Si los partidos decentes no hablan de inmigración, ni de delincuencia,
ni de la cuestión islámica, ni se abre el debate público pertinente, la
extrema derecha se apropia del problema y crece gracias a utilizarlo
demagógicamente
Después de vivir, en pocas horas, escenas con AK-47 disparando
ráfagas de balas en una calle de Girona, un asalto violento en la sala
de partos del Hospital de Terrassa, seis muertes violentas en 72 horas,
dos heridos graves, venganzas con casas quemadas en Figueres,
un ahogado, decenas de detenidos y la alerta de los Mossos d'Esquadra
por la consolidación de mafias de la droga en Catalunya, tendríamos que empezar a considerar que tenemos un problema. Un problema importante, que no puede minimizarse, ni esconderse, porque su invisibilidad solo nos lleva al desastre.
El problema es que si los partidos decentes no hablan de inmigración, ni
de delincuencia, ni de la cuestión islámica, ni se abre el debate
público pertinente, la extrema derecha se apropia del problema y crece
gracias a utilizarlo demagógicamente. Negar los problemas solo sirve para que crezcan, se multipliquen y estallen.
Ya sería hora de que miráramos qué pasa a nuestro alrededor, en
Francia, en Holanda, en Alemania, y aprendiéramos la lección. El
buenismo no nos traerá la bondad social, nos lleva directamente al caos
social. Y después todos lloraremos.
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