martes, 6 de enero de 2009

La Entrevista

La Entrevista
Se había vestido para la ocasión, con el mejor conjunto que tenía, ni muy moderno ni excesivamente serio o clásico. Recién casada y con veintisiete años estaba en una edad difícil para encontrar empleo. Había superado la primera prueba en el proceso de selección, pues su currículum, impreso en delicado papel pergamino de noventa gramos, no había acabado en la papelera. La respuesta inmediata en cuanto sonó su teléfono móvil le dio aún más esperanzas de poder abandonar el desempleo tras ser despedida de la oficina de un almacén de materiales para la construcción.
—¡Enséñame las tetas! ¡Vamos! —Se quedó estupefacta en cuanto escuchó las palabras de su entrevistador.
Agapito, su interlocutor, era así, directo y sin contemplaciones. De baja estatura, a sus cincuenta y siete años aún lucía cabello, pero grasiento. Vestía un traje muy oscuro que no se podía determinar si era marrón o negro. Perfumado hasta la médula, coronaba los dedos de sus manos con un abanico de grandes anillos y sellos de lo más variopinto. En la solapa de la americana llevaba el emblema de un partido conservador. Se sabe que empezó como apoderado de banca en la caja rural de su pueblo. Eso hasta que se marchó o fue despedido que tampoco se sabe a ciencia cierta. También había sido concejal con varios partidos desde la época de la transición. Incluso en la dictadura ocupó alguna dirección general de fomento y contratas. Siempre tenía relaciones con operaciones inmobiliarias que ahora ya estaban extintas. Se pasó entonces al bando de las financieras o refinancieras. Ahora estaba entrevistando a una candidata para la nueva oficina de la ciudad.
—¡Perdona niña! —dijo como queriendo enmendar la plana—, es que por un momento, al ver que para este puesto no eres lo que busco, quizá te interese mi otro negocio, un club exclusivo para hombres que tengo en las afueras, en la carretera de El Saler. Yo que tú me lo pensaba. Es un trabajo que además de darte mucho dinero y salir de pobre, te puede abrir muchas puertas. Ahora los jóvenes lo queréis todo rápido. Un piso, un trabajo bien pagado, un viaje a Cancún. Todo eso sin doblar la espalda. ¡Hay que ganárselo!
—Déjelo. No me interesa —la candidata le cortó y se fue sin siquiera haberse sentado.


© Manel Aljama (maljama) enero 2009

3 comentarios:

  1. Menudo descarado. Lo malo es que con lo mal que va eso del empleo, no creo que sea tan descabellado toparse con algún que otro caradura como éste.
    Besos.
    Carmen

    ResponderEliminar
  2. Querida amiga, en este caso me temo que la realidad supera a la ficción y no he exagerado nada. Si fuese pintura, se trataría de un modesto "fresco" o apunte del natural...
    Afortunadamente tipos así son muy pocos.
    Manel

    ResponderEliminar
  3. Hola, Manel.
    Soy Virginia, trabajo con Obra Social Caja Madrid. Espero no molestarte, pero me gustaría poder contactar contigo por mail, ya que querría invitarte a los premios de Narrativa y Ensayo concedidos por Lengua de Trapo y Obra Social Caja Madrid, mañana por la tarde en La Casa Encendida.
    Muchas gracias por la atención prestada. Quedo a la espera de tu respuesta. Te dejo mi e-mail (virginia.plaza@secuoyas.com). Un saludo, Virginia Plaza.

    ResponderEliminar

Gracias por tu colaboración.