lunes, 20 de julio de 2009

Nochevieja del 42


La trocha, que no alcanzaba la categoría de camino, conducía directamente desde el apeadero hasta las primeras casuchas del arrabal. Cipriano, con muchas dificultades, arrastraba su pata de palo. Se apoyaba en una carcomida muleta que le debieron dar en Auxilio Social, más que para ayudarle, para librarse de él. Le habían pagado un billete y lo habían facturado para otra provincia. El frío enero se anticipaba en las últimas horas de diciembre. Como pudo se acercó a buscar el calor de una taberna. Encontró algo parecido a una mísera tasca sin letrero y con las luces mortecinas, casi apagadas. Se resguardó en el tranco de la puerta, la empujó y se pudo poner a buen recaudo. Casi todas las desvencijadas sillas reposaban sobre las sucias mesas. Restos de servilletas de papel, chapas y huesos de aceituna estaban sembrados por el suelo lleno de manchas. No se sabía si los vidrios estaban empañados o sucios.
—Vamos a cerrar —dijo en voz alta Julián, el propietario, desde detrás de la barra.
—¿”Usté” tiene prisa, maestro? Vengo de muy lejos y sin pierna como ve —se arremangó el pantalón aunque no se veía nada de tan poca luz que había—, ¿no tendrá un aguardiente? Hace mucho frío y a más no me llega.
Con un gesto contrariado, el propietario de la zahúrda, que hacía las veces de bar agarró una botella pringosa que parecía de anís y sirvió una copa. Se lo pensó y se puso una también él. El lisiado se acercó hasta la barra y pudo comprobar que el hombre era tuerto y un surco de al parecer una quemadura marcaba su mejilla derecha. Julián alzó la copita:
—¡Por el año nuevo!
—¡Por el año nuevo! —respondió el recién llegado—. Usté tampoco tiene donde ir, ¿”verdá”?
—Tengo este bar. Antes tenía otro más en el centro. Cuando acabó la guerra me acusaron de dar cobijo a un miliciano. Me llevaron preso. ¿Ve usted el ojo que no tengo? ¡Me lo arrancaron en la cárcel! Al final me dejaron ir. Tuve que cerrar el bar y venirme aquí. ¡Y todo por no escaparme!
—¿Por no escaparse?
Antes de responder, Julián sirvió otra ronda. Se la bebieron de un trago y volvió a llenar las copas. Apoyó los brazos en el mostrador y se inclinó hacia adelante.
—Por una mujer, que aunque no estaba casado por la iglesia era mía... —bebió la copa—, y que luego se fugó con un requeté.
Se puso otra copa.
—Seguro que fueron ellos los que me delataron —añadió mientras Cipriano bebía y escuchaba atentamente.
Cipriano dio un sonoro eructo que llenó el ambiente de una vaharada dulzona. Julián ni se inmutó.
—Pues yo perdí mi pierna huyendo de una turbamulta del mercado. Hace un año o año y medio... que no me acuerdo muy bien —extendió el vasito y el tabernero le escanció otra dosis—, me subí al tren sin billete y en cuanto llegó el revisor me echó mientras estaba en marcha y caí debajo de las ruedas. Ya ve... ¡Sólo pude salvar una de mis piernas! No me dieron nada. Decían que tenía que estar contento de que no me denunciaron por no llevar billete. ¡Ya ve lo dura que es la puta vida!
Perdida la cuenta de las copas, habían caído en un silencio previo al sopor alcohólico cuando entró un acordeonista de esos que van lampando y piden limosna en todas partes porque de todas partes los echan.
—¡Está cerrado! —Dijo el propietario con cierta dificultad— ¡Pero si toca algo le invito!
—¡Eso está hecho maestro! —respondió—, ¡pero déjeme que me caliente y les alcance con el anís! —añadió.
El barman le extendió el vasito lleno al visitante que se bebió de un solo golpe. Se puso a tocar un tango triste y brindaron porque 1943, si iba a ser tan frío, que al menos fuese más fácil de llevar.

© Manel Aljama (julio 2009)

6 comentarios:

  1. Muy bueno Manel, éste también me ha gustado mucho. Un diálogo que habla por si mismo, una historia de solidaridad y llena de matices. Un buen relato. Felicidades de nuevo.
    Besos
    Carmen

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  2. Te superas día a día. Me ha sorprendido tu relato por su simplicidad (que no simplón)No hay presentación, nudo y desenlace; todo ocurre aquí y ahora, sin necesidad de final sorprendente, de esos que suelen impactar al despistado lector después de haberlo conducido por derroteros engañosos hasta cortar en seco sus aspiraciones para darle un final que no esperaban.
    ¿Estaré creyéndome excesivamente los cánones del relato que predican los expertos? ¿ Será ,tal vez, mejor ir por libre y de forma autodidacta y salirse de los encorsetamientos que lo único que hacen es ponernos trabas en el camino y limitaciones al reprimir el libre albedrío del escritor?
    Voy a reflexionar sobre esto durante un par de minutos.
    Saludos.

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  3. Andrés:

    ¡Claro que tiene planteaminento, nudo y desenlace! Ya sabes que todo lo que no tenga esos tres elementos es modernismo y fraude...

    - Planteamiento: La entrada del tullido en el bar.
    - Nudo: La borrachera y las penas (sus historias). Desde "Con un gesto contrariado..."
    -Desenlace: La llegada del acordeonista, que es aceptado si toca. Como no está a la altura, le dan doble para que se entone... Empieza en "Perdida la cuenta"

    Puede ser que te hayas perdido en el formato del texto al no tener líneas de separación pues los puntos y aparte ya hacen de separador...

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  4. EStupendo relato de vahos de suciedad y alcohol. Historia de desheredados que son las mejores historias.
    Y ¿qué importa el formato de lo que se cuenta?. Lo que creo es que, si tan solo una persona se muestra receptiva, ya es válido. Los excesivos encorsetamientos son cadenas que encorsetan y atrapan, a veces demasiado. Hay que dejar volar la imaginación.
    Aunque tu relato sí tiene lo que dices.
    Bicos.

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  5. Es el segundo texto que te leo desarrollado en los años cuarenta, esa época que ha marcado tanto a muchos y que ha dejado un álbum histórico muy importante y rico en historias.
    Realmente encuentro varias vertientes en este relato, lo desmiembro en varias historias con un centro común: la pérdida, el rechazo y la miseria, unidas en una navidad de soledades y rica en sentimientos. Todas bien encadenadas.
    La tasca de Julián pudiera ser una parte peculiar y particular del mundo creado por los hombres.

    Un cordial saludo.

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  6. NOCHEVIEJA DEL 42.

    Describes muy bien los primeros años de la posguerra, con la particularidad de que con un bar mugriento, y tres personajes, has pintado una imagen muy realista de la situación de pobreza e indefensión en la que quedamos (me incluyo) la mayor parte de los ciudadanos de nuestro país.
    Incluso el lenguaje empleado, contribuye a darle más autenticidad. El diálogo pone de manifiesto las secuelas, la miseria y la incertidumbre de los vencidos. Un cojo, un tuerto, y un mendigo con su acordeón, que tratan de pasar la nochevieja lo mejor posible dadas las circunstancias.

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Gracias por tu colaboración.