martes, 31 de mayo de 2011

Cada vez más fuerte


Los cortinajes tapaban la ventana. Más que nada para hacer creer a los que estaban fuera que dentro del edificio no quedaba nadie. Pero lo sabían igualmente. Sabían que allí se escondía su enemigo. Lo habían tolerado nueve meses, quizá nueve años de decadencia y de obediencia; atemorizados por el miedo. Ya no tenían miedo, habían descubierto que el miedo no existía y ni siquiera se podía medir. El sol templado de la tarde de mayo manoseaba los ventanales como intentando dar ánimos y alegría a toda la multitud con su reflejo dorado. Necesitaban esos ánimos, esa ayuda en ese momento que las cosas habían llegado al extremo de ahora o nunca. Mientras, en el interior, o mejor dicho detrás de los polvorientos estores, el sudor había dejado completamente empapado a aquel hombre de pocos cabellos ya blancos. Tenía el aspecto de haber sido un melenudo, un hippy. Pero no, estaba al otro, lado, en la cima. No se atrevió ni a acercarse a la ventana. Permaneció sentado en su mesa de despacho, quieto como paralizado. Su pensamiento viajó al pasado, tal vez lejano o puede que mucho más cercano. Le vino a la mente una mezcla de frases, proclamas, canciones pero poca cosa más. Ni siquiera un gesto, ni una caricia, ni una sonrisa. Nada que fuese alegre. Sin familia, completamente solo. Se volvió y encontró un retrato de no hacía mucho en el que aparecía él junto al presidente del gobierno y demás autoridades. El murmullo se convirtió en un ruido en el que de vez en cuando se podía escuchar algún grito y hasta aplausos. Se clavó en la silla. El griterío era cada vez más fuerte. Antes no se podía distinguir nada. En cambio ahora, creía escuchar con total nitidez que decían algo como, "fuera la policía de la universidad", "fuera la policía de la universidad".
Total ya estaba todo hecho. Cagado de miedo había hecho de tripas corazón apenas hacía quince minutos. Había pulsado el botón de un teléfono prefijado. Era el de la policía donde, se había identificado como rector de la universidad y había solicitado la ayuda de los antidisturbios, de todos los antidisturbios, incluso del ejército si fuera necesario.

© Manel Aljama (mayo 2011)
Foto sacada de facebook y a la vez montaje de dos situaciones histórica. Autor desconocido.

sábado, 21 de mayo de 2011

Las Acampadas y otros apuntes del día


Leo en la prensa, en las cartas de los lectores, una opinión pesimista que sostiene que esa protesta en las plazas de las capitales de España, es inútil y que tras las elecciones el interés caerá. Pienso que es una muestra de espíritu negativo digno de los que pierden el partido antes de empezarlo. Lo más importante de la protesta es CONCIENCIACION y lo otro, ya vendrá. Pues no se va a detener o no va a haber quien lo pare: se han sumado gentes de todas las edades y ya no son cuatro estudiantes anti-sistema.

No es como mayo del 68 en que se pedía "lo imposible" y se lanzaban adoquines a los agentes. Aquí se piden cosas justas, lógicas, tangibles y reales. La gente está cansada de votar cada 4 años y que el resto del tiempo no se les vuelva a pedir opinión. Esto tiene que acabar. Los dirigentes tienen que someterse a quien les mantiene y vota. El pueblo está en un sitio y los políticos (desde hace ya décadas) en otro. Pues organicémonos y dejémolos solitos, como cuando uno cambia de tienda o de bar.

Algo que también está obsoleto es la ley electoral que prohibe publicar encuestas (que por otro lado están dirigidas a favorecer a quien las encarga) y sondeos. Pero si no hace falta publicar nada, podemos visitar la web de un períodico extranjero y ver las encuestas en tiempo real. El día de reflexión es otra muestra de inutilidad de la ley.

Sentido Común
Leo en la prensa que peligran miles de tiendas de electrodomésticos y que "los expertos" (sic), sugieren que se dediquen más al posventa. Si es de cajón. Han renacido zapateros remendones, costureas y demás trabajos olvidados. Los electrodomésticos hace tiempo que iban a la basura en la primera avería...
Al menos una primera reparación antes de desecharlo, ayudaría a la naturaleza ¿no?

