jueves, 7 de mayo de 2009

No sé leer

© Manel Aljama (1984) Parc Ciutadella
Las feligresas más rezagadas hacia rato que habían huido. El rollizo párroco prefirió esconderse en un viejo confesionario. Quería salvar o tal vez apropiarse al menos del relicario que estaba repujado en oro. Hacía ya tiempo que la fe no era el objetivo de su vida. El calor era sofocante dentro de aquel armario de madera y el sudor empapaba la polvorienta sotana. Su respiración era agitada. Pensó que el corazón iba a reventarle las costillas. Escuchó aproximarse el alboroto y los pasos de la muchedumbre más hambrienta de justicia que de comida. Creyó oler el fuego de las antorchas encendidas. No pudo frenar sus esfínteres.
—¡Esto es el Apocalipsis! ¡Ha llegado mi hora! —dijo al ser descubierto en indecorosa posición. Se santiguó. Los presentes, aunque no estaban avezados al aseo cotidiano, hicieron un gesto de asco en cuanto sintieron el hedor. El movimiento de las llamas acentuaba o dulcificaba los rostros.
—No se nos queje, señor vicario, sólo estamos limpiando esta podredumbre de su “madre” iglesia —respondió el que parecía dirigir la turba—. Ande, ande, llévese algo, pero sólo una cosa. “Usté” nos perdone pero no queremos ni curas ni amos y tampoco queremos ir a la guerra, que somos reservistas con niños que alimentar.
El clérigo no respondió. Le dejaron marchar. A pesar de lo rechoncho que era demostró una rapidez digna de un galgo. Le permitieron llevarse consigo el relicario y la recaudación del cepillo. Acto seguido empezó el saqueo. El tropel más dócil recorrió las dependencias plagadas de retablos e imágenes litúrgicas. Su analfabetismo les impedía valorar cualquier belleza artística. Entraron en la parte que pertenecía al convento. En el pasillo encontraron una serie de puertas bajas que daban a cuartos ciegos que estaban vacíos. Pero en uno de ellos quedaron petrificados. Parecía una sala de tortura. Había una cadena con grilletes de esas de atar pies y manos, colgada del techo. Los más exaltados llegaron al claustro y se comportaron como auténticos sabuesos. No tuvieron dificultad en revolver la tierra. Su sorpresa no fue menor pues hacía poco que se habían hecho inhumaciones. Descubrieron fetos envueltos en paños junto con otros esqueletos de niños y el de alguna que otra novicia momificada en torpes y harapientos vendajes.
—Oye, esto que está escrito aquí, me parece que no es cristiano... ¿tú que dices? —preguntó uno de los visitantes del convento mientras sostenía la tea encendida para iluminar una lápida escrita en extraños caracteres y decorada con crucifijos invertidos.
—¡Vete tú a saber! —Respondió otro que también enarbolaba su antorcha—, Yo no sé leer. A más, el techo es de madera, quememos a estos curas de una maldita vez —concluyó decidido.
No dudaron en su cometido. En toda la ciudad como de forma sincronizada empezó la ceremonia purificadora. Numerosas y enormes columnas de humo y llamas se alzaron por doquier. Pillaje y saqueo incontrolado se convirtió en habitual. La batalla se libraba barrio a barrio, manzana a manzana. Los miembros de la Guardia de Asalto que no habían podido desertar intentaban protegerse para salvar sus vidas. Muchos disparos con más muertos entre los parias desheredados que entre los burgueses y los clérigos. El municipio ganó de todos modos terrenos para unas cuantas plazas y parques públicos. La prensa habló de revolución y señaló como instigador a un masón defensor de la libre enseñanza. Y la Inquisición que se hacía aún llamar Santo Oficio tuvo una razón más para la venganza sumarísima.

© Manel Aljama (mayo 2009)

6 comentarios:

  1. Relato ambientado en la Semana Trágica de Barcelona de 1909 y por tanto, basado en hechos reales documentados en numerosos archivos; entre ellos los del Vaticanos. También estos hechos particulares están reflejados en hemerotecas y en abundante bibliografía. Por desgracia no son leyenda urbana.

    ResponderEliminar
  2. No sé si son peores las muertes cometidas en el nombre de Dios, o del hombre, todas tienen su condenan, esa incultura que ha destrozado bienes artísticos, no tiene nada que envidiar a ese despotismo de los que se creen dueños del designio divino, la moral y la fe. Terrible e inquietante trama la de tu texto, se se disfruta gracias a tus descripciones precisas. Me ha gustado mucho.
    Besos.
    Carmen

    ResponderEliminar
  3. Cuando a las hordas o populacho se le hinchan las narices, y deciden cortar por lo sano el abuso del poder establecido, no dejan títere con cabeza, ya que no suelen distinguir entre arte y ostentación de riqueza excesiva e innecesaria de la que suelen estar a rebosar esas sucursales de la gran multinacional del Vaticano: iconos, reliquias, santos, retablos, etc.
    Cuando las otras hordas, las que siempre han subyugado, reprimido y explotado, deciden actuar, su especialidad es el desprecio a toda cultura escrita que no sea la suya y por lo tanto queman libros. En las dos actitudes actúa siempre la sinrazón.
    Texto para la reflexión que nos ilustra sobre una época oscura que nos es muy cercana en el tiempo.

    ResponderEliminar
  4. Carmen, Andrés gracias por vuesros comentarios y vuestras aportaciones. Sin la lectura crítica ya sea crítica, reflexiva o simplemente lúdica, los escritores lo tendríamos muy difícil.

    ResponderEliminar
  5. Una mirada al pasado es lícita para no olvidar nunca. Jamás lo que sucedió debería volver a pasar y esto, lo que has hecho tú, me parece una forma más de fijar en memorias y nuevas mentes.
    Verdaderamente ahora, desde la distancia, resulta muy difícil comprender y asimilar abusos y motivaciones.
    Bicos.

    P.D. Mis relatos y micros, no están en fonsilleda, los pongo en mi "cajón de sastra".

    ResponderEliminar
  6. Qué bien remozado el relato de historias que seguramente debieron ser cruentas en unos por ignorancia y en otros por abusar de esa misma ignorancia. Al fin el clérigo se fue sin cometer "pecado" pues le facilitaron la cosa.
    Besos y felicitaciones por la forma.

    ResponderEliminar

Gracias por tu colaboración.