va la vida en ello!
—Señora —dijo atreviéndose y casi sin llegar a comprender del todo a la dueña.
—Vas a ser la amante oficial. ¿No te lo habían dicho?
La cabeza de Gladys era ya un volcán en erupción. La sangre se había agolpado en sus sienes. El corazón estaba a cien. Ahora ya no sonaba música, ya no se escuchaba la bachata y mucho menos el merengue. Su pueblo quedaba ya muy pero que muy lejos.


© Manel Aljama (maljama), junio de 2005

martes, 14 de octubre de 2008

El Expediente


Desde la puerta de su lujoso despacho, el CEO de una gran empresa con aspiraciones de multinacional, sin soltar su mano izquierda del marco de la puerta se dirige al jefe de recursos humanos:

—Ramírez ¿tiene ya preparado el expediente de regulación de empleo?

—No, señor, aún no. Aún no he podido contratar la gente para que esté disponible un único día. He contactado todas las ETT de la zona, varias consultoras y no he podido reunir más de doscientos candidatos —responde el de personal.

—¡Pues tiene que darse prisa! Vamos a hacer el ridículo. El próximo sábado voy al club de campo y quiero entrar en el reducido y elitista grupo de los mil despedidos. ¿Dónde se cree que vamos con sólo doscientos? —dice tajantemente el jefe supremo.

—Si nuestra plantilla no tiene más cien empleados se me hace difícil encontrar tanta gente en tan poco tiempo —se excusa el de recursos.

—Si hace falta vaya al Instituto de Teatro, ¡allí deben tener un montón de desocupados e inútiles que no han trabajado nunca! Por un día no se van a herniar. ¡Vamos, vamos! ¡Que hay prisa! Me los contrata y me los despide en veinticuatro horas. Necesito completar ese expediente de regulación de empleo. ¡Tengo que batir mi record!

El “Chief Executive Officer” volvió a su despacho y cerró la puerta. El responsable de personal de la compañía empezó a barajar la idea de que él también podría contribuir al éxito de su jefe si se incluía en el expediente.


© Manel Aljama (maljama) octubre 2008

© Photo by Hunters Race on Unsplash  

 

sábado, 11 de octubre de 2008

Todo lo que no sabes sobre la crisis.

Cuando planteé este artículo pensé titularlo “Se acabó el dinero fácil”.
Pero los acontecimientos se han precipitado de tal manera que he pensado agrupar los datos en varios apartados para ser más claro. No soy economista, pero después de ver a los agentes de bolsa comportarse como tiburones o como borregos, o tal vez, como decía un entrenador de fútbol, “como pollos sin cabeza”, me creo capacitado y con mucho más crédito desde mi humilde posición en la acera, que todos ellos juntos. Que yo sepa ningún economista ha acertado nunca en sus predicciones y como mucho, si intuyó algo, se quedó corto. Me viene a la cabeza la predicción de Narcís Serra, exalcalde de Barcelona y exministro de Defensa en 1971: “en los ochenta se importará mano de obra de África”. Ha acertado en el hecho pero no en la fecha. Pues entonces, prosigo.

Un poquito de jerga antes de entrar en materia:
  • Capital de una empresa: es el conjunto de los bienes, derecho y deudas. Está compuesto de Activo y Pasivo. El Activo lo componen bienes (inmuebles, maquinaria, vehículos, dinero en el banco y facturas pendientes de cobro). El pasivo está compuesto por el capital (dinero que se puso al empezar el negocio), reservas -que son beneficios de años anteriores-, préstamos a devolver y facturas por pagar.
  • La Bolsa: es un mercado donde se compran y venden documentos llamados acciones que son títulos que acreditan la posesión parcial del capital de una empresa. Al final del ejercicio económico la empresa que tiene beneficios, reparte un dividendo a los titulares de las acciones. Originalmente una empresa que tiene beneficios se cotiza al alza y una empresa que pierde se cotiza a la baja. Esto es, si tengo acciones de Altadis (Tabacalera) y veo pierden su valor (y por ende los dividendos que pueda cobrar) intentaré venderla antes de que baje más y pierda mi dinero.
  • NOTA: Si sigues leyendo esto te puedes convertir en un sucio capitalista.
  • Subidas y Bajadas: Cada bolsa en cada país se organiza a su manera pero en común tienen un sistema de índices que sirve para saber si los accionistas, o mejor dicho, los agentes de bolsa están vendiendo (ofrecen) o hacen demandas. Así, si la bolsa baja quiere decir que la mayoría ofrecía. Si por el contrario sube, es que hay exceso de oferta. Cuando la oferta aumenta, los títulos (acciones) se aprecian (sube la bolsa) y en caso contrario cuando hay mucha oferta y poca demanda, los títulos se deprecian (baja la bolsa).
  • Agentes de bolsa: También se les llama “brokers”. Son esos individuos que en las películas salen con tirantes y se deberían dedicar a hacer lo que su cliente pide y no lo que ven en los monitores. Así va todo como va. Más adelante volveré sobre ellos.
  • Economía liberar (o ultraliberal) El estado se financia con los impuestos indirectos (IVA) y muy pocos impuestos directos (renta). Da muy pocos servicios y no interviene para nada. No regula precios. Deja que el mercado “se regule sólo”...
  • Economía regulada: El estado tiende a poner más impuestos directos (renta) y dar más servicios que los liberales. Interviene en los precios principalmente de los alimentos básicos y regula algo los depósitos bancarios. En el pasado, los regímenes comunistas eran el paradigma de los regímenes estatales. Eso es historia.

