Cuando votamos para elegir nuestros representantes democráticos, lo hacemos para elegir un administrador honesto y no quien nos va a dar órdenes o decir cómo o cómo no debemos pensar. El gobernante que no escucha a la gente, que tiene todo el derecho de expresar su voluntad, siempre, y sólo está al dictado del banquero o las cuatro grandísimas empresas que le sobornan y le dan trabajo es o un sinvergüenza o tiene un grave problema cognitivo para discernir la realidad.
Catalunya y País Vasco no han sido nunca tierra española por voluntad propia. Guerras y ocupaciones han intentado a lo largo de la historia enterrar sus legítimas aspiraciones.
Cuando en la Via Catalana participan dos millones de personas merecen que se les escuche y no se les ridiculice.
Una constitución no puede ser nunca un arma para prohibir las legítimas y pacíficas aspiraciones de un pueblo. Y no se trata de levantar muros, que Catalunya es tierra de acogida y es catalán todo el que vive y trabaja en Catalunya. Y no valen demagogias baratas para contentar mentes simples: nadie se tiene que ir porque se haya cambiado el administrador de un territorio.
© Text Manel Aljama
© Dibuix Ferreres
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