Florencio se ajustó su mejor corbata y repasó ante el espejo su aspecto general. Recogió del escritorio el fruto de muchos meses de trabajo y la causa de una dieta espartana, su manuscrito de doscientos cincuenta folios. Tras muchos esfuerzos y después de untar a su agente literario consiguió que una editorial le recibiera. Estaba ya harto de que no le hiciesen caso o de que le devolviesen el material con una nota lacónica agradeciéndole su perseverancia. Hoy estaba citado nada menos que la casa matriz de todas las editoriales de la región, Grupo Editorial Plometa. Bajó las escaleras y tomó un taxi. Un día así merecía tirar la casa por la ventana. Al fin y al cabo iban a editar su libro.
Llegó con puntualidad a las suntuosas oficinas aunque le hicieron esperar más de tres horas sobre el horario previsto. Por fin, le iban a recibir. Salió un joven de no más de veinte años con pinta de no haber leído un solo libro en toda su vida. Su perfume llegó un minuto antes que él.
—Me llamo Adolfo Huero, pero puedes llamarme Fito —le extendió la mano de forma displicente y la recogió cuando Florencio la iba a estrechar—, Siéntate, dime ¿qué me traes?
Adolfo se sintió un poco cohibido con el perfil de sujeto. No esperaba alguien tan joven y con una pinta tan inexperta al frente del departamento de edición de clásicos literarios. Le llamó la atención la cantidad de diplomas y certificados de estudios todos ellos en inglés. Se fijó en uno en concreto que decía, “Est Apha Humanitas University”, aunque no alcanzó a comprender de qué título se trataba ya que sólo se podía distinguir las letras góticas y en relieve. También le extrañó que en la estancia no hubiese un solo libro. Florencio depositó encima de la mesa su obra. Adolfo puso cara de sorprendido. Abrió el mamotreto y comenzó a ojear los folios sin ton ni son.
—Oye, aquí hay muchas letras. ¿De qué se trata? —dijo el jovenzuelo.
—Cómo, ¿No ha podido ver el resumen? Mi agente se lo mandó —intentó explicar Florencio.
—Yo leerme un libro. Si no leo ni un email. ¡Cómo quieres que me lea un libro!
—Esto, ¿es una editorial? —preguntó Florencio con un poco de zozobra—, y usted, ¿Es el editor?
—Sí, ¿qué pasa? A ver, clarito, ¿de qué va este puto libro? —volvió a preguntar el editor.
—Pues se trata de una novela de aventuras moderna —empezó a hablar Florencio mientras que Adolfo observaba con los ojos atónitos—. He querido recrear el espíritu de aventura, de búsqueda de nuevos horizontes, del valor del trabajo, del esfuerzo y la superación. —concluyó Florencio.
—Pero, ¿aquí no se habla nada de sectas, manuscritos o códigos secretos?
—Pues, la verdad es que no
—¡Pues vaya mierda que me has traído! Te voy a decir lo que tienes que escribir —dijo Fito mientras que abrió el cajón de su escritorio y extrajo una nota escrita a máquina y bastante sobada.
—Usted me escribe —ya no le tuteaba—, una novela de esas ambientada del Barroco, los siglos XII, no mejor el XIII —Florencio le iba a interrumpir pero empezó a divertirse con los conocimientos del sujeto—. Me escribe de un monje que descubre un papiro que compromete la iglesia, el que sea, lo asesinan y ese papel pasa de mano en mano hasta que llega el profesor Donaldson, que es norteamericano, y que con la ayuda a una bella joven investigadora, descendiente del monje, solucionan el tema.
—No siga —Florencio también empezó a distanciarse—, eso ya está escrito, empezó con “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco, y además —iba a continuar para aclarar el tema de los siglos cuando Fito le interrumpió.
—Oiga, “El nombre de la Rosa” es una “peli”, que la visto yo. A ver si me va usted a enseñar ahora. Los libros salen de las "pelis" y no al revés. Que yo soy el que más sabe de literatura en esta casa. ¡Hombre!