Un poquito de historia para quitar hierro:
La crisis no es nueva. En 1929 hubo una gran crisis que no fue tan grave porque por desgracia no se suicidaron todos los agentes de bolsa y eso de tirarse por la ventana es un tópico del cine. La crisis del 29 vino por diversos factores. Uno de ellos fue que los americanos sin un céntimo empezaron a pedir créditos con la intención de jugar en bolsa. Como es de imaginar –en realidad no hay nada que imaginar-, al bajar la bolsa perdieron sus ahorros y la posibilidad de devolver el dinero... Después de la II Guerra Mundial el sistema financiero puso mecanismos para evitar que eso volviese a suceder. Hubo más crisis pero no merece la pena mencionarlas. Más adelante, en 1973 los países productores de petróleo decidieron doblar el precio del crudo. Lo volvieron a hacer en 1975. El mundo occidental respondió fabricando coches que gastaban menos y potenciando las nucleares...
Ya en los 80, la época de los “yuppies”; hubo una crisis introductoria de la actual. Quien tenga dudas que sea el libro o vea el filme “La hoguera de las vanidades”. Lo verá todo más claro. Los brokers van a comisión, no cobran por la acción sino cada vez que la acción cambia de manos. Así que esperar trimestres y semestres para mover las acciones no les parecía “guay”. Inventaron el timo de la estampita en versión graduado en Harvard. Lo importante no era comprar acciones de una empresa saneada con beneficios, no, había que comprar acciones a 10$ a las 8:00 AM y venderlas en 30 minutos a 15 dólares, para al día siguiente venderlas ya a 30 $. Nadie preguntó si la empresa era buena o no. El globo se inflo y reventó. Los despidieron y se fueron Europa del Este que entonces estaba renegando del comunismo y abrazaba el capitalismo.
Crisis de los 90: La Guerra del Golfo de Bush padre sirvió para encarecer el precio del petróleo y que las compañías de sus amigos se lucrasen mucho más. Necesitaban un tonto dictador que les hiciera el juego y lo encontraron. Este incremento en los precios del crudo y la ya creciente globalización derivaron en una crisis que afectó mucho a algunas economías latinoamericanas y algunos sectores como la tecnología que huyeron hacia Internet provocando una subida y beneficios seguida del tortazo de 1999, el de los “punto com”. Los inversores no aprendieron de los ochenta y pusieron su dinero en portales web que nada fabricaban ni nada repartían. Lo mismo que en el 87....

La crisis actual: EEUU y Gran Bretaña por un lado
De la crisis del 91 se salió a base de créditos, o más bien de créditos baratos. Esto se ha potenciado mucho en USA y Gran Bretaña a modo de que el pobre “le parezca” que vive como un rico por el hecho de deberlo todo. La diferencia es que el rico siempre tiene un patrimonio y juega el dinero que no es suyo. Mientras que el pobre no tiene patrimonio y sólo juega con su dinero. Así nacieron las hipotecas basura, bonos tóxicos o subprime como lo llaman allí. Se les da una hipoteca con intereses muy altos a personas con pocos recursos y poca capacidad de devolución. En principio el afectado es el banco que otorga la hipoteca. Pero si el banco utiliza esa deuda –de algo riesgo- para invertir en otros sectores o simplemente lo transforma en un fondo de inversión, está perjudicando a terceros. Eso es lo que ha pasado en cuanto los primeros emigrantes han puesto tierra de por medio. Ni su propiedad en los Estados Unidos comprada sin “enganche” (entrada en la jerga del emigrante Mexicano) basta para cubrir el agujero. La bola es tan grande que ha arrastrado a bancos en todo el mundo y es de tal magnitud que el presidente de los “liberales” Estados Unidos ha empezado a nacionalizar algunas entidades para evitar el efecto dominó. Ahora me pregunto por los amigos de Bush y admiradores de Tatcher –que fue expulsada de la presidencia no por los electores sino por su partido-, como el tal Ansar que defendían esas ideas de que el estado no debe regular nada, “sólo el marco”...

