miércoles, 2 de diciembre de 2009

El catecismo





El sitio era oscuro, incómodo y hacía mal olor. La decoración asustaba. El ambiente estaba muy cargado, prácticamente era irrespirable. El niño se resistía pero él permanecía impertérrito:
—He dicho que de rodillas.
—¡Hay! es que me hace daño y me duele...
—¡De rodillas!
Se hizo un silencio pero al poco volvió a insistir:
—¿Cómo te llamas?
—Miguel —respondió la criatura casi con un hilo de voz, sin fuerzas casi.
—¿Miguel qué? —le interrogó.
—Miguel Caracol, señor
—Caracol ¿eh? ¿Y sabes de dónde viene tu apellido?
—¡No señor!
—Viene de muy antiguo, de cuando las tierras de España estaban invadidas por los moros. Las familias pobres y sin tierras, que llevaban “la casa a cuestas”, ocupaban los terrenos que los musulmanes abandonaban en su huída. Como ves, no viene sólo de que tu familia sea pobre.
Miguel no había entendido casi nada de la disertación.
—Veamos —volvió al ataque—, ¡Habrás hecho cosas malas! ¡Cuéntamelas!
—Yo ¿cosas malas? no.
—¿Cómo que no? Si yo te contase lo que hizo tu abuelo en la guerra. Él ya no está pero tengo al pequeñajo y pagarás por él —dijo mientras le pellizcó la mejilla.
—¿Pagar señor? Si yo no tengo dinero. Me han obligado a confesarme y no sé lo que es. Yo no he hecho nada malo...
—¡Silencio! insolente niñato. ¿Cómo te atreves a replicarme?
—¡Hay! me hace daño —se quejó el pequeño mientras intentaba zafarse de la enorme mano que le asía por el hombro y le obligaba a mantenerse de rodillas.
El adulto zanjó la cuestión propinando un pescozón al chaval. El niño devolvió la mirada, con ira. Se encontró un demonio, con gafas de pasta gruesa y lentes de muchos aumentos que deformaban los ojos hasta hacerlos casi demoníacos. Un pelo entre negro y gris, esculpido a navaja de líneas rectas que más bien parecía estar pintado que vivo. Llevaba aquel agresor timorato un enorme vestido negro, a modo de tubo que le cubría de pies a cabeza, con una enorme bragueta de botones también oscuros. El pequeño sentía arcadas del nauseabundo tufo que desprendía su indumentaria.
Después de propinarle dos bofetadas y varios zarandeos el párroco miembro de la comisión "Dejad que los niños se acerquen a mí", se sintió satisfecho pues arrancó al muchacho una buena confesión. El pobre niño que nunca había mentido se vio obligado a reconocer que odiaba a su hermanita más pequeña y que envidiaba a los niños de familias pudientes del barrio. Sabía que mentía pues eso lo decía el catecismo que le habían dado aquellas señoras después de la escuela. Aceptó la penitencia que le impuso el cuervo con sotana antes de que le lloviesen más hostias. El muchacho deseó crecer y ser fuerte para poder algún día devolverle al miserable hombre de negro aquella paliza. No se salió con la suya. El párroco murió de un ataque de apoplejía en pleno sermón el día de las primeras elecciones democráticas de 1977.


© Manel Aljama (noviembre 2009)
Fuente ilustraciones internet
El relato contesta, complementa (espero) a El origen del rencor de Andrés Hernández

13 comentarios:

  1. RIP, QEPD...etc., etc....Y PARA SIEMPRE JAMÁS.
    Me niego, no quiero más historias en las que soy yo el protagonista. Angustiosas historias en las que nos vemos reflejados toda una generación y que tan de cerca nos toca, tanto que es como si de una biografía se tratara. Todos los detalles, la ambientación, los olores, la estética...todo nos retrotrae a una oscura época en la que los niños no éramos nada sino marionetas que se movían al impulso caprichoso de seres detestables como ese cura, como los que yo conocí, como los que abundaban en su inmensa mayoría: inquisidores que odiaban a los niños, a sus padres, a los rojos...a todo dios que se meneara y saliera fuera del redil de sus dogmas arcaicos.
    No quiero más recuerdos de aquel tiempo... ¡Basta o me volveré loco!

    Bueno, aquí me he pasado un poco pero algo de teatro siempre va bien para dar más realce a las cosas.
    Otro de tus retazos; años sesenta (y primeros de los setenta) que nos hacen echar la vista atrás y recordar lo que no debería repetirse (y que sin embargo, aún hoy en día, muchos añoran) ¡Que se jodan!
    ¡Qué alentador que muriera el pecador en ese día tan señalado y esperanzador para todos y tan fatídico para los de su ralea, ya que se les empezaba a desmoronar el tinglado. ¡Que se jodan ellos también!
    RIP.

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  2. Andrés,

    He recreado algo de mi, la primera confesión que me arrancó a tortazos un cabrón de los del "dejad que se acerquen a mí".

    Aunque resulte pesado, es conveniente no olividarse NUNCA de los CRIMENES que esta gente ha cometido. Detesto las religiones y en especial la católica apostólica y romana. Cada vez que salen a manifestarse utilizando a la masa y los creyentes se revuelve el estómago de que ellos, se hagan pasar por defensores de la vida y de lo bueno y lo normal.