© Manel Aljama (mayo del 2011)
© Ilustración QUINO (tira de Mafalda)

jueves, 19 de mayo de 2011

Là à gauche



Se tocó el estómago nada más cerrar la puerta tras de sí. Últimamente encontraba las comidas de Brasserie Lipp un poco más pesadas de lo normal. Era obligatorio asistir. Podrían pensar que había tomado el camino de la disidencia. Ahora tenía que coger el metro y acercarse hasta la Place de la Concorde. "No es precisamente el sitio más discreto para citarse", pensó. Todavía pululaban en sus oídos las sirenas y los silbatos de la policía. Pero los latidos de su corazón, a mil revoluciones, y aquel suave tacto de la piel de Suzanne podían más. Mientras ellos, escondidos, se entregaron al jugueteo amoroso, sus correligionarios no dejaron un sólo adoquín sobre el asfalto. Por fortuna las cuatro viejas que habitaban aquel patio de vecinos estaban más pendientes de los enfrentamientos en el Boulevard de Montparnasse que de lo que dos jóvenes podían hacer o descubrir con sus cuerpos. Nadie les oyó. Con largos besos acallaron sus gemidos. "Quizá el riesgo o la novedad le excitaron entonces" —pensaba—, o "tal vez no le gusté lo suficiente" —se castigaba. Habían encontrado por casualidad aquella bocacalle y una de las puertas sin cerrar. No dudaron en perderse y dejar a otros la revolución. No se volvieron a ver. Él retomó sus actividades contestatarias que ahora eran un poco más clandestinas. Caminó despacio, casi sin ganas. En una pared todavía estaba la pintada que decía "Sous les pavés la plage" (bajo los adoquines, la playa), pero Gerard ya había comprobado que bajo los adoquines no había agua, tan sólo arena sucia. Y si descendía aún más, el único líquido era la suciedad de la alcantarilla. No podía quitarse de la cabeza el tacto de los senos de Suzanne, con sus manos aprisionados bajo el jersey. Ni tampoco sus labios carnosos y sonrosados, presa de la excitación. Al otro lado de la tapia, gritos, golpes y ulular de sirenas. Los jadeos del amor quedaban ahogados por la batalla. En una marquesina de anuncios, junto a la estación del metro se podía leer "Soyez réalistes, demandez l'impossible" (sed realistas, pedid lo imposible). Pensó que le volvería a pedir para salir. Aunque no se ponía al teléfono cuando la llamaba a su trabajo y tampoco estaba cuando la llamaba a la residencia de estudiantes que decía que dormía. De hecho, cuando indagó un poco más, supo que hacía mucho que pasaba por el dormitorio comunal.
Al llegar al lugar de la cita, en medio de turistas y gendarmes amables, recogió el paquete con las octavillas. Ciertamente era el lugar más seguro para este tipo de intercambios. Volvió a la mansarda que hacía las veces de résistance (resistencia) y comité de dirección. Tras el cierre La Sorbonne no tenían donde ir. En cuanto acabó el encargo se dirigió otra vez al Café de Flore.
—Ahí, a la izquierda —había dicho ella nada más localizar la portezuela que daba al patio interior. El callejón no era muy seguro. Él la siguió como un corderito y en su mente volvió a repetir la historia.
Y allí estaba él plantado y sólo metido en sus pensamientos y en el olvido. Removía con fuerza y monotonía la cucharilla mientras en la mano tenía un Gauloises encendido. Las volutas anidadas formaron la figura Suzanne. ¿La volvería a ver? —se preguntó—, mientras ponía la mirada en el infinito y se sumergía otra vez en los recuerdos.

© Là, à gauche(ahí, a la izquierda). Manel Aljama (septiembre 2009)
Fuente de la fotografía internet, Cartier-Bresson.
Si alguien me lo dice lo rectifico
Publicado con anterioridad en este blog
Là à gauche el 17 de octubre de 2009

miércoles, 11 de mayo de 2011

La La La tuvo su tiempo


Iba a empezar este artículo sobre la participación española en Eurovisión con “no se merecía quedar en penúltima posición”.