España (y la mayor parte de Europa) por otro
“Spain is different” decían en los años sesenta. Y por ahora es cierto. Teníamos una gran cantidad de dinero negro en pesetas que al llegar el euro se fueron al ladrillo con la consiguiente subida de precios especulativa. Por si fuera poco en diez años ha cambiado el panorama de tal manera que los ayuntamientos que en los felices ochenta se financiaban con terrazas de verano y ocio principalmente, su fuente sea el maldito ladrillo que ahora se cae. Un factor más: muchos dieron a la moneda de 1 € el mismo valor que las 100 Ptas. El resultado está a la vista en los productos de hoy día: dentífrico de 180 pesetas pasa a valer 1’80 € y así un montón más. Eso sí, el sistema financiero es diferente y la crisis del ladrillo ha empezado provocada por los propios bancos antes de verse como en los Estados Unidos. ¡Gracias! Pero a todo cerdo les llega su San Martín y los mileuristas endeudados en hipotecas de 850 € mensuales en cuanto se vayan al desempleo –porque estamos en un mundo global-, van a causar un serio problema en los bancos españoles. Ya saben que las viviendas que pueden quedárselas no valen la hipoteca que concedieron y los subasteros (o ratas de la subasta) no van a tragar y querrán comprar esos pisos embargados por el valor catastral incrementado en diez puntos máximo. Y si no al tiempo.

Pronóstico
He oído decir a un docto catedrático que durará mucho esta crisis. A otro que volveremos a la economía del siglo XVIII (la de antes de la revolución industrial). No creo que suceda exactamente así pero estoy convencido que nada será igual. Esta crisis –provocada a conciencia o no-, se va a llevar por medio muchos bancos que serán troceados y repartidos entre ganadores. Los mismos teóricos que en los 90 hablaban de liberalizar todo (ESADE) ahora en una mesa con expresidentes de gobierno y presidentes de cajas de ahorro, dicen que “El estado tiene que intervenir”. El estado tiene que intervenir porque no le queda más remedio y para eso está, que para eso cobran los soldados, los médicos, los enseñantes y demás de los impuestos de todos. Faltaría más. Una cosa repiten: se acabó el dinero fácil. Habrá menos crédito y más producción y venta al contado. Quizá tenga razón en eso del siglo XVIII...

Yo por si de caso, la nómina de este mes la voy a pedir en monedas de oro, plata y diamantes. No quiero el recibo y tampoco me voy a acercar al banco...

Publicat anteriorment a calaix de sastre
© Manel Aljama (maljama)

domingo, 28 de septiembre de 2008

Van como locos

El firme de la calzada está bastante húmedo tras el reciente chaparrón primaveral que ha bañado la calzada y todo el mobiliario urbano de la Plaza Victoria. Los comercios están abiertos hace ya bastante rato. Tan sólo se ha retrasado el bar Jami que suele abrir pasadas las doce de la mañana. Es, según su dueño, para permitir algo de negocio al bar de la competencia, para que se especialice en desayunos y no se queje luego cuando toda la parroquia acuda de forma habitual a la misa del Jami donde los tubos de cerveza cotizan como en bolsa, pero a la baja. Es el mejor marketing que Juan, el propietario, puede ofrecer frente a la deliciosa bollería fina de su rival.

El súbito chirrido de los neumáticos altera el rutinario desorden de la plaza. Un coche aparece por una de las esquinas con exceso de velocidad y de repente da una vuelta de campana. Así, el auto, una vez despatarrado prosigue su desplazamiento en medio de un molesto crujido metálico de un extremo al otro de la glorieta. El golpetazo del morro con un banco metálico pone fin a la danza. Un embellecedor de rueda sale rodando y va a dar contra el escalón de la panadería que está al otro extremo de la plaza. El tapón del depósito de gasolina va detrás en la misma dirección y acaba su recorrido girando sobre si mismo. Se hace el silencio.

Como respondiendo a una llamada telepática los curiosos y los ociosos –que son dos bandos en el sitio-, se empiezan a agolpar alrededor del automóvil accidentado.
—¡Mirad! ¡Parece que el conductor se ha golpeado contra el salpicadero! —dice uno de los congregados.
De fondo se escucha música “reguetón” que proviene del estéreo del coche.
—¡Mira está derramando gasolina! —dice otro de los asistentes cuando contempla el goteo que se va convirtiendo en un reguero.
—¡Está “colgao” por el cinturón! —añade un individuo regordete que tiene cara de haberse bebido algunos litros de cazalla y que fuma un puro.
—¡Dónde vas con eso! ¡No ves que llevas un puro! ¡Que vamos a explotar todos! —le espeta el primero, como si fuese ya el pastor del rebaño.
Un hilillo de sangre se desplaza desde la cabeza del conductor hasta mezclarse con el charco de gasolina del suelo. La multitud no se inmuta.

