jueves, 31 de octubre de 2013

La puerta




Siempre habían insistido en que no abriese la puerta. Ni tampoco acercase a ella. Pero para un niño que crecía en aquel sitio era más pura curiosidad que rebeldía. Crecí así, hasta los trece años en aquella enorme y lóbrega sala donde nos hacinábamos unos cuarenta individuos. El techo del habitáculo estaría a bastante altura, al menos así me lo parecía a mí. Yo calculo que sería de unas tres veces la talla de uno de los nuestros. En la parte superior había como unas rendijas por las que se colaba una luz mortecina casi siempre y a veces roja y otras amarilla o una mezcla de ambas.  Por esos orificios era por donde entraba el aire que nos hacía vivir y por donde se arrojaban unos grandes sacos que con el tiempo supe que contenían nuestro alimento. Nadie mencionaba la puerta. A la inocente pregunta sobre la entrada le correspondía siempre un silencio tras el que después alguna de las mamás cambiaba el tema contando un cuento nuevo o proponiendo otro juego para entretenernos. Así crecimos en el temor o el terror de pensar en la puerta.  Fue en el albor de la adolescencia donde adquirí consciencia de mi ser. Las luces oscilaban en color como un ritmo que nos separaba la vigilia del sueño. Admití como natural que los niños y los más jóvenes se agrupaban en una parte de la estancia y que los más ancianos se quedaban fuera del grupo justo en el otro lado.  Tampoco tenían explicación para eso. Era así y nadie lo discutía. Una noche perdí la inocencia. Vi descender un tentáculo blanquecino y pulposo. Uno a uno fue succionando a nuestros abuelos. No me asusté. Me pareció natural. Me sentí fascinado. Tomé una decisión. Abrí la puerta. Y me uní a mis auténticos padres, a mi verdadera familia. Todo pasó hace muchos siglos. Los habitantes de este planeta sufrieron una mutación que provocó la división en dos grupos. La antigua raza dominante pasó a ser la alimentación básica de los nuestros. Por un pacto no escrito siempre se elegían los bichos más viejos. Yo tengo otros genes y disfruto engullendo esos animales de dos patas, tengan la edad que tengan.

Este cuento fue publicado con anterioridad en la Revista Digital miNatura núm 95.
Se puede descargar aquí: Revista digital miNatura, núm 95

© Manel Aljama (mayo 2009)

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por visita y lectura. Hago lo que puedo, entre la novela y el facebook, voy muy mal de tiempo.

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Gracias por tu colaboración.