Fuente Internet |
Ojeaba incunables abandonados en las librerías especializadas en libros usados y de ocasión del bulevar de Saint Germain. A pesar de eso no se sentía un bicho raro, sino todo lo contrario, un distinguido caballero interesado por la cultura. Joven, apuesto, soltero y con una buena renta no tenía que preocuparse por figurar como el resto de petimetres contemporáneos de su generación en el París de finales del siglo XIX. Allí la encontró o más bien creyó haberla encontrado. La mujer de sus sueños, alta, espigada y una tez tan pálida como el rubio de su cabello. Allí, en la librería La Ville, a tan sólo unos pocos y viejos volúmenes de filosofía de distancia de él. Abandonó el sitio casi sin saludar al encargado. Él hizo lo mismo. Anduvo tras sus pasos. La perdió de vista. Pasó una semana terrible. Y cuando ya estaba resignado a no volverla a ver nunca más coincidieron en el baile benéfico que organizaba el Embajador británico los primeros domingos de mes. Cruzaron las miradas. Se reconocieron. Suspiró él. Ella se mostró esquiva e inaccesible. Pero en aquella época eso era normal en una dama. Aún así consiguió dirigirle la palabra y arrancarle, con cierto desdén, un encuentro para el viernes siguiente. La semana le pareció eterna. Llegado el día acudió al lugar convenido pero ella no se presentó. Había enviado un criado con una nota. El joven no se rindió y siguió al lacayo hasta su casa. Llamó a puerta. Ella le hizo pasar y le pidió que no hiciese preguntas. Lo acató pero suplicó verla de nuevo. Logró una nueva cita en un Café discreto, si es que se podría calificar así, los establecimientos de la Rue de Comartin, cerca de la Ópera. No las tuvo todas consigo a causa del plantón y mandó a su sirviente seguirla durante aquel día. El asistente le informó que su amada había visitado una vivienda de las de alquiler de la rue de Saint Honoré pero que no le parecía un sitio ni mucho menos indecoroso. De todos modos él pensó que ella ocultaba un secreto, un terrible y cruel secreto. Se atormentó pensando si ella era una de esas mujeres de alquiler de lujo. Era un mar de dudas. Por la tarde cuando se vieron sacó el tema. Ella se enfadó al saberse espiada. Se marchó llorando sin tomar nada. Él continuó con la incertidumbre. Desengañado resolvió partir para América. Estuvo casi cuatro meses fuera. A la vuelta, arrepentido volvió a visitarla, como para pedir perdón. Los criados le dieron la noticia. La señora había fallecido hacía unos tres meses. Todo empezó un día que volvió a casa de una visita. Se encerró en su cámara y no quiso hablar con nadie. Entró en una gran depresión, se negó a comer y murió de inanición unas semanas después. Lleno de lágrimas se dirigió a las casas de alquiler de la rue de Saint Honoré. Golpeó al timbre. Salió el ama de llaves a la que preguntó facilitando la descripción de la mujer. Le explicó que solía venir hacía meses. Ella preguntó si él era un familiar. Se atrevió a responder que era su prometido. La terrible pregunta tuvo al fin la respuesta más cruel:
—Venía sola y se estaba horas y horas en la habitación leyendo. Pagaba sus facturas con puntualidad. Hace unos cuatro meses que no la veo.
—Venía sola y se estaba horas y horas en la habitación leyendo. Pagaba sus facturas con puntualidad. Hace unos cuatro meses que no la veo.
© Manel Aljama (mayo 2009)
Un relato con ese regusto clásico que le da un toque nostálgico. ¡Aquellos pobres enamorados que eran capaces de morir de melancolía! Lo que venía a continuación era la dejadez del amante, el abandono de sí mismo, entrar en una espiral de aflicción y culpabilidad, luego contraer la tuberculosis y perecer alejado del mundanal ruido, en una casa de campo, después de marchitarse su corazón por el dolor de la irreparable pérdida de su amada.
ResponderEliminarAunque eso es otra historia y no la que hoy nos presentas.
Me gusta el detalle del "secreto" que ella se lleva a la tumba, te deja esa pequeña frustración de saber que nunca averiguaremos el enigma y eso ya es suficiente para encontrar algo que nos atrape al leer tu texto.
Te estás profesionalizando, ya escribes para provocar zozobras e inquietudes, cosas que hay que encontrar entre líneas. No nos das nada mascado, eres muy cruel con tus fans.
Saludos cordiales desde mi Barbería.
Nostalgia y romanticismo de la mano. Y en el París del siglo XIX.
ResponderEliminarCreo que hay lugares en el mundo en el que los sentimientos y los actos tienen más razón de ser.
Bicos.
Qué bonita historia!!! Se me cayo un lagrimón
ResponderEliminarBeso♥s
Triste relato, con el encanto de las cosas de antes. Una historia de amor de otros tiempos, me gusta. Besos.
ResponderEliminarCarmen
La mujer guardaba ese secreto, tal vez sólo quería un lugar para estar sola y leer simplemente, aunque el lugar no era el adecuado…Ups! O tal vez era la dueña de ese antro…
ResponderEliminarY se dejó morir ante las dudas de su enamorado…O porque le descubrieron su secreto?
Dejas incógnitas a para el lector. Me gustó la ambientación del relato.
Muy bueno!!
besitos
Soni
A todos gracias por sus aportaciones y críticas y más que nada por leer.
ResponderEliminarAndrés: Los piropos debilitan.No pienso ceder ni un milímetro. Es eso regusto clásico. Escribir es intentar provocar empatía (risa, llanto, temor) en lector.
Fonsilleda: Nostalgia y romanticismo es lo que quería.
Maria Inês: Eso es lo que quería.
Monelle: Lo que pretendía lo intenté.
Sonia Antonella: Interesante tu punto de vista, "el secreto" va conmigo y con cada lector. De eso se trataba. Das en el clavo.
Muy bien narrado, mantiene la curiosidad y además insinúa varias posibilidades antes de saber la verdad. Qué tristeza para él! Un abrazo, me encantó.
ResponderEliminarEs un relato muy bueno Manel, conmovedor y de un dramatismo tal, que pensando en esa época, parece verosímil, todo lo acontecido.
ResponderEliminarMe gustó mucho, gracias por compartirlo.
Un cordial saludo.
Es una historia romantica completa; un clasico. tiene todos los elementos bien encajados para dejar un dulce encantamiento melodramatico con el final. Tiene el sabor del amor a primera vista, la persecusion, las dudas, el juego a esconderse y darse a desear, el gran secreto que carcome, y el terrible e inesperado desenlace. Un joven enamorado, pero inestablemente indeciso y cobarde al que le costo tal ve una vida de felicidad.
ResponderEliminarEs un lindo relato. Escrito para un hombre; uno de esos que necesitan aprender a conquistar en verdad.
: )
Carla, gracias otra vez por, leer, por tu comentario y por tu aportación. Tendré en cuenta las observaciones :)
ResponderEliminarsi bien soy una romántica empedernida me gusta tomar el toro por las astas cuando lo creo necesario. De la que se perdieron los dos por no haber dado ninguno de los dos el paso....
ResponderEliminarComo ves, te leí ;-)