Dani, el solterón taciturno que estaba bebiendo el cubata número tres para olvidar la ruptura de su última pareja sale del bar y se acerca hasta el vehículo. Mira el coche con las ruedas hacia el cielo y al conductor sin señales aparentes de consciencia. El intenso olor a gasolinera lo impregna todo. Saca del bolsillo su teléfono móvil y empieza a recorrer el listín. Se detiene y extrae un cigarrillo de la cajetilla que lleva en el bolsillo superior de la camisa. Se lo pone en los labios. Del bolsillo derecho del pantalón saca el mechero. Lo enciende y con lenta precisión aproxima la llama al cigarrillo. Da una inicial e profunda calada. Prosigue la búsqueda de direcciones en el listín del celular.
—¡Menos mal que alguien va a llamar a una ambulancia! —exclama alguien
Dani da otra calada.
—¡Tendría que ser a la policía! —replica otro
La búsqueda se hace lenta, ahora Dani va poco a poco, y el bip bip de cada nueva ficha contrasta con el murmullo de la muchedumbre apelotonada ante el accidente.
—¡O, o a emergencias-urgencias o como se llame! —dice uno algo tartamudo que parece que ha oído algo en las noticias.
Da otra chupada a su cigarrillo y prosigue con el bip bip del celular.
La última calada. Saca la ya casi colilla de sus labios y se la mira. Se la vuelve a poner en la boca y prosigue su infructuosa búsqueda en el listín. Al llegar al final de la tercera vuelta se da por vencido. Se guarda el teléfono en el bolsillo de donde lo sacó. Se da media vuelta y se aleja de la muchedumbre expectante. Antes de girar la esquina se quita la colilla de los labios y la arroja con fuerza hacia atrás. Se oye una estruendosa explosión seguida de un sinfín de gritos y quejas de dolor. Impasible nuestro hombre sigue caminando. Se oye que alguien más mayor que estaba a resguardo en un balcón que dice:
—¡Si es que van como locos!

© Manel Aljama (maljama) julio 2008

sábado, 27 de septiembre de 2008

Cualquier tiempo pasado NO fue mejor

Este texto circula a través de los correos electrónicos. Tiene un tono nostálgico hasta el punto de sugerir que "Cualquier tiempo pasado fue mejor" y que lo de ahora no vale. Si bien algunos, estoy de acuerdo con algunos de los comenatarios que lleva, la verdad es que no estoy de acuerdo. Para mi cualquier tiempo pasado no fue mejor. Como mucho fue distinto.

Este es el texto:

Generación del EGB Porque en este país hay una generación de chicos y chicas que crecimos con la EGB (entre 1970 y 1993).

  • Nuestras madres quitaban el polvo con "Centella", lavaban la vajilla con un bote blanco con el tapón naranja de "Mistol", al Jabón de Marsella le llamaban "Lagarto".
  • Nuestros padres conducían un Seat 131 Supermirafiori.
  • Nuestras bicis eran "BH" y nuestras primeras zapatillas de deporte fueron unas "Paredes", aunque a nuestras madres les gustaran más los "Kickers".
  • Nos cortaban el pelo "a navaja".
  • Todos veíamos sólo TVE, aunque podíamos elegir entre el UHF y el VHF.
  • Todos bebíamos gaseosa "La Casera" o "La Pitusa".
  • Los hombres fumaban "Ducados'"
  • Los chicles eran "Cheiw" y los caramelos "PEZ"
  • La gente dormía de miedo en los nuevos colchones "Pikolín" y el Athletic de Bilbao y la Real ganaban las Ligas (primeros 80) por pares hasta que a Butragueño le dio por enseñar los huevos.
  • A Sabrina se le escapó una teta en la Gala de Nochevieja (1996) y en todo el país no se habló de otra cosa hasta el mes de marzo.
  • A Alaska le dejaban presentar un programa para crios en la tele "LA BOLA DE CRISTAL" con la bruja Avería y Pancho el de "Verano Azul" todavía no se metía picos.
  • Una Señora le contaba a "Encarna de Noche" que se le quemaba el hijo en Alcobendas porque tenía las empanadillas haciendo la mili.
  • Una caja de 12 "Plastidecores" era un buen regalo de cumpleaños y por uno "color carne" eras capaz de matar. Las cajas de 24 eran como Bin Laden, existían, pero nadie las había visto.
  • Una bolsa de pipas "Facundo" de 15 pelas era enorme y por una peseta te daban dos "Sugus".
  • Repartían Álbumes a las salidas de los colegios para engancharte a la colección.
  • Los sobres de cromos costaban 5 pelas, pero también te los daban con las tapas de los Yogures "Yoplait".
  • En aquel país de menos de 5000 dólares de renta per cápita, nos daban dos "Petisuis", pero es que antes eran la mitad de tamaño.
  • Las "María" eran "Fontaneda", los camiones "Ebro" y las furgonetas "DKV".
  • El camión del butano tocaba la bocina y los crios nos hacíamos brechas en los hierros oxidados de los columpios y nuestras madres nos daban algún cachete por romper los pantalones.
  • Nosotros llevábamos petachos en los codos de los jersey.
  • En vez de un Magnum Almendrado, pedías un "polo de limón" y a veces, el chocolate era "La Campana de Elgorriaga". (Malo, malo,malo).
  • Las pilas "Tximist" solían romperse cuando se agotaban en nuestros casettes "mono" y los tebeos de "Mortadelo" pasaban de mano en mano.
  • Hubo muchas niñas cuya primera colonia fue "Chispas". Y no había cartones de leche en tetrabrik, sino que la leche venía en bolsas de plástico que necesitaban un recipiente para meterse en la nevera, y el detergente venía en tubos redondos (tambores).
  • Y en vez de grabadoras de DVD y CD-ROM, te ibas a casa de tu colega con radiocasette de doble pletina a llenar una cinta TDK de 90 minutos de juegos para spectrum 48k o el amstrad (después de 1987).
  • Y con la teleindiscreta regalaban pegatinas de ¡¡UVEEEEEEEEEEE!!
  • Aquella generación coleccionábamos cochecitos 'Güisbal', el helicóptero de 'Tulipán' aterrizaba en las piscinas para regalar bocadillos en los anuncios de la tele.
  • Aquella generación empleábamos el vaso de 'Nocilla' para dibujar a Naranjito. Así que la Nocilla, ni mentarla. Además, es 'leche, cacao, avellanas y azúcar'. A saber que le echarán a la Nutella esa.

