sábado, 20 de junio de 2009

El señor Juan

Mascletá by Sergio Varona Moya (2005) de internet
A aquella hora de la tarde cuando el sol aún no se había acabado de poner y las estrellas se habían adelantado, en el momento en que el calor de la próxima canícula había hecho un impetuoso y súbito avance, el señor Juan salió al balcón a respirar la cálida brisa vespertina. Aquel atardecer no era de un día ordinario. El señor Juan, embutido en su viejo pero noble batín, aguantaba expectante el desarrollo del festejo. Seco y enjuto bordeaba los setenta y lo único que conservaba prieto era su bigote, digno de las añejas y casposas películas de la posguerra española con las que tanto disfrutaba en su vetusto aparato reproductor de VHS. Había amenazado furibundamente a los muchachos. No esperaban una reacción así. Tampoco él que siempre era un poco cobista con ellos. El tejido que le aislaba del relente empezaba a ser demasiado cálido para aquella época del año. Esa noche según la vieja costumbre iba a ser ardiente. Pensaba que con tanta modernidad las tradiciones prescindibles se perderían. Ya no haría falta ejercer de policía y de salvaguarda de las sanas costumbres y del respeto mutuo entre los conciudadanos. Pero aún tenía un cierto temor de que la plebe, la gente ordinaria, la que no era como él, insistiera en repetir la fiesta pagana que le iba a perjudicar únicamente a él. Porque más que la celebración del rito popular, lo que le preocupaba de verdad era que sufriesen sus plantas. Que saliesen malparadas sus rosas de pitiminí, sus clavelitos, las azucenas y los lirios que había ido sembrando y regando a lo largo de todo una año; para que ahora con un cohete lanzado vaya usted a saber dónde le destrozase su particular jardín de balcón de vecinos. Hasta ahí podía llegar el señor Juan. Había aguantado la muerte del dictador, las autonomías, la ley del divorcio y un montón de normas de lo más indeseables. Pero no, jamás celebraría su onomástica. La verbena de San Juan debería estar prohibida pensaba el señor Juan. Si nadie intervenía él estaba dispuesto al sacrificio. Se disponía a pasar toda la noche en previsión de que algún granuja rompiese la armonía de su jardín. Se había proveído de abundante munición. Iba a vender cara su derrota.

© Manel Aljama (junio 2009)

5 comentarios:

  1. Lo que hace la edad.
    De señores juanes está el mundo lleno, gente que no sabe o no quiere saber, de tolerancia y disfrute de la vida.

    Noche de San Juan, que bonito.

    bss

    ResponderEliminar
  2. Lo mismo pienso sobre las manías de los ancianos. Pobres aquellos que se han construido un mundo, y no toleran que éste se vea alterado.
    Feliz noche de San Juan Manel.
    Besos.
    Carmen

    ResponderEliminar
  3. Manel, tengo malito el ordenador, pero no olvido tus textos, me pasaré con calma
    Bicos

    ResponderEliminar
  4. Pobre señor Juan, pero mira ¿qué quieres?, yo lo entiendo.
    Cuando disfrutas cuidando unas plantas con todo el amor para luego poder mirar algo bello, poder olerlas y hasta tocarlas, es lógica la preocupación.
    ¡Lástima de su onomástica!

    ResponderEliminar
  5. Gracias a todos/as por vuestros comentarios.
    Froiliuba: Qué duro es pasarlo mal mientras los demás se divierten...
    Carmen: Creen que han construido un mundo que es perdurable pero tan sólo está en su imaginación.
    Fonsi: Espero que tu ordenador esté recuperado (veo que sí). Gracias por tu otro punto de vista, pues aunque es un intolerante, tiene un jardín, para él sólo, pero un jardín. Aunque si te fijas, también quiere fiesta pues tiene preparada "munición" y no digo de que tipo...

    ResponderEliminar

Gracias por tu colaboración.