© MGM Hal 9000 from "2001 a space odity" |
Despertó en una habitación de hospital rodeado de gente que parecía conocerle y sin embargo se mostró distante y arisco.
—“No me podía negar. Todos me incitaron a que lo hiciera. Pero es que ahora no sé qué era lo que tenía que hacer y no me podía negar. Era mi deber ciudadano. ¡Dios! No puedo recordar más allá de hoy mismo. ¡Ni siquiera sé qué cené anoche! No sé. ¿De dónde han salido todos? ¿Por qué me miran así? ¡Me dan miedo!" —Pensó el individuo.
Los presentes, que rodeaban su lecho, se movían como de forma coordinada y competían por acariciar sus extremidades. El hombre intentó zafarse pero el gotero y unas oportunas correas no le daban mayor libertad.
Se interrumpió el alboroto en cuanto abrió la puerta el cirujano embutido en su uniforme verde difícil de identificar pues llevaba todavía gorro y mascarilla. Llevaba en la mano un portapapeles con el informe médico. El personal entusiasmado hizo un pasillo al recién llegado. Con pasos firmes y seguros se aproximó hasta la cama. Miró con dureza a su izquierda y a su derecha para apartar la cohorte de seguidores. Entraba así más aire en la litera. Con parsimonia y ceremonial ojeó el portapapeles. Miró de arriba abajo al paciente que entre expectante y asustado esperaba saber noticias.
—Tal como habíamos previsto la operación ha sido un éxito. Ya es usted un ciudadano normal. En cuanto la cicatriz del implante esté curada podrá usted irse a su casa. El estado le está muy agradecido —dijo esbozando una gran sonrisa de satisfacción.
Acto seguido se dirigió a los visitantes:
—Denle ánimos. Ya es uno más de ustedes. Ya es un individuo integrado en la sociedad. Ya no recuerda ningún dolor ni ningún placer. Denle ánimos. Sobre todo denle ánimos por el gran paso que ha realizado.
—“No me podía negar. Todos me incitaron a que lo hiciera. Pero es que ahora no sé qué era lo que tenía que hacer y no me podía negar. Era mi deber ciudadano. ¡Dios! No puedo recordar más allá de hoy mismo. ¡Ni siquiera sé qué cené anoche! No sé. ¿De dónde han salido todos? ¿Por qué me miran así? ¡Me dan miedo!" —Pensó el individuo.
Los presentes, que rodeaban su lecho, se movían como de forma coordinada y competían por acariciar sus extremidades. El hombre intentó zafarse pero el gotero y unas oportunas correas no le daban mayor libertad.
Se interrumpió el alboroto en cuanto abrió la puerta el cirujano embutido en su uniforme verde difícil de identificar pues llevaba todavía gorro y mascarilla. Llevaba en la mano un portapapeles con el informe médico. El personal entusiasmado hizo un pasillo al recién llegado. Con pasos firmes y seguros se aproximó hasta la cama. Miró con dureza a su izquierda y a su derecha para apartar la cohorte de seguidores. Entraba así más aire en la litera. Con parsimonia y ceremonial ojeó el portapapeles. Miró de arriba abajo al paciente que entre expectante y asustado esperaba saber noticias.
—Tal como habíamos previsto la operación ha sido un éxito. Ya es usted un ciudadano normal. En cuanto la cicatriz del implante esté curada podrá usted irse a su casa. El estado le está muy agradecido —dijo esbozando una gran sonrisa de satisfacción.
Acto seguido se dirigió a los visitantes:
—Denle ánimos. Ya es uno más de ustedes. Ya es un individuo integrado en la sociedad. Ya no recuerda ningún dolor ni ningún placer. Denle ánimos. Sobre todo denle ánimos por el gran paso que ha realizado.
© Manel Aljama (maljama) cuenta cuentos, abril 2009
¡Qué terrible resultaría si fuera así! ¿Podría el ser humano sobrevivir sin sentimientos? No creo. Me ha gustado, es breve y contundente, sorprende y eso le confiere mayor atractivo al cuento. Felicidades Manel.
ResponderEliminarBesos.
Carmen
Carmen,
ResponderEliminarGracias por tus palabras de apoyo. El texto en sí forma parte de algo más ambiciioso y con más detalle pero que conservaré las dos versiones, la que está colgada y la que te enviaré par MiNa.
Manel
¡Con lo fácil que era antes! Un individuo con problemas de conciencia se acercaba a la iglesia que tubiera más a mano, se arrodillaba en el confesionario y, sin pagar un euro, quedaba libre de culpa y con una conciencia a estrenar de nuevo.
ResponderEliminarMe gusta este tipo de relatos con esa carga de profundidad y que sin embargo parecen inocentes retazos de un futuro imaginable.
Terrible Manel, inmediatamente (no es la primera vez que ante textos de este cariz) me recordó "Un mundo feliz" de Aldous Huxley. No quiero ni pensarlo, si ya está mal el mundo así, uno en el que no haya dolor o placer...
ResponderEliminarNo sé por qué motivo, había perdido tu enlace, gracias por tus visitas, ahora mismo te enlazo de nuevo.
Ha sido un placer recuperarte y me pasaré por aquí.
Hay una parte de a sociedad que ya vive así, pero por suerte todavía queda gente que tiene inquietudes, a la que la piel se le queda pequeña y necesita salir de ella mediante su creatividad.
ResponderEliminarQue duro sería vivir así, aunque también es ciero que, como dicen, el ignorante es feliz.
Buen texto, aunque yo prefiero esos trocitos de realidad, de cotidianidad que tu sabes hacer tan bien.
Besotes.
Entrellat
No muy alejado de esa realidad en la que vivimos. Los jovenes sobre todo, viven tan ajenos a los sentimientos que asustan. Es un despertar cruel para el pobre hombre que aun no sabe siquiera como le ira cuando salga del hosipital despues de semejante procedimiento. Me intriga saber como "los animos" que el doctor recomienda podrian surtir efecto en un sujeto que ya no sentira nada de nada.
ResponderEliminarMuy bueno : )
¡Carla!, bienvenida a este blog. Tu comentario es más que acertado. Das en el clavo, no hace falta más que mirar la prensa.
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