VIVIR EN EL 2007 (o 2000) IMPLICA QUE...

  1. Accidentalmente tecleas tu password en el microondas.
  2. No has jugado solitarios con cartas verdaderas en años.
  3. Tienes una lista de 15 números telefónicos para ubicar a tu familia de sólo 3 miembros.
  4. Le envías un e-mail a la persona que se sienta junto a ti.
  5. La razón que tienes para no estar en contacto con tu familia es porque no tienen correo electrónico.
  6. Te vas a casa después de un largo día de trabajo y cuando suena el timbre de tu teléfono fijo, te preguntas que te querrán vender, porque ninguno de tus amigos lo usa ya (eso si es que tienes teléfono fijo)
  7. Cuando haces llamadas telefónicas desde tu casa, marcas el '0' para que te de línea.
  8. Has estado sentado en el mismo escritorio cuatro años y has trabajado para 3 empresas distintas. O bien has estado en edificios de 4 compañías diferentes y tú siempre trabajabas para la misma.
  9. Tu jefe no tiene la habilidad para hacer tu trabajo.
  10. Cuando llegas a casa de alguien no le llamas al telefonillo, sino que le haces una llamada perdida
  11. No tienes suficientes enchufes en casa para todos tus aparatos electrónicos. Si pones a cargar el móvil tienes que quita el cargador de pilas, el MP3 o la Palm.
  12. Salir de tu casa sin móvil, el cual no has tenido los primeros 20, 30 o hasta 60 años de tu vida, te hace entrar en pánico y regresas a por él.
  13. Te levantas por la mañana y te conectas a Internet a leer elpais.com o tu correo antes de tomar tu café.
  14. Ntnds msjs cm st.
  15. Estás mirando alrededor para asegurarte de que nadie te ve que estas sonriendo enfrente de tu PC.
  16. Estás leyendo esto y te estas riendo.
  17. Peor que eso, ya sabes perfectamente a quien le vas a enviar este correo.
  18. Estás tan distraído leyendo que no te fijaste que faltó el número 9 en esta lista.
  19. Y ahora acabas de comprobar que efectivamente no está el número 9.
  20. Y ahora te estas riendo de ti mismo, de tu propia caricatura
  21. inmediatamente te pones a enviar este e-mail aunque sea al de al lado.

ASÍ ES LA VIDA...

