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Yurrumendi - Las inquietudes de Shanti Andía |
Era Yurrumendi un hombre enorme, con la espalda ancha, el abdomen abultado, las
manos grandísimas, siempre metidas en los bolsillos de los pantalones, y los pantalones,
a punto de caérsele, tan bajo se los ataba.
Tenía una hermosa cara noble, roja; el pelo blanco, patillas muy cortas y los ojos
pequeños y brillantes. Vestía muy limpio; en verano, unos trajes de lienzo azul, que a
fuerza de lavarlos estaban siempre desteñidos; y en invierno, una chaqueta de paño
negro, fuerte, que debía de estar calafateada como una gabarra. Llevaba una gorra de
punto con una borla en medio. Era soltero, vivía solo, con una patrona vieja; fumaba
mucho en pipa, andaba tambaleándose y llevaba un anillo de oro en la oreja.
Yurrumendi había formado parte de la tripulación de un barco negrero; navegado en
buques franceses, armados en corso; vivido en prisión por sospechoso de piratería.
Yurrumendi era un lobo de mar. El Atlántico le conocía desde Islandia y las islas de
Lofoden, hasta el Cabo de Buena Esperanza y el de Hornos. Sabía lo que son las
tempestades del Pacífico y los tifones del mar de las Indias.
Yurrumendi había visto mucho; pero más que lo que había visto, le gustaba contar lo que
había imaginado.
A Chomin Zelayeta y a mí nos tenía locos con sus narraciones.
© Texto de "Las inquietudes de Shanti Andía" de Pío Baroja
© Ilustraciones de R. Zubiaurre y R. Baroja en la edición de 1920 (proyecto Gutemberg)
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