Le llamaban “El Chico” aunque era casi seguro que debía superar la cuarentena. Solía ir ataviado con una gorra de pana en invierno y, cuando hacía menos frío, usaba otra otra deportiva de algodón. Su vestimenta era de alguien mucho más mayor. Los vecinos pensaban que con toda probabiliad debía vestirlo su madre, en edad de ser ya toda una abuela. Nadie lo recordaba cómo había sido de niño pues el barrio, rellenado por una variopinta amalgama de edificaciones de toda época, había sufrido muchos cambios y casi no quedaban supervivientes que pudiesen testimoniar su infancia. Siempre, a primera hora de la mañana, a eso de las nueve o nueve menos cinco, se acercaba hasta la librería de Don Jacinto; sobre todo en esos días, en que a primera hora, el ambiente era gélido. Allí junto a la puerta esperaba que el Sol se levantase. El librero, que en realidad sólo vendía periódicos y revistas, le preguntaba: “¿Qué?, ¿Ya te ha saludado el Sol?”. Quizá lo hacía por cortesía o tal vez por lástima, pero siempre hacía la misma pregunta. Las respuestas casi no cambiaban. Don Jacinto, que no tenía hijos, debía de sentir algo especial por aquél hombre atrapado en la actitud de un muchacho o acaso un niño. Además, como su librería estaba enfrente de una escuela, recibía a diario de lunes a viernes, multitud de niños ávidos de agenciarse el desayuno a base de chicles y demás chucherías. El bullicio y el jolgorio infantil los animaba a todos. A las once más o menos, cuando el astro rey ya se alzaba en su trono, se marchaba tan silenciosamente como había llegado. Su padre solía acercarse de tanto en tanto hasta el comercio de Don Jacinto para preguntar si el nene había sido puntual. El propietario le mantenía informado y tranquilo y así el padre-abuelo podía seguir su deambular, que en realidad era renquear por la acera con la certera ayuda de su garrota, hasta el bar donde habitualmente acudía cada mañana. El viejo, para despedirse, si no quedaba ningún desconocido en la tienda, finalizaban su charla con el sabido “Ya... Ya..., mi hijo desde que le dio el ataque es un muerto en vida...” Y Don Jacinto asentía moviendo a cabeza de arriba a abajo. Y el anciano continuaba: “Esas medicinas han servido par atontarlo más. Mi mujer tampoco es la misma mire usté y sin embargo eso lo lleva mejor”. Si venía al caso y la noche anterior se había jugado fútbol, compraba algún periódico y si no, abandonaba el lugar balanceándose gracias a su cojera.
El papelero, y el padre-abuelo también, sabían que el segundo destino de El Chico era una placita pequeña y recogida orientada hacia el sur donde continuaba su cotidiano baño solar. El sitio se llamaba Plaza de la Luna. Nadie desconfiaba. Tampoco hablaban mucho del tema. Como si no si existiese. Esa rutina los dejaba a todos más tranquilos.
Un día El Chico desapareció y no se le volvió a ver. En la mañana de esa jornada los empleados municipales de limpieza descubrieron en la plaza el cuerpo sin vida de una niña de once años que la tarde anterior no había vuelto a casa al salir de clase. Todos pensaron lo mismo. Todos relacionaron ambos sucesos. El lugar ya nunca volvió a ser el mismo. El anciano de la garrota nunca más acudió a comprar la prensa y al parecer los viejos se mudaron.
© Manel Aljama (septiembre, 2010)El papelero, y el padre-abuelo también, sabían que el segundo destino de El Chico era una placita pequeña y recogida orientada hacia el sur donde continuaba su cotidiano baño solar. El sitio se llamaba Plaza de la Luna. Nadie desconfiaba. Tampoco hablaban mucho del tema. Como si no si existiese. Esa rutina los dejaba a todos más tranquilos.
Un día El Chico desapareció y no se le volvió a ver. En la mañana de esa jornada los empleados municipales de limpieza descubrieron en la plaza el cuerpo sin vida de una niña de once años que la tarde anterior no había vuelto a casa al salir de clase. Todos pensaron lo mismo. Todos relacionaron ambos sucesos. El lugar ya nunca volvió a ser el mismo. El anciano de la garrota nunca más acudió a comprar la prensa y al parecer los viejos se mudaron.
Fotografía: fotograma de la película Frankenstein (Universal Pictures, 1931)
Inquietante relato por muchas cosas. Me has dejado sin saber qué pesar y con gans de dicutir.
ResponderEliminar¿Por qué relacionar ambos sucesos?.
EStá claro que es la postura más fácil.
Pero hay otras interpretaciones.¨
El inocente Chico pudo ver quien lo hizo y éste (o estos) con engaños se lo llevo, por lo que aparecerá cualquier día en un regato cualquiera o a la orilla de cualquier mar.
Has elegido una imagen que le va que ni hecha a propósito ¿te ha inspirado?
Muy buen micro
Me encantó y me llegó al corazón ,lo que mas me gusto fue el suspenso del final .Ojalá tengas en mente acabarlo en la próxima, o sino ....bueno....tocará conformarse y ponerle un buen fin.
ResponderEliminarAna:
ResponderEliminarTienes toda la razón pues relacionar los hechos es lo más fácil y muchas veces cruel. Recuerda "12 hombres sin piedad". Ha sido una de mis inspiraciones, al menos para el desenlace. La otra es un individuo real, de carne y hueso que deambula por el barrio. Me ha hecho recordar un pasado lejano de trapería de tebeos y de sucesos inexplicables y fatales.