viernes, 19 de septiembre de 2008

Derecho Legítimo

En la cocina del diminuto piso de setenta y ocho metros cuadrados útiles, según les vendieron, Paco y Maru discuten en torno a sendas tazas de café soluble y una única tostada untada con margarina de marca blanca. Son las ocho de la mañana. Paco está todavía en pijama y sin afeitar. Maru lleva el pelo sin arreglar.
—No sé porqué tengo que ir yo a la financiera, cariño. Si tú fuiste quien firmó la hipoteca.
—Ve tú, mi vida —le dice él—, el director quiere conocerte. Ah, recuerda que debes ir bien arreglada. Es para causar buena impresión.
—Pero si casi no tengo ropa —replica ella.
—¡No te preocupes tonta, que vosotras las mujeres con cuatro trapos estáis guapas igualmente!
—Eso, ¡trapos es lo que tengo!
—Mujer, ¿qué quieres que haga? Se llevaron la factoría al Kazajstán, que queda a tomar por culo de aquí.
—Sí pero podías haber conseguido otro trabajo ¿No? —se queja ella.
—Ya he buscado. Es que pedían muchos estudios. Pedían lo menos el bachillerato —se excusa él.
—¿Y tú no lo tienes? —interroga ella.
—No, sólo llegué hasta ESO —dice él bajando el tono.
—Dirás que te lo dieron para que te largases del "insti".
—¡Qué tiempos aquellos!
—¿Qué vamos a hacer ahora? —Maru vuelve a la carga.
—Y tú. ¿No habías hecho un módulo de peluquería? —contraataca Paco.
—Te mentí. Estuve haciendo sólo las prácticas y me echaron porque le quemé el cogote a la señora Górdez. Nunca te lo dije.
—Es igual. Ahora no vamos a hacer nada con eso —Paco le intenta consolar.
—Pero es que me da cosa.
—Mujer, te conviene salir. Hace meses que no podemos ir ni a coger el autobús.
—Lo sé. Pero es que sin ti es diferente.
—Mujer, es un hombre muy perfumado y bien vestido.
—Ay, Paco. ¡Que no! ¿Qué pasará?
—Insisto, Maru, el "señor" quiere verte.

Dos días antes había comenzado el drama. En el despacho de Financiera Struj, especialistas en refinanciación según rezaba en su letrero.
—Mire señor Martínez, don Francisco, con la cantidad de recibos que usted tiene pendientes de pago sólo me quedan dos alternativas: nos entrega las llaves y la escritura de su casa o, si lo prefiere, yo, modestamente estaría encantado de “conocer” a su esposa —le dijo melifluamente el financiero.
—¡No tiene derecho! Es ilegal —se quejó Paco.
—¿Por casualidad se leyó usted el contrato?
—Err., no. Yo sólo pude acabar “la ESO". El contrato no me atreví ni a olerlo.
—Pues lo pone bien clarito. Dice: "Si el prestatario incumpliese el pago de cuatro o más mensualidades, incurrirá en los supuestos previstos para resarcir al prestamista en el apartado B". ¡Ignorante! Le sigo leyendo: "El prestamista podrá, en cuanto existan los supuestos de incumplimiento, o falta de pago, ejecutar el derecho de pernada en el cónyuge o pareja de hecho del prestatario; y a la falta de éste, en la línea sucesoria en el descendiente del mismo o distinto sexo siempre que fuese mayor de edad". Es-to-es-el-de-re-cho-de-per-na-da, sr. Martínez. ¿Lo ha entendido?
—Pero yo no sabía esto... —Paco, a punto de sollozar porque no entendía nada.
—¿Su hija qué edad tiene?
Continuaba con los lamentos.
—No llore, sr. Martínez, si lo prefiere podemos ejecutar un seguro y así donará usted su cuerpo a la ciencia. Lo malo es que tendría que ser inmediatamente.
—Pero... ¿a mi familia le quedará algún tipo de paga?
—No. Usted no contrató el seguro de vida Premium. ¿Qué se ha creído?
Tras un silencio el hombre embutido en traje de buen paño volvió al ataque:
—Bueno, ¿se decide o no?

© Manuel Aljama, octubre de 2006 (revisado sept 2008)

lunes, 15 de septiembre de 2008

Él puede pero yo no

El y Yo © Manel Aljama Un Ford Mondeo de cinco años de antigüedad enfilaba la avenida principal pero en vez de seguir con su camino, Héctor, el conductor, dio un golpe de volante y giró a la derecha en la primera travesía.
—¿Pero qué haces? ¡Por ahí no es! —exclamó contrariada Mari Carmen su esposa que viajaba en el asiento de al lado y que le acompañaba. Él no respondió. Avanzó unos metros hasta detenerse a la altura de un centro polideportivo. En el patio exterior del recinto un armónico grupo de practicantes de judo ejecutaba las instrucciones que el maestro impartía. Sus trajes blancos contrastaban con el verde del césped haciendo un conjunto polícromo digno de ver. Con un frenazo brusco pero sin titubeos estacionó el auto en el primer hueco que encontró. Dejó el motor en marcha y se bajó. Se dirigió hacia el grupo y cuando estuvo enfrente de ellos y detrás de la verja, saludó marcialmente. Devolvieron el saludo.
—Si quieres algo, tienes que entrar. No vale quedarse al otro lado —dijo el maestro tras el saludo.
—¡Tío bueno! —exclamó una practicante amparada en el grupo. En el coche Mari Carmen se estaba empezando a poner nerviosa. Héctor repitió el saludo y tras volverles la espalda se volvió al automóvil.
—¡Claro! ¡A saludar a tus amigotes! ¡Siempre tienes que ser el protagonista! —imprecó Mari Carmen. El vehículo reemprendió la marcha. Héctor continuó sin responder a su compañera de viaje. Llegaron a su destino, un club de baile. Allí se dejaron llevar doblemente por el mambo y el pasodoble. Pero esa noche Mari Carmen se equivocaba con frecuencia y dijo:
—¡Hay!, Te estás equivocando —con la vista en los zapatos y sin mirar a Héctor
—Eres “tú” quien se equivoca —respondió Héctor, esta vez con seguridad y buscando a la profesora de baile que asintió con la cabeza.
—¡Siempre me haces equivocar! —Remató Mari Carmen contrariada—, No me dejas que me concentre.
La música prosiguió y tras la clase semanal los compañeros se reunieron como de costumbre en un bar de tapas. Allí la tensión alcanzó también a los amigos. Hubo varios tiras y aflojas y por fin Mari Carmen se salió con la suya. Le seguían la corriente porque pensaban que era cosa de la menopausia, aunque hacía muchos años que se comportaba así. Prácticamente desde que la conocían. A las doce de la noche, como en un viejo cuento y tras el cruce de miradas de algunos de los asistentes, se dio por concluida la velada.

