jueves, 21 de enero de 2010

Padre no hay más que uno



(Otro entremés de barbería)

Personajes: JUSTO: (barbero), PATRICIA, la hija de Justo (voz telefónica), clientes ALBERTO y FERNANDO.

En una barbería moderna con todo su equipamiento. Es un jueves por la tarde. No hay clientes todavía. El propietario, sentado en una de las sillas de espera, hojea una revista. Suena el teléfono y acude a responder la llamada.

ESCENA I

JUSTO: ¿Sí? (Se hace una pausa mientras al otro lado del hilo se identifica su hija)
Hay un silencio mientras Justo escucha lo que su hija está diciendo.
JUSTO: Pues hija, yo aceptaba sin dudar esa oferta. Vas a mejorar y así, ya que te casas, empiezas vida y trabajo nuevos. No tengas miedo a los cambios. En esos almacenes nunca te van a promocionar.
Hay otra pausa que seguramente son las dudas de Patricia a realizar esos cambios y perder un trabajo en el que tiene antigüedad.
JUSTO: Recuerda que tienes estudios y además una buena experiencia. Te mereces algo mejor que trabajar para esos negreros de El Corte (acto seguido cuelga el auricular y se vuelve a la silla donde estaba sentado antes de la llamada).

ESCENA II

Entra FERNANDO y Justo está limpiando el sitio para que esté listo para un nuevo cliente.
FERNANDO: Muy buenas tardes. ¿Hay alguien delante?
JUSTO: Muy buenas tardes, señor. Es usted el primero. Puede sentarse (sorprendido por la excesiva corrección del cliente que además no es habitual).
FERNANDO: No suelo venir a esta peluquería pero es que hoy la mía ha cerrado porque había una reunión del gremio. Me viene usted como agua de mayo. Necesito arreglarme un poco las puntas y estar impecable para mañana. Mi trabajo me lo exige, ¿sabe? Es que trabajo en los almacenes El Corte. Me toca lidiar con todos los jefes de atención al cliente. Tengo que cuidar mi imagen. Yo ya lo llevaría más largo pero la casa impone... En fin, sólo las puntas.
Justo coge las tijeras y empieza su trabajo. Suena el clásico tris tras de las tijeras que con precisión de malabarista cortan las puntas del pelo.
JUSTO: Así que tiene que lidiar con los jefes de atención al cliente (para hacer conversación).
FERNANDO: Sí, es un fastidio. Mire usted, le voy a confesar, mañana echamos a la calle al jefe de atención al cliente de esta ciudad. Pero en todas partes son iguales. No nos duran. Al poco tiempo le meten mano a la caja y acusan a cualquier chica que se haya negado a ir a la cama con ellos. Tarde o temprano pasa. Las empleadas tampoco nos duran. Su promoción depende de estos tipos y si no las valoran se van. Si piden aumento, el cochino de turno les exige acostarse con él. Si se niegan, las acusa o les hace la vida imposible hasta que se van. Esto no acabará hasta que no pongan una jefa, aunque también he visto jefas llenas de odio hacia las más jóvenes o más competentes y a veces, resultan ser peores que los hombres.
JUSTO: ¿Y sabiendo todo eso esperan ustedes tanto tiempo para despedir un empleado? (como sorprendido)

FERNADO: Es que la casa nos exige tener prudencia y discreción. Además tenemos que llevar un informe detallado por escrito y con pruebas fotográficas. Solo en detectives se nos va un dinero. Por eso y por los hurtos de cada día, todos nuestros productos son hasta un cuarenta por ciento más caros. Pero mire, por otro lado, cuando quiere cambiarlo no ponemos ninguna traba...
JUSTO: ¡Nunca había pensado que los detectives de El Corte, servían para espiar a empleados! (Sorprendido).
FERNANDO: Pues ya ve usted. A todos nos espían, como en la película aquella de Casino que había una cadena de vigilantes que se vigilaban los unos a los otros a la hora de recontar dinero. En fin, no sé porqué le cuento a usted todo esto. Es que les estoy cogiendo asco a estos individuos. Pero bueno, es mi trabajo, y mañana, uno menos.

