domingo, 4 de octubre de 2009

La sopa



Basilio notó, a pesar del grueso pijama de franela, la penetración de la humedad y el frío que provenían del colchón. Aunque, el olor acre había llegado antes a su pituitaria, que a sus piernas el empapado de las sábanas que tapaban el jergón. A sus ochenta y siete años aún conservaba en aceptable buen estado la mayor parte de los sentidos. Le servia para sobrevivir en aquel sitio que apenas podía distinguir; si todavía seguía siendo un geriátrico, como rezaba en el letrero que leyó en el momento de su ingreso, o tal vez se había convertido en una prisión o lo que podía ser aún peor, un manicomio lleno de personal insensible que los trataban con la frialdad y el escrúpulo del que frecuenta a los apestados. Sintió pánico, angustia y terror. Quizá le enviarían como castigo al cuarto de los desahuciados que esperan la muerte, como un alivio o una salida a la acumulación de dolores e incontinencias. O tal vez le pondrían en manos de una cuidadora nueva con tan poca experiencia como vocación. O puede que como mal menor, entre la variedad y severidad de castigos, no le cambiarían las sábanas en un par de meses. También pensó que si antes de todo eso, pasase a mejor vida, no tendría que sufrir el insoportable tufo a ácido úrico proveniente de la orina seca de otro. Porque algo le decía que esos meados quizá no fuesen suyos. No, él controlaba bien su vejiga y sus esfínteres. Pero no estaba del todo seguro. A veces aceptar las culpas resultaba un poco duro y tal vez cruel.

Supo entonces, en ese momento de miedo y soledad, que no debía de haber discutido con la directora del centro durante la cena de aquella noche. Y menos por una sopa. Que era costumbre añadir agua a los restos de sopa de semanas anteriores era sabido por todos los residentes. Pero lo que Basilio no pudo o no supo aguantar fue el intenso e insoportable olor a cloro que desprendía el pretendido alimento con el que aderezaba la mayoría de las noches de los ancianos internos. La directora rondaba la cincuentena y sus rasgos de feminidad tal vez se habían marchado hacía ya mucho tiempo, quizás con alguno de los frecuentes vientos que azotaban la zona. Su voz destilaba una mezcla de bilis y odio adobados con gotas de desprecio hacia los habitantes de la institución.
—¡Esta sopa está aguada y además desabrida! ¡No hay quien se la trague! —había dicho Basilio, con firmeza pero sin pensar para nada las consecuencias posteriores.
—¡La sopa está buena y es la misma que se sirvió la semana pasada! ¡No se entretengan! Ya saben que si tenemos que pagar horas extras al personal se lo cobraremos a sus familias. ¡Las quejas en el libro de reclamaciones! —fue la gélida y dura respuesta que se apresuró a dar la gobernanta del asilo para evitar un conato de rebelión. Nadie volvió a pronunciar palabra y se reanudó la rutinaria música que amenizaba cada noche el acto; el repiqueteo rítmico de las cucharas contra la cerámica de los platos.

La peste a enmohecido se mezclaba con los olores añejos, agrios de sudoraciones, acres de mingitaciones incontroladas que emanaban de cualquier habitación y que como una niebla invisible envolvía el recinto. A pesar de las ingentes cantidades de lejía o acaso un desinfectante aún más fuerte que los empleados derramaban sobre los suelos no conseguían erradicar la hedor persistente. Basilio probablemente en poco tiempo se moriría de tristeza y sin llegar a saber a ciencia cierta que la directora, como castigo, había hecho derramar en su lecho una de las innumerables cuñas sanitarias llenas de orina.

© Manel Aljama (maljama) enero 2009

16 comentarios:

  1. .

    Manel, en este post si que retrataste de manera perfecta la cruda realidad de los olvidados. Lo peor es que tal cual ocurre con los ancianos así con los bebés en ese tipo de instituciones.

    Saludos afectuoso,

    Ana Lucía

    .

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  2. Muy bueno!! Un retrato fiel y duro de la realidad. Un abrazo

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  3. Cuánta insensibilidad vuela alrededor de este tipo de anciantos. Sólo sentando denuncia a nivel público se pueden lograr cambios.

    Por acá también hay problemas de este tipo; pero se les batalla también con dureza. Al fin y al cabo, los pacientes son los uqe pagan por obtener buenos servicios... aunque sea los mínimos.

    Recibe un cordial saludo berlinés.

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  4. Manel, Basilio es el exponente claro de un tipo de personas abandonados por todos y en instituciones que no son tal. ¿Interés público?, parece que ahora el interés de la sociedad fuera, precisamente, deshacerse de los andianos lo más silenciosamente y lo más ocultos posibles.
    Han cerrado ya demasiados centros de este tipo como para que tu historia no arañe y duela.
    Me gusta Basilio, sigue siendo un rebelde.
    Bicos.