Mari Carmen estaba irritada y no sabía cómo hacérselo saber a Héctor aunque puede que él ya lo sospechara. Ella estaba ya convencida que no había servido de nada apuntarlo a clases de baile de salón. Ni siquiera eso le había hecho cambiar. Él seguía practicando ese vicio de pintar cuadros al óleo. Y claro, además lo del saludo a los del yudo por la tarde. A pesar de que había dejado de ir a hacer judo, seguía viéndose con sus amigos y lo que era peor, encima tenía éxito con las chicas que había allí. Y ella era transparente para los hombres. Hasta en un chat que una vez probó tras un curso de informática en el centro cívico del barrio se quedó sola cuando confesó que tenía más de cincuenta y cinco años. Se atormentaba pensando que su marido nunca había dejado de ser un viejo verde, pero de los peores. Sus amigas no paraban de decirle, “Qué bien se conserva tu marido” o “Qué guapo está tu marido” o lo que era peor, “Tu marido está para que te haga un favor, ¿no lo compartes?”, “Yo posaría para tu marido, ¿no le falta una modelo?”. Sentía rabia de que él siempre fuese el protagonista en todo y ella una simple esposa que no recibía más que reproches y críticas por parte de todos. Con lo que ella se preocupaba por su hijo de treinta años que acabó abandonando la casa diciendo que no volvería más y que estaba harto de que le rallaran tanto. Y su hija, siempre hacía caso a su padre al que daba la razón. Ya en casa, a la vuelta del baile, Héctor y Mari Carmen contrastaban sus puntos de vista:
—¡Nunca me has ayudado en nada de la casa! ¡Yo siempre he cambiado los pañales a los niños! —dijo ella.
—¡Sí, con un cigarrillo en la boca! —respondió él con frialdad.
—¡Nunca me has apoyado en nada! —se quejó Mari Carmen.
—Porque estabas equivocada. No voy a estar siempre de acuerdo con todo lo que haces dices o piensas.
—¡Nunca has compartido tus cosas conmigo! —volvió al ataque ella.
—¿No? Fuiste tú quien se borró del yudo. Nunca has apreciado ninguno de los cuadros que pinto —se defendió con serenidad él. Ahora era ella la que guardaba silencio. Él prosiguió con un tono pausado y equilibrado digno del mejor equilibrio entre el yin y el yang:
—No has tenido constancia, te borraste tú y luego me obligaste a que me borrase yo para que no pudiera destacar. Pero ya era muy tarde, ya que me saqué el cinturón negro con mi propio esfuerzo, disciplina y tesón. Te has pasado la vida intentando cambiarme cuando la que tenía que cambiar eras tú. Has estado machacando los niños hasta que se han ido de casa aburridos.
—Eso, dales encima la razón. ¡Son cuervos! ¡Unos desagradecidos! —dijo contrariada Mari Carmen.
—Pero ¿en qué cabeza crees que cabe que a un hombre, Mari Carmen, un hombre de treinta años, tienes que llamarlo veinte veces para que venga a cenar? ¡Ya vendrá cuando quiera! ¿Acaso tenía que darte la razón cuando los castigabas sin motivo? —dijo Héctor sin llegar a chillar pero elevando un punto su tono de voz. Se hizo un silencio en la refriega y hubo algunos cruces de miradas. La cosa podía empeorar. Héctor volvió al ataque:
—¿Y cuando ponías cosas en mi boca que no había dicho? ¿Cuándo me llamaste para que dejara de trabajar y arreglara tu metedura de pata? No me dejabas opción. Y encima me culpabas a mí. ¿Sabéis lo que os pasa a las mujeres? —Mari Carmen parecía no mirar—, que la libertad os viene grande. Que no queréis asumir el riesgo de decidir y equivocarse. Sí equivocarse. Nosotros los hombres nos equivocamos muchas veces, pero lo admitimos. ¡Sí lo admitimos y no pasa nada! Ah, pero vosotras, vosotras preferís cargar el muerto a alguien, como es tan fácil.
—Ya, pero tú no me apoyas —respondió ella como si nada de lo dicho por Héctor fuese importante o serio.
