sábado, 11 de abril de 2009

Me has fallado...

© Manel Aljama Torres Kio Madrid (2008)

    En el despacho de un personaje tan popular como siniestro, estaban reunidos un expresidente de gobierno y un antiguo profesor de secundaria, dedicado a sermonear desde una emisora propiedad de obispos católicos.  Al parecer, el “periodista” había ido demasiado lejos en su ráfaga matutina de mala leche. Los oyentes que había ganado día a día, disparo a disparo, se habían empezado a cansar. Los índices de audiencia habían cambiado de signo.
    En realidad sólo le escuchaban por morbo. El partido le consideraba culpable de todo.  Le juzgaron y la sentencia fue inapelable: Iban a cortar la relación comercial que habían mantenido durante más de una década. Con voz atiplada, hierática e inexpresiva, cobijado detrás de los bigotes ocultadores de leporinos labios, el padrino sentenció:
    —Me has fallado Federico. Me has fallado reiteradamente, Federico. Voy a tener que prescindir de ti.
    —Pero "JoseMari", ¡me debes mucho! ¡Has llegado a lo más alto gracias a mí!
    —No, Federico, no —respondió impasible—, no tienes tanto mérito. Por favor, no hagas perder mi paciencia. Repite: “soy despreciable”.
    —Es usted “despgeciable” —contestó desafiante el reo.
    —¿Pero cómo te atreves?  ¿Quién te buscó la emisora de los obispos?  ¡Desagradecido!
    —Yo no necesito “tgato” de Judas. Me voy con "Pedgo" Jota. Estás acabado —El político sacó un revólver del cajón de su escritorio pero cuando se disponía a encañonar al periodista éste ya había escapado del despacho. Se incorporó y  dio con el fugitivo en el pasillo, a  la altura de una ventana. Federico intentaba abrirla sin éxito. José María quitó el seguro de su arma.
    —¡Adelante! ¡Tírate si tienes lo que tienen los hombres!  Es una "novena" —hizo énfasis— planta.
    El rostro del fanático mostraba el pánico de que era preso. Como un desesperado, consiguió desbloquear la hoja y una bocanada de aire gélido del mes de enero de Madrid entró por ventana. El capo le encañonaba sin contemplaciones. Miró varias veces al abismo y al cañón de la pistola. El sudor corría por sus desencajadas facciones. Los ojos parecían que se iban a escapar de sus cuencas.  Sonó el cargador de la pistola y Federico saltó al vacío. Se escuchó un alarido que fue interrumpido por un timbre.
    Era un reloj que marcaba las cinco de la madrugada. Federico se incorporó en su cama con dosel y desactivó el despertador. Estaba empapado de sudor. Sonaba insistentemente el teléfono.  Cogió el aparato  y al otro lado, una voz familiar, atiplada e hierática, la del capo, le dijo:
    —Federico, hoy, antes de ir para la emisora, por favor, pásate por mi despacho. Tenemos que hablar de cosas importantes. No te preocupes por tu ausencia en el programa de hoy. Ya he arreglado el asunto...

© Manel Aljama (maljama) febrero 2007 - enero 2009

2 comentarios:

  1. Este texto de política ficción se me ocurrió hace ya bastante tiempo. En 2007 lo puse en papel pero se quedó en un esbozo y no fue hasta este mes de enero me saltó la chispa y lo guardé sabiendo que no tardaría en llegar el momento propicio. Por descontado no es ni de lejos lo mejor que he escrito... Era hora de poder disfrutar sanamente viendo como caen (aunque sea literariamente) los que tan alto vuelan.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué personajes tan sordidos! Uno con bigotillo y el otro que duerme en una cama con dosel.¿A quién me suenan esos dos? ¿Trabajan en el circo?¡No, para payasos no dan la talla, no tienen gracia en absoluto!
    Tanto uno como el otro serían que ni pintados para ejercer el noble oficio de eunucos, que tanto escasea en estos tiempos.
    Me gusta el recurso de hacer que el difamador radiofónico sufra mucho durante el sueño, despierte y tome aire y luego se vea cumplido el sueño, porque de esta manera sufre doble el muy cabrito.

    ResponderEliminar

Gracias por tu colaboración.