Fuente Internet (modif electrónica) |
Después de seis largos años de recuperación Sun Li ya estaba dispuesto para el retorno. Tenía sólo catorce años cuando los malvados secuaces del terrateniente Tao Shu violaron a su hermana y mataron a su padre. La madre desesperada se suicidó arrojándose al río. Sun huyó atemorizado pues creyó que toda la aldea la iba a culpabilizar por lo sucedido. El perverso Shu había propagado la idea de que Li le había pedido entrar a su servicio y formar parte de su banda. En el camino Li fue asaltado por unos bandidos que, después de robarle la bolsa con los últimos dineros que le quedaban, le rompieron piernas y brazos dejándolo malherido junto a un riachuelo. Fue recogido por Wun Tu, un monje Shaolin, quien mandó llamar a unos cuantos acólitos para que construyesen una rudimentaria parihuela con la que transportarlo hasta el templo.
La sanación completa de sus huesos le tomó un año. Dedicó los otros cinco a fortalecer el cuerpo y, sobre todo el espíritu. Empezando desde lo más bajo se convirtió en el mejor discípulo. Cultivó la humildad, la solidaridad y lo más importante, las artes marciales. La comunidad le brindó la posibilidad de volver a su antigua vida para devolver la justicia y restablecer su honor. Por respuesta, Sun Li decía siempre que estaba bien así, que aunque no sabía qué sería ahora de su hermana, él prefería la vida monacal. A esa afirmación, el maestro respondía cada vez:
—Esperaré a que estés preparado. Esperaré a que seas capaz de caminar sobre el papel de arroz sin dañarlo y, entonces, sabrás que habrá llegado tu momento.
Li guardaba silencio y tenía muy presente los restos sin vida de su madre estrellada en las rocas, la cabeza decapitada de su padre o la sangre descendiendo por las piernas de su hermana después del ultraje.
El viaje de regreso duró unos meses. Quiso tomarse su tiempo. Uno de los esbirros de Shu le reconoció. Como si fuese en un entrenamiento se deshizo de él para siempre con un par de golpes. Disfrazado se dirigió hasta el castillo de Shu. Fingió pedir trabajo y le aceptaron. Una vez dentro encontró a su hermana, que estaba de concubina al servicio de Tao. Empezó a eliminar a sus enemigos. Aunque venían con una actitud agresiva, en el fondo parecían no defenderse y esperar que Li les propinase el definitivo y certero golpe que les aliviase sus penas. Uno a uno acabó con ellos hasta que sólo quedó Tao. Éste agarró a la hermana y amenazó con degollarla. En un gesto de rabia y por sorpresa, la muchacha, le arrebató el puñal y se lo clavó en el pecho. Tao Shu se arrodilló de dolor profiriendo un grito. Por último ella le arrancó los ojos con sus uñas antes de que cayese de bruces en medio de un confuso charco de sangre.
En seguida aparecieron los títulos de crédito, se encendieron las luces y el público empezó a levantarse de sus butacas. Siempre me ha gustado ver estas viejas películas de artes marciales. Es una pena que ahora no las programen ni en las filmotecas. Menos mal que los propietarios de este cine de barrio tuvieron esta genial idea.
La sanación completa de sus huesos le tomó un año. Dedicó los otros cinco a fortalecer el cuerpo y, sobre todo el espíritu. Empezando desde lo más bajo se convirtió en el mejor discípulo. Cultivó la humildad, la solidaridad y lo más importante, las artes marciales. La comunidad le brindó la posibilidad de volver a su antigua vida para devolver la justicia y restablecer su honor. Por respuesta, Sun Li decía siempre que estaba bien así, que aunque no sabía qué sería ahora de su hermana, él prefería la vida monacal. A esa afirmación, el maestro respondía cada vez:
—Esperaré a que estés preparado. Esperaré a que seas capaz de caminar sobre el papel de arroz sin dañarlo y, entonces, sabrás que habrá llegado tu momento.
Li guardaba silencio y tenía muy presente los restos sin vida de su madre estrellada en las rocas, la cabeza decapitada de su padre o la sangre descendiendo por las piernas de su hermana después del ultraje.
El viaje de regreso duró unos meses. Quiso tomarse su tiempo. Uno de los esbirros de Shu le reconoció. Como si fuese en un entrenamiento se deshizo de él para siempre con un par de golpes. Disfrazado se dirigió hasta el castillo de Shu. Fingió pedir trabajo y le aceptaron. Una vez dentro encontró a su hermana, que estaba de concubina al servicio de Tao. Empezó a eliminar a sus enemigos. Aunque venían con una actitud agresiva, en el fondo parecían no defenderse y esperar que Li les propinase el definitivo y certero golpe que les aliviase sus penas. Uno a uno acabó con ellos hasta que sólo quedó Tao. Éste agarró a la hermana y amenazó con degollarla. En un gesto de rabia y por sorpresa, la muchacha, le arrebató el puñal y se lo clavó en el pecho. Tao Shu se arrodilló de dolor profiriendo un grito. Por último ella le arrancó los ojos con sus uñas antes de que cayese de bruces en medio de un confuso charco de sangre.
En seguida aparecieron los títulos de crédito, se encendieron las luces y el público empezó a levantarse de sus butacas. Siempre me ha gustado ver estas viejas películas de artes marciales. Es una pena que ahora no las programen ni en las filmotecas. Menos mal que los propietarios de este cine de barrio tuvieron esta genial idea.
© Manel Aljama (julio 2009)
¡Cómo ha podido escapárseme a mí, tan tontamente, esta ocasión! ¡Qué contrariedad tan frustrante! ¡Yo, que adoro todo ese mundo de las artes marciales, la filosofía china, su estética y maneras de hacer...y nunca se me ha ocurrido escribir un relato ambientado en ese lugar y época!
ResponderEliminarHe disfrutado de la lectura de tu historia, tiene todos los ingredientes para hacerla auténtica: la prepotencia y sadismo de un cacique, la tragedia de una familia, la aparición de un maestro , la paciencia de años de espera para hacer justicia, la revancha...y además, de regalo, un toque que lo hace culminar con "final feliz" para el lector; ella, que a pesar de su fragilidad como mujer sometida durante años, se adelanta a su hermano y ajusticia al tirano con toda la rabia contenida después de años de humillación.
Un guiño a esas películas, tan malas según muchos, y que tanto nos hicieron disfrutar en su momento a otros.
Saludos.
Andrés, gracias por tu comentario lleno de (espero) sana envidia. Es un homenaje a esas películas tan simples de buenos y malos (pase doble en cine de barrio) y que sin embargo están tan denostadas.
ResponderEliminarEn cuanto a la técnica es prácticamente la misma de tu "Un magnífico Corcel".
Pero como pasa en esas películas, lo importante es acabar con una sonrisa de satisfacció y la adrenalina bien descargada...
Aires lejanos de vidas intensas y orgullosas. Aires de revanchas y orgullos heridos.
ResponderEliminarAires de maldad y abusos, aires de víctimas y despotismo y dominio.
Aire viejo de venganza.
EStupendo. He visto una película con esa estética delicada, a pesar de la sangre.
Bicos
Muy bien, al final es una peli, jeje yo que estaba toda emocionada con la historia... Bueno. Yo no soy muy fan de este tipo de cine, pero he de reconocer que entretener entretenía. También las puedes encontrar muy baratas en los hiper, y en los chinos jeje
ResponderEliminarBesos.
Carmen
Sí, si que tienen su encanto. Hace unos años las echaban todavía por televisión, aunque fuera de madrugada.
ResponderEliminarMuy buen post y una buena propuesta para buscar y verla. Un abrazo.
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