Publicado anteriormente el 27-20-2010 http://manelaljama.blogspot.com.es/2010/11/vacaciones-en-el-mar.html
La muchedumbre multicolor accedía sin grandes problemas a la plataforma principal. Por los altavoces se escuchaba una músicas suave, cansina e impersonal de esa que suele haber en las consultas de los dentistas. De vez en cuando por los altavoces anunciaban: "Bienvenidos al Princesa del Pacífico 2, el crucero más moderno y cómodo del océano. Siéntanse como en su casa. En breve zarparemos con destino a Honolulu". Dos figuras de mediana estatura se habían apartado del grupo y contemplaban el lujo de las columnas y la tapicería de la embarcación. Comprobaron que se asemejaba más a la nave central de una gran superficie comercial que al crucero de lujo que vieron la agencia de viajes del club de jubilados Golden Down.
—¿Crees que tendremos suficiente con un único talonarios de cheques, Wilbur? —preguntó la figura femenina con su faz llena de arrugas, parapetada con unas enormes gafas de concha de color amarillo y embutida en ropa que podría ser de su hija.
—No sé, Carol, sólo el pasaje se ha llevado buena parte de los ahorros... —respondió ala figura femenina enseñando al hablar una dentadura tan blanca como artificial.
—Es normal, el bufete es libre y podemos comer, digo puedes atiborrarte de todo lo que te apetezca Wilbur.
—¡Qué menos! —Exclamó su marido—, por lo menos pondrán buena música, ¡ya sabes!
Los altavoces volvieron a la carga: "No se pierdan esta noche el show de Johnny Perry su orquesta. Todos están invitados al show Los grandes éxitos de Frank Sinatra". Y empezó a sonar una versión de "New York New York" no apta para diabéticos crónicos.
Una vez habían llenado el escaso camarote con todos sus enseres se vieron en la obligación de salir de compras. Se habían dado cuenta que el crucero no estaba pensado para quedarse en el diminuto compartimento, sino para gastar todo su dinero durante todo el trayecto. Ya habían zarpado y la fiesta de bienvenida estaba en su apogeo. Así, una patulea de sesentones se entregaba a la liturgia del baile salvaje y espontáneo o puede que sólo combatiesen a pisarse callos y ojos de pollo. La orquesta de Johnny Perry tocaba de todo, tecno, blues y el cantante imitaba con el mismo registro desde Elvis Presley hasta Frank Sinatra. No había pasado una hora cuando habían devorado toda la pitanza haciendo alarde de gran facundia. Al lado de la comida de Golden Down esto era un manjar de gourmet. A penas quedaba comida sobre las largas mesas y el cansancio había empezado a hacer mella entre el gentío. Por los altavoces empezó a sonar una melodía quisquillosa al estilo "dreams, dreams dreams..." Con la musiquita de fondo una voz melosa anunció que por causas ajenas a la organización el destino no iba a ser Hawai sino el Caribe y que ya habían puesto rumbo hacia Panamá para atravesar el canal.
—¡No lo soporto! —se quejó uno, musculoso de brazos y delgado de radiografía a la vez—, ¡Noo, diosss, es lo que ponían cuando estuve preso en Vietnam! ¡Un infierno, esto es un inferno!
Agarró una botella de ponche y la rompió contra una columna. La enarboló como un arma.
—¡Esto es injusto!
—Hemos pagado mucho dinero. ¿Dónde está el capitán?
—¡Me niego a acercarme a Cuba! ¡Está lleno de vietnamitas! ¡Los puedo oler! —Añadió el de la botella en ristre— ¡No quiero ir allí!
—¡Organicémonos! —clamo Wilbur enseñando sus relucientes piños.
—¿Dónde podemos conseguir armas?
—Yo tengo algo que os puede servir —respondió un hombre menudo pero de complexión atlética y entrado en canas—. Venid a mi camarote.
Resultó ser un cocinero aikidoka que se había traído su panoplia de cuchillos y había conseguido camuflar varias katanas. Se repartieron en comandos de no más de cuatro o cinco hombres para hacerse con el control de la embarcación. El exmilitar acompañado de otros más mayores que él se dirigieron hacia el puente de mando. Se encontraron con un oficial que al verlos de aquella guisa exclamó
—Pero abueletes... ¿dónde va así? Ja ja si parece que...
No pudo acabar la frase. Un certero toque de llave inglesa en la sien lo había dejado fuera de combate. Fue fácil hacerse con el control del barco. Uno de los amotinados había sido marino hasta hacía poco y logró desconectar todos los elementos de control que los hiciesen localizables y se cuidó mucho de activar el escudo antirradares que esquivaban todos los barcos desde la antigua Guerra del Golfo. En pocos minutos la totalidad de la tripulación yacía adormecida y atada como morcillas en la bodega del barco. Para ello habían empleado desde cinta de embalaje hasta cortinas de los camarotes. Les habían hecho ingerir una buena dosis de somníferos que habían encontrado en la enfermería del transatlántico.
Lejos de allí interrumpieron al presidente, el cual estaba encerrado en su despacho oval entregado a un ritual animista para mirar de arreglar la precaria situación económica de la nación...
—¡No les tengo dicho que no me interrumpan cuando estoy reunido! —se quejó.
Los dos asesores se miraron con cara de no entender. El jefe del estado les dejó que explicasen el motivo de tanta urgencia.
—Dejen que pase el tiempo y luego que se den definitivamente por desaparecidos. Así sus familiares podrán arreglárselas con la compañía y las aseguradoras. Ah, informen que es cosa de los talibanes... como siempre.
—No entiendo.
—¿Es que está sordo? Le repito que no aparezcan nunca más ¿entiende?
Mientras tanto en el barco reinaba una dicharachera camaradería
—¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿A Hawai?
—!No! Sería el primer sitio donde nos iban a buscar —respondió el nuevo capitán—. Vamos a Puerto Vallarta en México. Nos quedaremos allí.
—¿Y el barco?
—Lo vendemos a los de allí y ya se encargarán de hacerlo desaparecer...
—¿Y la tripulación?
—¡Ja! Esos son todos mercenarios. Allí encontrarán trabajo sin dificultad. Cuando se enteren que su compañía había quebrado cinco minutos antes de empezar el crucero...
© Manel Aljama (octubre 2010)
foto Sea Princess origen internet.
Ya te lo comenté en su día y me encantó. Un abrazo, viajero.
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