Cuando Justo ha acabado con el cliente se levanta, paga y se va despidiéndose amablemente. Justo va a volver a la silla que ocupaba al principio.

ESCENA III

Entra ALBERTO otro cliente que tampoco es habitual.
ALBERTO: ¿No hay nadie?
JUSTO: Buenas Tardes. Somos alguien ¿No? (contrariado por la poca educación del individuo)
ALBERTO: Bueno, quiero decir que soy el primero (JUSTO le indica que se acomode y procede con todo el ritual de una barbería. Le pregunta por las preferencias y empieza a trabajar).
ALBERTO: El pelo que quede bien nivelado. También quiero que me afeites bien. Es una ocasión especial, ¿sabes? (Justo no hace mucho caso aunque está a la expectativa). La semana que viene se casa una empleada y mañana me la voy a pasar por la piedra, antes de que se marche. Es cosa de ir bien arreglado. La ocasión lo merece.Justificació completa
JUSTO: O sea que usted se lo hace con las empleadas.
ALBERTO: Sí trabajo en El Corte. Soy el jefe de atención al cliente y soy quien maneja los fondos de productividad, o sea, los aumentos. Yo reparto ese variable como me sale de las pelotas. Entre nosotros, debería repartirlo entre todas según su capacidad. Pero la capacidad es “cómo me la maman” y a qué están dispuestas a llegar. No hay nada como que todo este muy caro para que estas hijas de su madre estén dispuestas a todo. Como te digo me las follo todas (hace una pausa para respirar y deja de hablar estorbado por la brocha de JUSTO).
Justo está afilando la navaja de afeitar concentrado en su trabajo y aparenta que no hacer mucho caso al cliente que no tiene un físico de aquéllos que quieras compartir ni el ascensor. Además ha empezado a pensar en su familia.
ALBERTO: Pues esa chiquita como se va a casar estará necesitad de dinero y me pedirá aumento. ¿Sabes lo que les respondo cuando lo hacen?
JUSTO: No (con sequedad y conteniéndose).
ALBERTO: Hotel Excelsior. Las más tontas no se dan cuenta al principio. Pero la mayoría, porque todas son unas putillas, en seguida aceptan y te dicen ¿cuándo? (Se ríe él sólo). Esta juventud no sé dónde va a ir a parar. Hay que dirigirlos a todos a cogotazos para que hagan algo de provecho. Ahora es mejor, hace años eran más remilgadas y había que pagar por echar un polvo. Y este trabajo que tengo tiene su ventaja. Hacen mi trabajo y pago con dinero que no es mío. Estoy que ardo de deseo (la navaja del barbero está apretando la barba junto al cuello de justo). ¿Qué cara pondrá su padre? Bah, no se enterará nadie. Si este país supiese la cantidad de aumentos de sueldo a cambio de follar. ¡Sería la hostia!
Justo, que no ha respondido al monólogo del cliente, ha preferido no hacer nada. Su clarividencia le indica que es mejor sentarse y ver el cadáver de su enemigo pasar. Sabe que tarde o temprano un personaje así, volverá a recalar en su sillón. Preferiría en este momento ser invisible y estar mañana presente para verle la cara. Ha acabado el servicio. Alberto se levanta y se dirigen a la caja. Justo le cobra el importe del servicio y se lo mira de manera penetrante. Quiere memorizar sus facciones y su aspecto mórbido pre obeso. Alberto nota la mirada entre escrutadora y asesina al tiempo que se pasa la mano para probar la suavidad del afeitado o puede que tal vez quiera comprobar si el cuello está íntegro. Se va sin decir ni siquiera Adiós.

Justo mira el reloj y ya es hora de cerrar. Coge la escoba del armario, barre los restos. Recoge la recaudación, apaga las luces y cierra persianas. Cae el telón.