La geopolítica no necesita ser demostrada porque ahí está: los países nórdicos se votan entre ellos, de la misma manera que las antiguas repúblicas soviéticas hacen lo mismo que Grecia, Turquía y Chipre, ser buenos vecinos, al menos en Eurovisión.

Esta vez la representación española se había esforzado a conciencia con un buen tema que me recordó en algún aspecto al “La La La”, un bonito vestido y una interpretación excepcional. Todo eso se estrelló contra la geopolítica.

¿Solamente la geopolítica? Creo que no, que hay algo más. La canción de Lucía Pérez hubiese ganado sí, pero en 1968. Y es que en el 68 no había 43 países que en su totalidad miran al mercado musical anglosajón. Creo que Massiel no hubiese ganado en estos tiempos de música en inglés cortada por el mismo patrón rítmico. Si España quiere hacer algo más en Eurovisión tendrá que renunciar a la lengua del estado y cantar en inglés. Ya no estamos en el 68 con playas, sol y muslos alegres cantando “La La La”.

© Manel Aljama (mayo 2011)

domingo, 8 de mayo de 2011

Adiós, Granada , adiós


En una colina al atardecer, enfilando las Alpujarras; dos figuras contemplaban el valle que se extendía a sus pies. Soplaba un viento seco y cálido a pesar de que era el mes de enero. Los rayos del Sol de esa hora les caían como lanzas fatales que aumentaba aún más su cansancio. Reinaba el silencio. Una de las figuras empezó a gimotear. Giró su cabeza a izquierda y derecha. Rompió a llorar.
—No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre —le espetó la otra figura que hasta entonces había guardado silencio. Recibió un llanto de damisela por respuesta.
—¿Por qué te peleaste en Guadix contra tu padre? —continuaba hierática y serena la figura de estatura más baja.
—¿Por qué aceptaste la ayuda de esos repugnantes Abencerrajes?, ¿eh? —el acoso era implacable.
—Pero tú estabas de acuerdo —respondió entre sollozos.
—Mi casa, las casas de mis hijos, las casas de los hijos de mis hijos, ¿qué haré yo?
—Llorar.
—Mis joyas, las joyas de mis hijos, las joyas de los hijos de mis hijos, ¡ah!, ¿qué haré yo?
—Llorar...
—Mis caballos, los caballos de mis hijos, los caballos de los hijos de mis hijos, ¿qué haré yo?
—Pues...
—Mis ropajes, mis vestidos, los vestidos de mis hijos, los vestidos de los hijos de mis hijos.
—¡Llora de una puñetera vez!
—Los vestidos de mi mujer, los vestidos de sus sirvientas...
—¡Sigue, sigue, tú a lo tuyo! —algo contrariada.
—Las sirvientas...
—¡Pues venga, desahógate de una vez!...
—Mis hijos, los hijos de mis hijos, triste de mí ¿Habibi, qué faré-yo o qué serád de mi mibi?1
—¿Pero qué dices ahora? ¿Hablas ya como ellos? ¡Llora, chico, llora de una puñetera vez!
—¡Ah, basta ya, sólo me dices que llore!
Boabdil el chico volvió a mirar de soslayo su Granada. Aixa, su madre, envuelta en ropa vieja y polvorienta repitió el mismo gesto. Tras unos instantes, él siguió gimoteando, ella volvió con la letanía:
—Llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre.
—¡Ay!, madre, perdóneme pero es que me está dando la brasa.
—Mira, la brasa me la has dado tú, maricón. ¡Mira que jugártelo todo en el Casino Granada!, ¡cabrón!, ¡tira para casa, mal hijo! Yo no te voy a tocar, pero tu mujer...
En la guantera del auto una barra de chocolate Sultana se derretía. El viejo y destartalado Renault 4 enfiló otra vez la carretera dejando un rastro de polvo mientras el Sol se ponía definitivamente.


© Manel Aljama (maljama) octubre 2006
Fuente foto: internet
(1) Traducción y adaptación de una Jarcha en mozárabe: ¿Amigo mío, que haré o que será de mí?