Fue un monstruo desde el principio. Eligió la vida por pura obstinación y por pura maldad.
Como es natural no decidió como decide un hombre adulto, que necesita una mayor o menor sensatez y experiencia para escoger entre diferentes opciones. Adoptó su decisión de un modo vegetativo, como decide una judía desechada si ahora debe germinar o continuar en su estado actual.
O como aquella garrapata del árbol, para la cual la vida es sólo una perpetua invernada. La pequeña y fea garrapata, que forma una bola con su cuerpo de color gris plomizo para ofrecer al mundo exterior la menor superficie posible; que hace su piel dura y lisa para no secretar nada, para no transpirar ni una gota de sí misma. La garrapata, que se empequeñece para pasar desapercibida, para que nadie la vea y la pise. La solitaria garrapata, que se encoge y acurruca en el árbol, ciega, sorda y muda, sólo husmea, husmea durante años y kilómetros de distancia la sangre de los animales errantes, que ella nunca podrá alcanzar por sus propias fuerzas. Podrá dejarse caer; podría dejarse caer al suelo del bosque, arrastrarse unos milímetros con sus seis patitas minúsculas y dejarse morir bajo las hojas, lo cual Dios sabe que no sería ninguna lástima. Pero la garrapata, terca, obstinada y repugnante, permanece acurrucada, vive y espera. Hasta que la casualidad más improbable le lleve la sangre en forma de un animal directamente bajo su árbol. Sólo entonces abandona su posición, se deja caer y se clava, perfora y muerde la carne ajena...
Como es natural no decidió como decide un hombre adulto, que necesita una mayor o menor sensatez y experiencia para escoger entre diferentes opciones. Adoptó su decisión de un modo vegetativo, como decide una judía desechada si ahora debe germinar o continuar en su estado actual.
O como aquella garrapata del árbol, para la cual la vida es sólo una perpetua invernada. La pequeña y fea garrapata, que forma una bola con su cuerpo de color gris plomizo para ofrecer al mundo exterior la menor superficie posible; que hace su piel dura y lisa para no secretar nada, para no transpirar ni una gota de sí misma. La garrapata, que se empequeñece para pasar desapercibida, para que nadie la vea y la pise. La solitaria garrapata, que se encoge y acurruca en el árbol, ciega, sorda y muda, sólo husmea, husmea durante años y kilómetros de distancia la sangre de los animales errantes, que ella nunca podrá alcanzar por sus propias fuerzas. Podrá dejarse caer; podría dejarse caer al suelo del bosque, arrastrarse unos milímetros con sus seis patitas minúsculas y dejarse morir bajo las hojas, lo cual Dios sabe que no sería ninguna lástima. Pero la garrapata, terca, obstinada y repugnante, permanece acurrucada, vive y espera. Hasta que la casualidad más improbable le lleve la sangre en forma de un animal directamente bajo su árbol. Sólo entonces abandona su posición, se deja caer y se clava, perfora y muerde la carne ajena...
Fragmento de El Perfume de Patrick Süskind (Traducción Pilar Giralt Gorina), Editorial Seix Barral, Barcelona (2007)
Este fragmento de "El Perfume" viene a propósito de unos seres vivos, por llamarlos de algún modo, que habitan los bancos, los consejos de administración y algunos despachos y cuyo interés no es generar riqueza y bienestar, sino chupar del beneficio colectivo y ajeno. Vivir a costa del esfuerzo legítimo de los demás. Así, banqueros, corredores de bolsa sin escrúpulos, promotores inmobiliarios, trepas sin pedigrí, etc. Medran o hace de intermediarios no productivos inflando globos, como la bolsa de sangre de la garrapata, hasta que revientan. Pero sólo sucede en literatura. Aunque siempre queda la esperanza de que en su retiro, en una isla del caribe o de los mares del sur, ingieran algún veneno y revienten.
ResponderEliminarAsí es Manel, estos seres tienen su correspondencia en personas que saben aprovecharse, casi nunca con buenos propósitos sobre las personas. No sé si deberían reventar, más bien, deberían probar de su propia medicina, y entre garrapatas estoy convencida de que siempre habrán rivalidades y competencias por la misma sangre. Que no se fíen que alguna puede aparecer que les arrebate la bolsa que han atesorado sangrando al más pobre.
ResponderEliminarUn buen fragmento de un libro que apetece siempre releer.
Besos.
Carmen