© Manel Aljama, noviembre 2006
Foto ©: Marta Aljama, 2007

13 comentarios:

  1. Indudablemente que en una peluquería las confesiones del día a día son de grueso calibre. Uno paga para confesarse...es la nueva moda ;-)
    Te dejo un abrazo desde un Berlín vestido de frío y nieve.

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  2. Estupendo. Me ha encantado que ese final que parecía evidente, no lo fuese tanto en realidad.
    Prefiero, de todas formas, seguir pensando que ese tipo de actitudes son la excepción en lugar de la norma. Porque ¿así es no?.
    Buena representación, buen padre y, como siempre, buenísimas letras. Aprendo contigo: leyéndote y con tus comentarios.
    Bicos agradecidos.

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  3. Creo reconocer al barbero y también pienso que es, seguro, igual de bueno, sea o no padre.

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  4. Has llevado muy bien el diálogo de este entremés contemporáneo, en el que sitúas muy bien los personajes y sus diferentes personalidades. Apetece verlo representado, pues se hace muy ameno, gracias al hilo tan bien montado y llevado.
    El final, excelente. La contención del barbero, no es otra que la certeza del verdadero castigo.
    Un buen ejercicio literario sin duda, que dominas con ventaja.
    Me gustó mucho.
    Besos

    Carmen

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  5. Es difícil llegar a esa contención, a ese final, si. Lo fácil hubiera sido lo más evidente, pero lo has trabado muy bien, aunque a mí se me queda la inquietud dentro..
    .
    Y quedaría muy bien representado, no te lo has propuesto?

    :) una abraçada.

    maliae

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  6. Ok estoy de acuerdo en no degollarlo, pero confieso que yo le hubiera dado unas cuantas cortadas y despues le hubiera aplicado alcohol.
    Buen texto, un abrazo.

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  7. Y se queda con las ganas de zurrar a ambos memos a la hija y al apuntador por si acaso.

    Ha sido fabuloso, me ha encantado y esperaba el final, que sorprende por lo comedido y natural.

    Muy bueno Manel, bss.

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  8. Manel, me ha encantado este entremés tuyo, muy pero que muy bien narrado, con un diálogo ágil y envolvente y unos personajes perfectamente definidos, limpios... me gustó tu barbero con ese control de emociones navaja en ristre, y desde luego me ha parecido absolutamente genial el escenario.
    !Aplausos!
    Me ha encantao

    Un besote, de los gordos

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  9. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  10. Yo no me voy a andar con chiquitas; soy barbero de toda la vida (Fonsilleda sabe que la cosa va por ahí) y mi hija trabajó un tiempo en esos almacenes. Si a mí me ocurre lo del relato le parto la cara a ese hijo de puta y me quedo tan pancho. ¿Contención? ¡Ja!...y si encima el susodicho fuera inspector de la ESGAE...entonces la cosa sería aún peor; le haría un servicio completo...ya sabeis; con final "feliz".

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  11. Excelente trabajo. Como dice fonsilleda, será la excepción y no la norma.
    Bien elegidos los personajes, los diálogos y la contraposición de criterio de los dos jefes.
    En el final, la sensatez del barbero es esperada poe la seguridad de que alberto va a ser castigado con el despido.
    Me ha gustado mucho.

    Un abrazo.

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  12. Se supone que cuando se representa se saca la parte más lírica presentándola lo más visceral, sin embargo has sabido darle un giro elegante y dejar el acto correcto, la mente fría, sobre el tapete del lector.

    Un cordial saludo.

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  13. No sé si está basado en echos reales, como las películas de antena 3, pero la verad es que tu entremés, que habla de "comidas", parece tristemente creible. No porque haya que pagar con sexo para promocionarse, si no porque hay que pagar con cualquier cosa, con una amistad, con un enchufe, etc. En fin, que lo de la corrupción no está sólo en las filas del PP de Valencia.

    Saludos, majete.

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