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  3. Leyendo este cuento, el que diga eso de "cualquier tiempo pasado fue mejor" no sé lo que merece.
    ¡Qué recuerdos! Por suerte nunca tuve que confesarme así, pero si que fui a un colegio de monjas, y eso de que la letra con sangre entra puedo decir que es verdad, y con humillación, por suerte, mi madre me sacó pues querían que repitiera primero, y en un colegio público, con un examen se demostró que yo estaba para pasar de curso. Cierto, es que duelen algunas cosas del pasado, pero tampoco debemos olvidarnos de lo que sucedió, para al menos trasmitirlo y evitar de esa forma que algunos comportamientos desproporcionados, y con muy mala intención, no se repitan. Excelente cuento, pone los pelos de punta.
    Besos.
    Carmen

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  4. Bestial relato. Manel. Sin embargo lo creo a la perfección, pues soy de aquella época y, efectivamente, era época de extroardinarios cabrones que se amparaban detrás de la sotana para mandar en el pueblo donde ejercían. Allí gozaban de un alto poder en cualquier ramo. Todo el mundo lo respetaba hasta límites nauseabundos. Lástima que en aquellas fechas no se sabía bien lo que hacían, porque si no...

    Un abrazo.

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  5. me recordaste a un tal cura Hasbún y otro de apellido Medina que todavía en mi país rezan centenares de padrenuestros para que Pinochet resucité o incluso haciendo una concesión de credos se reencarne en algún coronel o general.
    Un abrazo.

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  6. EStoy de acuerdo que hay que seguir escribiendo y reflejando realidades, aunque estén un poco lejanas, para no olvidar. Y, no olvidar, para no repetir.
    Como contrapunto (sé que en tu historia terrible hay mucho de verdad), tengo que reflejar aquí y ahora, otra sotana conocida por mí y un cigarro en la comisura de la boca. Cualquier persona que se llegara a su casa, tenía un bocado que él se robaba a sí mismo. Era don Manuel y hubo algunos.
    No puedo ni pensar en la escena que cuentas.
    Bicos.

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  7. Manel,

    Siempre excelente tu narrativa. Como dice uno de los comentarios, muchas de tus historias las podría uno aplicar a su propia vida, como porpias experiencias

    La historia de la preparación para mi primera comunión fue crítica también, pues para indicarnos que era "un sacrilegio", la monja nos dijo que era cuando un masón entraba a una iglesia, profanaba el sagrario para sacar las hostias y apuñalarlas y que hasta sangre de ellas brotaba...

    Otro recuerdo de aquella infancia, cuando nosotros siendo muy pequeños, nos llevaban a la devoción del rosario de la aurora (todos los días del mes de mayo a las cinco de lamañana) pues ¡qué pecado no hacerlo! de pronto podíamos ir al infierno. Desde esa edad nunca creí y fui armando a través de tantas cosas, mis propias creencias. No soporto el ritualismo devocional... De esa época me quedaron sin número de alergias que conservo con gran gusto.

    Besos,

    Ana Lucía

    .

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  8. Me gustó leerte. Pareciera como si hubieras vivido algo parecido porque suena bastante real tu cuento.

    En todo caso, también hay, por suerte, buenos y limpios sacerdotes, por dentro y por fuera.
    Te dejo un cordial saludo berlinés.

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  9. Duros momento para el niño que aprende la maldad justamente donde tendría que haber bondad, ironías de la vida. Un abrazo cariñoso al niño dulce que hay en ti.

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  10. MANEL, durísima la historia, cruel, y lo peor es que suena a real como la vida misma, !asqueante!... mi suerte es que no he tenido apenas relación ni con curas ni con monjas, mis padres me pusieron en el colegio del barrio que era un colegio público corriente y moliente, y de allí, al instituto, donde, ni siquiera era religiosa la profe de religión... pero entiendo, que hayan de escribirse relatos como éste llenos de realismo, en donde se refleje una realidad que no debe quedar solapada por el paso del tiempo.

    Un besote, por supuestisimo, de los gordos

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  11. Y bueno, al parecer todos tenemos algo que contar de los catecismos no?
    Yo tampoco estoy ajena a estos hechos, personalmente nunca vi nada anormal cuando acudía a esa escuela que le llamaban así. El cura de turno no dejaba de hablar sobre el pecado y como arderíamos en el infierno si osáramos a desobedecer las reglas...etc,etc.
    Y ni se había percatado que yo le había pillado levantándole las falda a una vecina...ays, qué cosas, de todo hay en la viña del señor.


    Como siempre ,un placer pasearme por tus letras.

    besitos
    soni

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  12. Me heló la sangre el relato y me hizo recordar imágenes del cole, donde había que levantarse cuadno entraba el director al son de un "avemariapurisima" y responder bien altito "sinpecadoconcebida", recordar cómo la querida señorita Aurelia nos metía debajo de su mesa si no traiamos flores a Maria en mayo, y allí nos popnía sus pies encima, zapatos incluidos, como si fueramos alfombras.

    Recordar eso sí , que en mi parroquia sí existian cuaras buenos, esos que llamaban rojos, y que aún llaman, y que metian en la carcel cada dos por tres por ayudar al pueblo. Cuando salian lo hacian llenos de moratones, por muy curas que fueran, esos sí son autenticos curas.

    Después, otros del tipo del relato se encargaron de que perdiera no solo la fe en la iglesia , me convirtieron al ateismo absoluto a pesar de que por ser mas jóven, no me hacían confesar de ese modo.

    Hoy día no obran así son mas sibilinos, pero con el mismo efecto.

    bss

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  13. Cuanto daño han hecho esos cabrones. En fin que a cada cerdo le llega su San Martín, o eso espero.

    Un abrazo, majete.

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Gracias por tu colaboración.