—¿Y perdonar? Yo nunca he sacado trapos sucios de algo que había perdonado. Pero tú cada vez que te enfadas, te encuentras de mal humor, te duele la cabeza o yo que sé, me sacas cosas de hace más de veinte años. Ya no vale. Las niñas consentidas, a su casa. Las mujeres no sabéis perdonar. No habéis perdonado nunca. Lo veo cada día en mi despacho. Todas las clientas que se divorcian no se conforman con la vivienda, la custodia del hijo y una paga. ¡No!, quieren ver a su ex marido en la miseria. En vez de preocuparse por rehacer la vida o empezar de nuevo no, quieren asistir al sufrimiento de su ex —replicó esta vez un poco más alterado Héctor. Volvió un silencio muy breve.
—A ti lo que te pasa que quieres una mujer en la cocina —dijo ella sin mucha convicción—, siempre has vuelto tarde del trabajo. Antes de venir a casa pasabas por el bar y venías a las tantas.
—Yo llegaba tarde pero tú siempre estabas en casa. ¿Quién te manda estar tanto en casa? Pasas demasiado tiempo en casa desde que perdiste tu empleo. Además, ¿Tengo que pedir permiso a alguien cuando me paso diez horas en el bufete y al salir me apetece tomar algo? ¿Has venido alguna vez tú a buscarme para que fuésemos a otro sitio? ¡No! ¡No aquí en casa y con cara de pocos amigos! Te preguntaba qué te pasaba y no respondías —dijo Héctor otra vez con tono tranquilo.
—¡Tú me engañas! —cortó ella ya casi sin argumentos.
—¡Mírate tú en el espejo! ¿Qué culpa tengo yo de trabajar cara al público? ¿Qué culpa tengo yo de tener que ser simpático con los clientes? Con los que pagan. Yo me cuido, hago de deporte, tengo actividades. Tú ni siquiera lees. No haces más que ver el mismo cine, que a mi no me gusta desde hace años. ¡No me gustaba cuando éramos novios! Iba por que no te enfadases —respiró y continuó con más dureza que firmeza—, Cuando te he llamado desde el trabajo para salir me has dicho que no, que te dolía la cabeza. Siempre todos hemos tenido que ir detrás de ti, “¿Qué le pasa a Mari Carmen?”. Siempre haciéndote la víctima. Pero ya se ha acabado.
Héctor fue hacia el mueble bar, abrió el frigorífico y se sirvió una cerveza. Con el vaso en la mano se volvió a su esposa que estaba sentada en el sofá con la mirada perdida, como muchas tardes la encontraba a la vuelta del trabajo.
—Que sepas que me voy a hacer esa prueba y que además me voy a inscribir en el ejército, en la reserva activa. Tengo hasta los cincuenta y ocho para hacerlo. Ahora no es como antes. Ahora te contratan como un sénior para que des clases, no para escurrir el bulto. Haré el psicotécnico y lo pasaré, me contratarán y dedicaré quince días a mi país. ¡Qué criminal que soy! —explicó Héctor mientras se iba al vestidor a cambiarse de ropa. Aprovechó que las habitaciones de la casa estaban vacías para irse a un dormitorio para él sólo. Se tendría que ir preparando después de todo lo que habían discutido.

Mari Carmen durmió vestida en el sofá. Cuando despertó, Héctor ya se había marchado a su despacho. Seguía convencida de que su marido la engañaba. No podía quitarse de su imaginación esa idea. Si no, no había otra razón.
—Me ha engañado. Me ha dicho que se iba a hacer el examen y ya lo tenía hecho el muy cerdo. Me engaña, Sí, él puede, pero yo no —dijo amargamente Mari Carmen. Cogió el bolso y sacó un sobre. De él extrajo una carta que decía:

Apreciado Sr. Campillo

Felicidades. Nos complace comunicarle mediante este escrito que el índice de fecundidad obtenido del análisis practicado en las muestras de su esperma es superior al 90%. Es un honor para esta Unidad de Fecundidad Objetiva (U.F.O.) invitarle a participar, como cualquier joven de entre veinticinco y treinta y cinco años en los programas de donación de esperma. Un caso como el suyo, es digno de constar en los anales médicos. Para cualquier duda tenga la amabilidad de ponerse en contacto por teléfono con esta unidad.

Reciba un cordial Saludo.


© Manel Aljama (maljama) agosto 2007