Y en cuanto a tu propuesta es muy buena y muy válida, ¿por qué no?
Un detalle: si "El chico" está casi siempre adormecido por los tranquilizantes es muy difícil que actúe violentamente...
Mil besos. Tu comentario es muy valioso y aporta mucho.
Pero qué rebien escribes, Manel...me has hecho meterme de lleno en al historia y me has puesto un nudo en el estómago.
ResponderEliminarUn relato con mucho fondo y muy buena forma.
Besos enormes.
Supongo, querido Manel que si un texto genera polémica, cuando menos tiene que ser muy bueno.
ResponderEliminar¿No?
ES que, yo lo hubiera hecho igual y, mientras lo leía pensaba que por qué, justamente los más desfavorecidos, los "raros", los "otros", siempre somos más proclives a ponerles de malos, de perdedores y...
Me encantó "Doce hombres sin piedad". He visto la obra de teatro en la tele, una versió creo que épica, hace muchos años y he visto una repetición. Tengo la película americana grabada y también me gusta mucho.
Bicos
wow... he tenido muchos sentimientos...
ResponderEliminartu texto es imprecionanate, muy bueno!
meditare un rato... saludos, me veras por acá.
Muy interesante. Un relato que seduce especialmente porque la naturaleza humana, ante la falta de pruebas, tiende a relacionar lo hechos. Siemre necesitamos un explicación y si no la encontramos, la creamos.
ResponderEliminarBesos
Excelente relato que promueve muchas preguntas con varias respuestas a la vez, un final abierto que las hace necesarias, aunque tal vez, todo haya sido mera coincidencia ya que alguien tan medicado se supone carente de toda enegía violenta. Tal vez haya corrido la misma suerte de la niña¡Muy bueno!
ResponderEliminarMe gusto sentir la emocion en tus letras.
ResponderEliminarEs un placer pasar a leerte.
Que tengas un feliz fin de semana.
un abrazo.
Un texto muy duro, al menos a mi me lo pareció. Veia perfectamente a ese hombre-niño deambular y veia las mentes de los vecinos, sobre todo a la hora de unir un hecho espantoso a la persona mas fragil, rara y diferente, somos así, se tiende a demonizar al distinto o a tenerle pena, todo junto quizas, somos asquerosamente humanos.
ResponderEliminarPero a quien mas entiendo es a esos padres y su sufrimeinto, es muy duro mirar a tu hijo y ver que es diferente y ademas, tener que justificarlo como pidiendo perdon al mundo.
un besote
pd. revisa el primer párrafo que se te han colado varias erratas
Hola, como ves he vuelto, ja,ja, primero agradezco tus comentarios, asi no hay quien se marche. Muchas gracias
ResponderEliminarA veces un acontecimiento da un giro a las cosas, lo cambia todo y sin tener certeza de nada, da un poco de miedo, mañana podemos estar en una situación similar.
Impecable relato el que nos has dejado con ese supense digo de un maestro. Este viaje en las letras ha sido inquietante, pero repetiré.
Un abrazo grande y un beso
Hola Manel...
ResponderEliminarComo ya han apuntado algunos otros comentaristas de tu relato...lo que mas me llama la atencion es el relacionar los dos casos...Porque? en tu relato no parece que exista ninguna afinidad entre el caso del chico y el cuerpo sin vida de la niña. Acaso la mencion a la plaza pudiera ser la clave...?
En cuanto a la desaparicion del anciano de la garrota y la de los abuelos...conociendo a las gentes quiza pensaron que relacionarian los dos sucesos y claro esta que no era un situacion agradable.
Relato con suspense y una gran duda.
Me hizo pensar.
Saludos
Pues a mí, no me cabe la menor duda de que el Chico habrá corrido la misma triste suerte, en todo caso Manel, ¿no crees que abundan mucho más los asesinos con chaqueta y corbata y bien plantaos, agradables de ver y con buenos modales... pero sucios y pervertidos por dentro, que esos niños grandes atrapados en cuerpos de hombres como el Chico?, ¿no crees?, porque yo estoy convencida de ello.
ResponderEliminarMi abuela -muy refranera-, solía decir "no te fíes de las aguas mansas..."
Buena foto la de la entrada. Buen relato
Un besote, ya sabes, de esos bien gordisísimos
Ah, puñetero. Una vez más escribes algo que a la vista de todos es como casi inconcluso. Conociéndote bien, veo que es algo que haces premeditadamente para ver la reacción de los que te leemos. Y es que ya tienes mucha escuela
ResponderEliminarYo, al igual que los demás me quedo en el suspenso y un sin fín de preguntas. Fueron muchos años haciendo lo mismo y a la misma hora. La rutina no estaba exenta de un suceso que sería espectacular y coincidente.
Un abrazo.
Y quién te dice que fué otro hombre el que mató a la chiquita para imputarle su crimen "al chico". y también se lo llevó a éste con engaños y lo mató. Bueno, la imaginación se me va después de leerte.
ResponderEliminarNormalmente uno diría: fué "el chico" el criminal. Pero, no necesariamente si andaba súper dopado. ¿O me equivoco? En todo caso, un placer haberte leído, Manel.
Te dejo muchos saludos berlineses.
Qué triste final! Seguramente no habría sido él, pero somos rápidos para juzgar. La Milla Verde tiene algo de eso, a veces por el aspecto hacemos un juicio erróneo. Un hermoso cuento Manel. Beso grandote.
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