Regreso del Futuro 1
SONABA «No mires a los ojos de la gente» que la peña coreaba a grito pelado, aunque estuvieran afónicos por llevar más de media hora haciendo eso. Era de lejos el tema más esperado en el concierto que Golpes Bajos daba en Alcorcón. Yo no estaba afónico. Bueno, de hecho, es como si no estuviese. Aquel día me había levantado un poco raro y no lo podía disimular. Karla no paraba de mirarme extrañada como si de verdad se preocupase por mí. Lo parecía.
El estadio estaba abarrotado por gente del municipio, del barrio y fans enfervorizados que se habían desplazado desde Madrid. Había de todo, punkis, pelos azules y naranja, siniestros, rockers irreductibles. ¡Algun cronista podría haber dicho que era cosa de pueblerinos!
Era el último bis y los del estadio ya habían empezado a encender las luces del estadio con la consiguiente bronca del público. Karla no me había quitado el ojo de encima en todo el concierto. Parecía preocupada. Debía de ser la cara que hacía. La noche anterior no había dormido mucho, pero no podía comentar nada del sueño. La veía bella.
— Tío, ¿Qué te pasa? A ti te pasa algo… ¿Acaso la priva era de garrafón? — Al final, cansada de observar, me dirigió la palabra.
— ¡No me rayes! ¡Que menudo sueño he tenido esta noche…! — respondí
— ¡Ahora vas y me lo cuentas!
— Me vas a tomar por loco…
— Ah, ¿pero no lo estabas ya?
— Es que esta noche he tenido un sueño.
Las luces del escenario se apagaron y la gente se dio por vencida. El público heterogéneo empezó a desfilar hacia las salidas donde los vendedores ambulantes esperaban agotar las reservas de botes de cerveza. Karla me seguía en silencio.
— ¿Hacemos la última? — preguntó.
— ¡Vale! Pero la compras tú — asentí.
— ¡Joder! ¡Estas de un muermo! — dijo mientras se aproximó al vendedor que tenía las birras en un discretísimo barreño de plástico rojo atiborrado de cubitos de hielo todavía sin derretir.
Abrimos los botes y empezamos a caminar, mientras le daba algunos sorbos al mío.
— Pues resulta que he soñado, que viajaba al futuro, más allá del año 2000. Creo que era el 2024 — Karla puso los ojos como platos —. Ya no quedaba nada de la Movida. Ya se habían ido al otro barrio, Carlos Berlanga, Manolo Tena, Antonio Vega, Germán Coppini...
— ¡Pero qué dices! — Karla me interrumpió.
— Déjame seguir, por favor. Aún no he terminado. La lista de gente que ya se había ido al más allá es mucho más larga. Mira: Quique Urquijo de los Secretos, Eugenio Haro de Glutamato Ye-Ye, Tino Casal, Edu de Parálisis Permanente, ¡y hasta Lolo Rico! — me volvió a interrumpir y su cara no podía ser de mayor asombro.
— ¿En serio? ¡Esa gente es aún muy joven para palmarla!
— Pero si no son los únicos. Mira, yo buscaba los referentes de hoy en un ordenador conectado a otro ordenador gigante y los de Aplauso ya no estaban, ni tampoco la Carrà… — me volvió a interrumpir.
— Bueno, ¡eso ya parece más lógico! ¡Que no es una niña! Y hablando de música, ¿qué música has escuchado en el 2024?
— Pues siéntate que te vas a caer. Puse la radio y sonaba una música que parecía hecha con la batidora, la aspiradora y la lavadora… como un pumba-chaka-pumba-chaka insufrible.
— ¡Qué fuerte!
— Y eso no es todo. Había otra que hacían con un teclado y que no sabían ni cantar y rimaban «amol» con «dolol» y le llamaban reguetón.
— Creo que necesitas descansar. Eso no parece una premonición, sino una pesadilla. Ya lo dice la canción que más nos gusta: «No mires a los ojos de la gente…»
© Manel Aljama, diciembre 2024
© Tema «No mires a los ojos de la gente», por German Coppini y Teo Cardalda en Golpes Bajos (1983)
© Imagen de Todo Colección
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