—Permítame decirle que está usted equivocado. ¿De dónde ha salido, por ejemplo “Harry Potter”?
—“Pos” igual, “Jarri Poter” es una película que la tía esa ha copiado para hacer el libro. Eso vende —Florencio hizo un ademán para pedir la palabra—; no me interrumpa, ignorante, que yo tengo muchos masters de universidades americanas. Usted debería ver más a menudo la tele y así tendría más inspiración. Deje de leer, es un atraso y una pérdida de tiempo. Yo ni siquiera estudié. Mi papá contrató todos los títulos y aquí me ve, al frente de un departamento de edición. Si espera hacerse rico escribiendo un libro, déjelo, se lo aconsejo.
Se hizo un silencio. Florencio no sabía qué hacer. Si recoger el manuscrito y probar en otra editorial o tal vez, incluso con otro agente o directamente estamparle el cuaderno en los morros al imbécil que tenía delante y del que ya no soportaba la colonia o perfume que usaba.
Tras el breve silencio, Florencio, lanzó una pregunta:
—¿Qué hay que hacer para ganar el Premio Plometa?
Fito se echó a reír. Luego respondió.
—Usted si quiere ganar el Premio Plometa, primero tiene que ser mediático o famoso. Pruebe ir a decir algo a algún programa de televisión. Eso funciona. Desde hace mucho tiempo. No tiene que preocuparse por la escritura. Si no sabe escribir, tenemos un montón de becarios que se lo harán. Eso no es problema. ¿Me entiende?
—Y si quisiera que los matasen para que no me delaten, ¿también lo haría? —preguntó Florencio entre desconcertado e irritado.
—Nadie me ha preguntado eso, tendré que preguntar al jefe —luego recapacitó—, pero, pero ¿Y usted quién es?, ¡Usted no es nadie! ¡Usted no es famoso! ¡Salga de mi despacho que tengo mucho trabajo!
Cuando acabó de decir esas palabras Florencio ya había recogido su libro, pero iba con la cabeza alta con la esperanza que un individuo así no duraría mucho en ese sitio y que como los seres vivos, las empresas nacen, crecen y se dan el gran tortazo.
© Manel Aljama, maljama (Diciembre 2006 – agosto 2007)
Pues estamos apañados si nos topamos con individuos así en un puesto de tanta relevancia. Aunque a veces, cuando te paseas por las estanterías de novedades, parece que esté en manos de gente así jejeje Muy bien llevado el diálogo, le da mucha fluidez al texto. Felicidades.
ResponderEliminarBesos.
Carmen
Divertida situación la que planteas. Me gustaría encontrarme a un individuo así el día que me decida por fin a visitar un editor(cosa no muy lejana por cierto), haciendo uso de toda mi capacidad literaria, utilizando todos mis reursos le diría: "Vete a la mierda, gilipollas".
ResponderEliminarSaludos Manel.
Muy divertido. Y aún cuando es evidente la exageración, he visto algunos trozos de realidad en tu escena (concretamente en el: "has de escribir sobre...") Vaya con el premio Plometa!!:)
ResponderEliminarJajaja excelente narración, Manel. Te aseguro que tipos de esa calaña los hay ya hasta en los hospitales...
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
Probablemente muchos pongan el énfasis en el crudo humor, en el valor testimonial, en la acojonante realidad editorial. Yo prefiero destacar la, aunque habitual, impecable hechura. En todo lo que te vengo leyendo silenciosamente se recibe con felicidad Ese estilo prolijo, la correcta sintáxis y la sólida estructura narrativa. Supongo que entre otras cosas, vender libros se ha vuelto como despachar pan porque nos acostumbramos a ver cualquier cosa convertida en libro. Felicitaciones. Y muchas gracias. Uno es un anticuado, y todavía conserva cierto apego por el socorrido sujeto y predicado.
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