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  5. Un personaje muy rico y real. Una historia que deja un sabor amargo y triste, pues sabemos cuántos ancianos viven en situaciones similares, con muy malas gestiones y un abandono total de sus familiares. Un buen relato que estremece.
    Besos.
    Carmen

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  6. Terrible realidad que nos traes y que no debemos olvidar, que para allá vamos todos. Felicitaciones Manel por el relato tan bien logrado, me voy con un sabor amargo y hasta un olor a orines

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  7. Es una historia que huele fuerte, apesta a viejo, orines, y sopa rancia. Apesta a una sociedad cada vez más podrida y olvidadiza. Basilio es el pobre viejo refundido en un instituto que hay en cualquier lugar del mundo. Es su historia la de muchos. Llenaste de matices el relato y no cabe duda que tocas la sensibilidad del lector. Me gustó leerlo y vivir con el viejo uno de sus amargos días de anciano.

    Gracias por la invitación.

    besos

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  8. Vaya con la gobernanta, abusar de nuestros mayores solo por el simple hecho de decir que la sopa estaba aguada, dura realidad que actualmente ocurre muchas veces.

    Las personas mayores merecen un respeto, y estan en su derecho a decir lo que piensan, y si no les gusta la comida no tienen porque tragarsela, y no tienen porque aguantar las
    malas costumbres como la gobernanta.

    Has hecho un buen trabajo en poner la dura realidad en tu blog, te felicito.

    Un abrazo
    RIMC

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  9. Comentar sobre este texto es, decir que, es un relato muy acertado en su composición, muy bien escrito, y, que con sólo dos personajes, has descrito la lamentable situación que viven muchos ancianos/as en sus últimos años, y que desgraciadamente viviremos cuando no nos podamos valer por sí mismos, si llegamos.

    Comentar sobre el tema es difícil, hasta el punto de que, dependiendo de la sensibilidad personal, del momento emocional que se viva, y de la edad que se tenga, puede ser muy doloroso.

    Personalmente, creo que, si la ciencia ha alargado los años de vida, es exigible que, la vida en esos años sea digna. Una vida tratada con deferencia, con respeto y con amor, y de ser posible en el seno de la familia. Pero, en esta sociedad tan artificial, tan acelerada, tan deshumanizada en la que vivimos, es muy difícil incluso para los que tienen hijos, evitar verse arrinconados como muebles viejos en un desván, en un lugar llamado ASILO.

    Creo también, que siendo cierto que (en muchos casos) los hijos, o familiares más directos, no pueden atender a sus mayores personalmente, sí que pueden ejercer una vigilancia a esos centros y visitar a sus mayores con frecuencia. Pero en muchos casos no se hace.

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  10. Fuerte y remendo, se ha ido encogiendo mi alma conforme leia, desgraciadamen hay lugares en que suelen tratarles tan mal como sabemos todos...
    Me has erizado la piel Manuel, te felicito por el relato
    Un abrazo
    Stella

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  11. Que buena descripción y que buen final. Crudamente cierto y con un final imprevisible.
    Un saludo cariñoso

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  12. Lleno de olores, como la India, lleno de miseria, como la India y lleno de dolor, como la India. La lástima es que lo que tu tan magistralmente relatas no sólo debe pasar en la India.

    Precioso relato, si se me permite el término.

    Saludos, majete y gracias por tus generosísimas palabras en mi blog.

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  13. Se me hace un nudo en el corazón cuando leo cosas como esta. Has hecho un texto buenisimo , pero lo mas importante es que has plasmado la realdidad de muchos de esos sitios.
    La pena , la culpa y la impotencia me atacan con dureza al leerlo, y el miedo,ese miedo de sber que seguramente sea yo una de los habitantes futuros de tan tristes sitios.

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  14. Estremecedor y real, en cualquier rincón del mundo. Literalmente hierve la sangre al leerlo!.

    Un trabajo profundo, excelente y que llega directo al corazón.

    Cariños.

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  15. Llevo ya cinco meses viviendo un asilo dia a dia -ahora llamado residencia de mayores- y desde luego ya no era como antes, pues hoy día y gracias a Dios esto ya no ocurre en nuestro país. Sin embargo, te diré que a nivel de trato personal todavía hay alguna bestia que los trata de forma, digamos...no deseable.

    Fuerte e interesante relato Manel, por que todo cuanto hablas pertenece a la parada previa que hemos de hacer todos antes del final de viaje.

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Gracias por tu colaboración.